Por J. Mª Amigo Z.
Corrida del Gallo, Añacea del Gallo en Guarrate(*) (Zamora)
La, así denominada, ‘Corrida del Gallo’ o ‘Fiesta del Gallo’ es digna de ser estudiada por esos que indagan en las tradiciones y costumbres de los pueblos, como hicieron el antropólogos inglés Bronislav Kasper Malinowski o el español Julio Caro Baroja y otros. Ahora, más urgente el estudio si cabe porque está desapareciendo, obligada por la disminución alarmante de comunidades campesinas en el mundo entero.
Siempre nos ha obsesionado este festejo de algunos pueblos de la provincia de Zamora (España) que, creemos, es una preparación o introducción al mundo adulto. Pareciéndonos, quizás nos confundamos, a ceremonias iniciáticas; teniendo puntos de contacto con las que celebran numerosas aldeas africanas que se rodean de ritos secretos, o semisecretos, algunos dolorosos o sangrientos: recordamos la extirpación del clítoris en las niñas que terminan la pubertad. Aquí, ya se ha perdido esa aureola secreta, misteriosa (si es que la tuvo alguna vez), pero guarda un cierto sabor añejo a sangre derramada.
Nosotros, como puede leerse, la hemos rebautizado con una palabra en desuso ‘Añacea’ para darle más antigüedad al asunto: en vez de ‘corrida’ o ‘fiesta’, añacea.
Si no nos falla la memoria, creemos recordar que se celebra, o celebraba, en invierno, apellidándola ‘del gallo’ por ser este animal un elemento esencial de la ceremonia, al que todos miran, del que todos hablan y al que todos se dirigen, no en vano anuncia el amanecer con su kikirikí; es decir: la apertura de un nuevo día y el fin de las tinieblas que hunde al mundo en la oscuridad, escondiendo la podredumbre que por doquier se alza; y donde se fraguan, también, las más siniestras canalladas. Lo llevan a las afueras del pueblo. Y, atado por las patas, lo cuelgan de una cuerda que une dos vigas, colocadas a ambos lados de un camino cualquiera. Hacia allá se encaminan, a la caída de la tarde invernal, los habitantes de la comunidad. Luego, acuden los quintos. Todos los de la quinta de ese año. Lo hacen a caballo, vestidos de militares y con espada al cinto.
La fiesta, en si, no comienza hasta que el capitán (el mayor de los jóvenes que entran en quinta) presenta, dirigiéndose al gallo tutelar, desde su caballo, al resto de sus compañeros. Lo hace en verso. A veces, son solo ripios. Pero eso, es lo de menos. Luego de terminada la presentación, le pide a la orquesta (siempre hay, o había, una orquesta que eran unos pocos músicos colocados al lado del camino) que interprete una pieza mientras ellos galopan un buen trecho del camino. De regreso de la primera cabalgada, uno tras otro, los componentes de la quintada, todos a caballo y con espada al cinto, van recitando unas composiciones poéticas llamadas ‘Relaciones’ pidiéndole, cada uno, a los músicos que toquen algo mientras invitan a sus caballos, espoleándolos, a una nueva galopada.
(Por cierto, así nombra, 'relación', su monumental poema, Martín Fierro, el poeta argentino José Hernández: “Y atiendan la relación / que hace un gaucho perseguido, / que padre y marido ha sido / empeñoso y diligente, / y sin embargo la gente / lo tiene por un bandido”)
El último en declamar su ‘relación’ es el capitán.
La forma de estas ‘relaciones’ se ajusta a cánones predeterminados: en primer lugar se enumera (hace una relación) la vida del mozo que, éste, quiere destacar; y se reparte el gallo a trozos, simbólicamente, pues el ave sigue vivito y coleando en la cuerda, a pesar de los intentos de cortarle el cuello que, con las espadas, hacen los caballistas; espadas que no saben manejar. En el reparto, las partes mejores se la llevan la madre, el padre y la novia (si la tiene): el corazón (generalmente para la madre), los muslos (al padre)...; y las partes peores se las entregan, imaginariamente, a las personas más detestadas: patas, tripas, plumas...
Las composiciones serán mejores o peores dependiendo del bardo que las escriba. Porque hay, o había, ciertos campesinos a los que se les daba muy bien eso de componer coplas, tanto que muchos mozos acudían, de varios pueblos a la redonda, para solicitar sus servicios poéticos.
Si, a pesar de la escasa natalidad, ha pervivido esta tradicional justa poético/caballeresca, se debe a la incorporación de la mujer a la Fiesta del Gallo, a la Corrida del Gallo: cuando escaseó el número de mozos, las mozas cubrieron el hueco. Y es que, en este terreno, como en otros, la mujer ha metido la cabeza para no volverla a sacar. Se venían de los más alejados núcleos de población, hasta el pueblo de sus padres, para participar en este festejo de origen iniciático. Con todo, hay que decirlo, el abandono del campo sigue goteando, es continuo el derrame; hay años que no se puede realizar esta celebración porque tan solo hay un mozo o una moza o nadie... Por eso decimos que es urgente que se recojan en libros estas fiestas... Que se publique el mayor número de ‘relaciones’... Para ello hay que hurgar en la memoria de las gentes... A lo mejor, tal vez, ya se ha hecho... Nosotros lo ignoramos...
Eso sí, en otro post, lo prometemos, escribiremos una relación hecha por nosotros en octavas reales como lo hizo José Hernández en su Martín Fierro.
Del texto: José María Amigo Zamorano
Tomado de: http://senocri.blogcindario.com/2007/08/00065-corrida-del-gallo-fiesta-o-anacea-del-gallo.html
Podéis consultar la página de Guarrate sobre la Fiesta del Gallo en: http://www.fuentelap.com/la%20villa/pueblos/guarrate/hojas/gallos.htm
1 comentario:
José María, me dejas meditabunda y contrita. De un lado urge que estas tradiciones se recojan en libros de hojas de oro para que no se pierdan y por otro, he de reconocer que me sale la vena sensible y me duele el gallo.
Ahora bien, ¿tú te has cortado alguna vez haciéndote una gran herida?....Si ha sido así, te darás cuenta de que el dolor apenas se nota: se hunde la hoja del cuchillo en la carne, podemos desangrarnos y apnenas si nos damos cuenta. Me pregunto si el toro en la plaza, siente las banderillas o el estoque?
Son preguntas que me hago una y otra vez y no obtengo respuesta convincente. Ahora bien, te digo que me duele menos el dolor del animal, (del gallo y del toro)que el dolor que me produce ser congénere de la bestialidad del hombre que provoca tanto dolor. Eso sí que me duele, amigo.
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