26.
Omar Khayyam, embriagado por la vida que va desarrollando los fugaces instantes, como siempre, la goza sin que ningún dolor físico le atenace en estos momentos; está ahí, junto a su hermosa dama, a la sombra de los parrales que enverdecen el rincón mas alto de su jardín; desde allí restriega sus ojos con el paisaje: hoy ha amanecido soleado; solo algunas nubes dan unas pinceladas algodonosas al cielo azul; un viento suave las va empujando hacia las viñas ensombreciéndolas y aclarándolas sucesivamente; el verde claro de los brotes, en las cepas, destaca, de cuando en cuando, poniendo unos puntos blanquecinos; el claro-oscuro de este día primaveral refleja, fielmente, la fugacidad de la estancia del individuo sobre la tierra: nace iluminado y, de pronto, es empujado por el viento de la historia, con minúscula, hacia el reino de las sombras para no volver nunca, jamás; y de la misma forma que la luz y la oscuridad desaparecen sin dejar rastro, así la vida singular se va concluyendo en la nada del individuo.
Rodea, Omar Khayyam, con un brazo el cuello de su amada y, con la mano del otro brazo, ase el vaso de vino y se lo lleva a los labios; vaso que, tal vez, no se sabe, antaño, fue parte de otro hombre que, como él, rodeaba el cuello de bien amada, contemplando el paisaje y pensando como si no existiese; Omar Khayyam sabe que, en este mundo, que es la vida, todo concluye (salvo para los que viven de estériles quimeras) en la nada sin remedio; y, lo más probable, es que el otro también supiera algo de eso y gozara, al igual que el gran poeta persa, exprimiendo el jugo de esta uva transitoria.
1 comentario:
el claro-oscuro de este día primaveral refleja, fielmente, la fugacidad de la estancia del individuo sobre la tierra
Nada nuevo bajo el sol primaveral
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