24.
Caballo y Mujer Galopando con Ritmo de Romance
Rustem fue a saltar el arroyo, como ya explicamos en otro seguimiento de Omar, con el caballo una noche enlunada de primavera. Mientras el caballo salta sujeta él a su amada. La luna tiembla de gozo y la moza grita de miedo. El caballo se estremece y falla su cabalgar. La mujer se salva empujada por el hombre. Rustem queda debajo. El caballo se levanta y la mujer, al ver su hombre inmóvil, echa a correr.
El queda allí desangrándose. El caballo fiel acompaña su desangrar.
Vuelto en si, ordena al caballo que comunique su caso, su percance.
La madre que está durmiendo, oye su cabalgar.
Ya se levanta del lecho. Pide socorro. Acuden presto amigos y familiares y siguiendo a su caballo lo hallan con mucha sangre derramada. Lo llevan pronto a curar. Por el camino pregunta qué fue de su amiga. Alguien dice haberla visto correr el campo a través.
Ella, en efecto, corrió, corrió, corrió... corrió a campo traviesa. Quiere avisar a los conocidos de todo lo sucedido. Pero la luna se esconde tras de las nubes y oculta todo el camino. Ella se para asustada.
Cuando la luna regresa ve cuatro sombras acercándose. El corazón le brinca en el pecho. No son gente de fiar. Y, muy asustada, vuelve a correr. Azuzando vienen las sombras y ella se esconde en el arbolar. Tras un momento de silencio una voz llega a su oído. Un mozo se halla en el soto. Y la llama a su lugar. Ella lo conoce y acude, grande es su confiar. Las sombras muy cerca están. Él las enfrenta y se marchan. Ella se arroja en sus brazos y, aterrorizada, lo premia hasta gozar.
Mas tarde recuerda a Rustem y retorna, enloquecida, a su lugar. Solo un charco de sangre halla. El arroyo, sin embargo, seguía su sonoro caminar.
Ella regresa al pueblo. Ojos acechando están.
A la mañana siguiente todos hablan de traición: y la insultan, la apedrean y tiene que abandonar el lugar de sus ancestros...
Él mozo acudió al arbolar y en recuerdo de ese deleite fugaz, mandó plantar un almendro. Del almendro nació zarza mala, zarza infecunda, sin mora en el ramaje.
El día que Rustem vuelve sin pierna ya, a la vera del arroyo su madre corrió a plantar un cerezo, que se transformó en pino albar.
Rustem luchó por la vida.
Ella vagando el camino va.
Él vivió con sus amigos.
Ella muere en un muladar.
El lugar donde murió unas violetas nacieron para guardar su recuerdo y ocultar un orgasmo tan fugaz.
Y dice Omar Khayyam:
--En la tierra donde, hoy, nace una radiante y explosiva rosa roja, antaño vertióse la sangre de un príncipe. Y el color del lunar que adorna, embelleciendo, la cara de un efebo, muy bien pudiera proceder del pétalo de esa violeta que florece a la vera del muladar hediondo. Las corolas del jacinto que por doquier crecen en parques o jardines donde se aman los jóvenes nacieron de unas frentes que, un día, fueron tersas y brillantes.
3 comentarios:
Tengo poco tiempo pero siempre es un placer venir a leerte.
De la rosa roja nacio el amor.
Besitos
Los pasos de este amigo, Omar Khayyam, me acompañan en esta primavera enlunada y yo me veo a lomos de un corcel de crin brillante y flotante cola.
El amor es ese caballo que nos desboca de por vida y nos hace perder el control.
Amén.
¿Ves tú? Qué cosas pasan, oye.
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