Reconocer la derrota en su misma raíz es buscar el derrotero para salir de ella; hay derroteros de muchas clases pero, este del papel, este de la palabra, este de la reflexión, no es ninguna panacea, ni el más idóneo para salir del pozo oscuro de la noche, victorioso; si bien es verdad que de momento no hay otro; bien quisieramos que fuera un inicio, por tanto, de victoria sin que sea la victoria misma.
Y esperar a que la noria pueda verter su caudal al cauce, puede condenarnos a la consunción por la espera.
Y comenzar de cero es un acto heroico, muy difícil de llevar y soportar; se necesita una temperatura adecuada y un viento propicio para que la cocción se realice: el derrotero nos señala ya el lugar donde poner la mecha; buscar la arcilla, moldear hasta que salga el cuerpo deseado, es un tanteo imprescindible; desde luego muy superior a jugar con las palabras; eso si, se puede uno manchar las manos; mas luego, hay que ponerlas inmediatamente en el pentagrama de oro como modelo surrealista de contraste.
De manera que... a remover la tierra hasta encontrarla; o... esperar a que otros nos transformen en ánforas para encerrar el vino, por ejemplo, que nosotros jamás beberemos, pero otros degustarán con deleite.
Beber en una ánfora sagrada el vino de la resurrección debe ser divino. Y también el agua que la noria extrae de los claros veneros o venerillos que aún quedan por ahí.
¿O no?
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