Llevaba días sumido en profundas preocupaciones por el porvenir de la humanidad y por mi propio porvenir. Estaba sólo. En la soledad más absoluta, -pensaba. Más solo que la una. De pronto hallé una salida: ¡la caza!.
--¡Basta de rendirse a la tristeza! -me dije- "A buscar pájaros voy. // Y conmigo llevo las ganas. // En una mano la trampa // y en otra el dardo y la malla." -fui cantando con gran alegría por el camino.
Y en esto, apareció ella. Ella que era todo un jardín arbolado, fragante y florido. Bajo su enramada me paseo. Pero he guardado respetuoso silencio, sin revelar a nadie la más mínima palabra.
El murmullo de las hojas fue tan dulce como el sabor de sus labios. Era... creo que ya lo he dicho... lo volveré a repetir: un jardín frondoso, fragante y florido.
Luego al agua nos deslizamos. Y del agua salimos con el pez encarnado entre los dedos; pez que, brillando, temblaba entre los dedos.
¡Ah!, jamás me cansaré de repetírtelo: eres un jardín arbolado, fragante y querido. Bien sabes que bajo tu enramada, dichoso me paseo; y que siempre guardaré respetuoso silencio, sin divulgar palabra alguna... ni gesto tan siquiera.
--"A cazar pájaro fui. // Y conmigo llevé las ganas. // Y en una mano la trampa // y en otra el dardo y la malla." -volví a cantar recordándolo.
¡Qué alegría cuando apareciste tú!; tú, que eres un jardín frondoso, fragante... y querido por demás. Suelo decir muy a menudo: a la melancolía, ¡nunca más me rendiré!
Lo decía... hace algún tiempo... Pero rompió el círculo la cacatúa y se acabó el silencio y el jardín. Ahora vuelvo a sumirme en profundas reflexiones, por el porvenir de la humanidad y por mi propio porvenir
--¡Basta de rendirse a la tristeza! -me dije- "A buscar pájaros voy. // Y conmigo llevo las ganas. // En una mano la trampa // y en otra el dardo y la malla." -fui cantando con gran alegría por el camino.
Y en esto, apareció ella. Ella que era todo un jardín arbolado, fragante y florido. Bajo su enramada me paseo. Pero he guardado respetuoso silencio, sin revelar a nadie la más mínima palabra.
El murmullo de las hojas fue tan dulce como el sabor de sus labios. Era... creo que ya lo he dicho... lo volveré a repetir: un jardín frondoso, fragante y florido.
Luego al agua nos deslizamos. Y del agua salimos con el pez encarnado entre los dedos; pez que, brillando, temblaba entre los dedos.
¡Ah!, jamás me cansaré de repetírtelo: eres un jardín arbolado, fragante y querido. Bien sabes que bajo tu enramada, dichoso me paseo; y que siempre guardaré respetuoso silencio, sin divulgar palabra alguna... ni gesto tan siquiera.
--"A cazar pájaro fui. // Y conmigo llevé las ganas. // Y en una mano la trampa // y en otra el dardo y la malla." -volví a cantar recordándolo.
¡Qué alegría cuando apareciste tú!; tú, que eres un jardín frondoso, fragante... y querido por demás. Suelo decir muy a menudo: a la melancolía, ¡nunca más me rendiré!
Lo decía... hace algún tiempo... Pero rompió el círculo la cacatúa y se acabó el silencio y el jardín. Ahora vuelvo a sumirme en profundas reflexiones, por el porvenir de la humanidad y por mi propio porvenir
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