23. Un Padre Levitando
Erase una vez de noche. Y un padre que tenía tres hijos se fue, muy contento, cuando ellos se fueron de fiesta, a acostarse, pues ellos se llevaban bien y eran buenas personas. Solo le inquietaba, un poco, el hecho de no verlos trabajar con más ahínco. Pero ya se corregirían. Y se durmió. Pero, fuera por esa inquietud o por lo que fuese, a las cinco de la mañana se despertó muy intranquilo:
--¿Estarán ya acostados?... ¿Les habrá pasado algo?...
Corrió a la habitación del mayor: había venido ya y estaba durmiendo; se acercó a la otra: el mediano acababa de llegar y además le informó de que el más pequeño también estaba bien, divirtiéndose, y que pronto regresaría.
Ya, tranquilo y sosegado, volvió a la cama y se durmió. Pero, ay, soñó que a su hijo más pequeño lo traían, herido, a casa y se levantó dando voces:
--¡Hijo!, ¡hijo!, ¡hijo mío! ¡¿Qué te han...?!
Se cortó en seco pues, en la habitación, su hijo, medio dormido, le decía:
--¡¿Qué!?, ¡¿Qué!?, ¡¿Qué!?... ¡¿Qué!?
--Nada, hijo, nada. Duérmete. Cosas mías.
El padre se sentó en una silla del salón. Encendió un cigarro puro. Pensaba que, en pocas horas, había ido pasando de la alegría a la tristeza, del sosiego a la intranquilidad, sin saber quién infundía esos estados de ánimo tan continuados y seguidos.
Tenía la sensación de ser como una pelota que los pelotaris lanzan a derecha e izquierda, o de abajo a arriba; pero él, como la pelota, nada pregunta al que la arroja.
Sufría en esos momentos una depresión de caballo y el corazón le latía desbocado.
En semejante situación estaba, cuando se vio desdoblado: estaba en la silla fumando y al mismo tiempo se contemplaba, desde fuera, como un extraño, preguntando: '¿quién es?', '¿qué hace aquí?', '¿quién lo ha traído?'...
El que lo haya traído, sabrá las razones: Él no. Y nadie más las sabía. Tan solo, ese personaje imaginado por algunos... Si es que existe que muchos lo niegan y otros tienen serias dudas... Ese ser quimérico, fabuloso, podría saberlo... Los demás, lo ignoran todo, aunque pregunten constantemente.
Entonces aparece, de improviso, Omar Khayyam que intranquiliza más al padre diciéndole que algo parecido le pasó a él, a Omar Khayyam, el otro día: vio en la plaza a un niño como si estuviera acorralado por otros. Y lo zarandeaban de un lado para otro.
Omar se acercó a preguntar la razón de la riña: unos daban una explicación inexplicable, sin dejar de tirar hacia un lado y lo acusaban de algo; los otros lo desmentían, arrastrándolo hacia el lado contrario defendiéndolo. Como no quedó nada claro, preguntó al niño en cuestión:
--Yo no sé. Acabo de llegar y soy huérfano. Pero me hacen daño...
Y colorín colorado... este cuento... levitando... se ha acabado
2 comentarios:
Hay muchas ocasiones en que la vida, o lo que sea, que no tengo ni idea de quien es el responsable, te coloca en situaciones en las que no entiendes nada. En las que te encuentras inmersa sin saber por qué o cómo. Sí, como esa pelota que los azules y los coloraos zarandean sin descanso y que sólo es eso, pelota en manos extrañas que hacen y deciden por ella.
Cuando esas situaciones ocurren, todos somos huérfanos, acabamos de llegar y solo sabemos que nos hacen daño.
Pero, imagino que alguna vez también somos pelotaris y actuamos así con otros.
O nó.
O no lo sabemos y no nos damos cuenta. O sí.
Antes, en los frontones, había corredores de apuestas que instaban a decidir si ganarían azules o coloraos, pero no recuerdo haber visto a ninguno que incitara a apostar por la pelota... quizá sea que no tiene ninguna opción, o que nadie la tiene en cuenta. O que quiere pasar desapercibida y al final es la única que decida.
No lo sé.
Esnuestra mente, que no está preparada para ser libre y, por tanto, tampoco deja que los demás lo sean.
Nos condicionan angustias inexistentes, peensamientos que nos inventamos porque necesitamos sufrir dado nuestro grado de masoquistas.
Todo lo que relatas es un fiel reflejo, Talín.
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