Reconoce que se había distraído un poco pensando en las hembras.
Y quién no: solo los ambiguos, esos que ahora llamaban homosexuales; ¡homosexuales!, le dio gracia la palabreja al considerar que el vocablo escondía a la palabra más antigua, la que todo el mundo conocía: "¡maricones! ¡mariconazos!", subraya; no, en eso él no podía ser moderno; y no podía serlo porque nunca ha comulgado con la hipocresía: si uno es maricón, es maricón y punto, "¿o no?"...
--Perdón señor ¿me decía algo?
--¿Qué? ... O no, no, disculpe. Deme el diario.
Y se da la vuelta, avergonzado, pensando que tal vez ha estado hablando solo por la calle. Si así fuera no se lo perdonaría nunca. ¡Qué vergüenza! ¡Qué eso lo hiciera un viejo pellejo o un tarado, se le podía perdonar!
¡Y se le perdonaba!
Y es que la Humanidad, el Hombre -quería recalcar lo de Hombre; sin que con eso se quieran sacar conclusiones machistas: él no era de esos machistas; era un macho, eso sí, ¡y muy macho!, de eso no cabía la menor duda; si usaba Hombre era en razón del uso tradicional referente a todos los seres humanos; tampoco en eso podía ser moderno; tampoco en eso podía ser hipócrita; lo sentía- la Humanidad, el Hombre, decía, son comprensivos con una parte de los seres humanos que nacieron con taras congénitas: maricones, locos, pervertidos ...; o perdona las anormalidades que los viejos puedan causar; lo que no perdona son las transgresiones que sus iguales hacen, sin motivo aparente, a las normas establecidas; un ejemplo claro: el automovilista que le insultó por su distracción y con razón.
Una razón, claro, relativa: él -el automovilista- no podía saber, no sabía, que había estado varios días en el hospital, deshidratado y con suero intravenoso; y las enfermedades queman, ¡vaya si queman! que se lo digan a él que había perdido una cierta velocidad de movimiento, de reflejos, de fuerza...
(continuará poco mas)
1 comentario:
lo siento pero no, no conozco ese relato de Conan Doyle... y vete tu a saber como se llamaba en realidad en inglés...
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