Se cuidaría mucho de confiar demasiado en sus fuerzas; la enfermedad le había dado pruebas sobradas de que aún no podía brincar como un potrillo.
Al llegar a ese punto se felicitó de que su mente comenzara a dar muestras de buen funcionamiento: acababa de unir hechos y sacar conclusiones del primer paseo por las cercanías del hospital: A) estaba aún débil; B) comenzaba a recuperarse.
La conclusión primera, (A), surgió de sus tropiezos y despistes; la segunda, (B), a causa del renacimiento del macho, desaparecido, durante días, entre las paredes hospitalarias, entre esos vejestorios en fase terminal; pero... se había conmovido solo de pensar en las hembras... ¡Dios y qué hermosas que estaban!; sin ir mas lejos la que acababa de recibirlo en sus brazos o....
O la que veía caminar frente a él por uno de esos senderos semicirculares: joven, de mirada tímida, que por los pasillos del hospital le había sonreído varias veces; estaba claro, para él, que quería guerra; aunque, lo reconocía, él no hubiera podido enarbolar el fusil: a partir de ahora ya sería harina de otro costal.
Se dispuso a atravesar la calzada por el paso de cebra.
Mira a la derecha: a lo lejos, se veían venir algunos automóviles. Luego a la izquierda: nada.
Adelanta un pie y avanza, lentamente, erguida la cabeza e hinchado el pecho.
La joven lo mira y él muy digno desvía la vista a ambos lados: un coche se le acerca.
Aviva el paso. A un tiempo oye gritos de gente y pitidos de coche casi desesperados.
Un vehículo le pasa rozando.
El cerebro, a pleno rendimiento, aprovecha la confusión para ordenar un traspiés y abrazarse a la joven.
--¡Viejo de mierda! -escupe la moza y se lo quita de encima.
La exclamación, "¡Viejo de mierda¡" "¡Viejo de mierda!", suena y resuena en su oído como si hubiera chocado en alguna pared haciendo eco y multiplicándola.
-Viejo, ¿por qué?... Eso lo puede decir el escritor Eusebio García Luengo con noventa y un años con los orgullo; pero yo que no he llegado a los ochenta... ¿por qué viejo?.
Mira hacia atrás: la joven se aleja indiferente por la acera.
--¡Bah!... ¡Qué entenderá una burra cuando es día de fiesta! -se dice- Lo que tengo que hacer otra vez después de tomar el desayuno es ...
Una monja le sale al encuentro.
-- Pero... no le había dicho el doctor que podía dar una vuelta por el jardín como todos los del psiquiátrico. ¿Por qué ha salido fuera?
Como no quiere discutir con ella -sería inútil, pensó para si- inicia un corte de mangas y casi sin mirarla se adentra en...
1 comentario:
Eres un estupendo narrador Talin. No recuerdo si me lo has dicho ya, pero ¿tienes algo publicado?
Imagino que sí. La verdad es que escribes muy bien. No sé si es casualidad, pero encuentro cierta amargura en todo lo que escribes, ¿me confundo?
No obstante, los años nos hacen ver las cosas con cierto escepticismo. Yo, aunque me empeñe en seguir siendo infatigable romántica, también lo soy: escéptica en tantas cosas...
Saludos.
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