Y seguía viajando el oscuro peregrino.
El cielo azul de camisa azul, se pobló de ángeles exterminadores dedicados fervorosamente a destruir símbolos y a quemar banderas, a prohibir lenguas y a amordazar libertades.
Picasso llamó 'Sueño y Mentiras de Franco', a aquel infecundo y cruel abismo de espantos.
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"Haz una cruz sencilla, carpintero" (*)
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50 años de aquello y aún nos perdura en algunos, lo que el olvida obstina en no concedernos.
Pero la gran memoria colectiva, la última y más joven, pertenece casi enteramente a los que palpan con imprecisión de cosa distante, lo que fue la guerra civil. Les resulta ser como un viejo sistema nervioso que hace años que yace bajo tierra: algo que en horas de nostalgia, comentan los padres o los abuelos, con los amigos de su edad. "¿Te acuerdas?". A la última guerra romántica -como se la ha llamado- le han crecido hiedras hasta en los ojos.
Es cierto que lo propio del tiempo es hacer desvanecer los primeros planos, y disolver la precisión de los contornos de lo que un día fue volumen y color, y detener el movimiento y acallar las palabras: pero es cierto también, que lo que fue vida nunca muere del todo.
Cuando la persistencia del recuerdo se nos configura desde la fidelidad, la gratitud y el reconocimiento, tál es la fuerza del sentimiento, que se invierten las perpectivas para hacer volver hasta nosotros, -recuperados del pasado- las imágenes invocadas.
Esta Exposición trata del compromiso de lealtad irrenunciable que unos artistas plásticos hemos sentido -por sobre el tiempo y el olvido- para con los hombres y las mujeres que lucharon contra el fascismo feroz. Para con los que sufrieron indecíblemente castigos y persecuciones. Para los que ofrendaron en su juventud luminosa, el sacrificio de sus vidas...
"me voy porque la tierra y el pan y la luz, ya no son mías;
me voy porque la espiga y la aurora, ya no son mías." (*)
En memoria de ellos estamos aquí, de los que nunca deben de ser olvidados.
Nos testimoniamos renunciando a odios y rencores: no caben en un acto de amor. Y lo hacemos desde las obras expuestas en estas paredes, reunidas aquí para este homenaje, como expresión fehaciente de nuestra presencia.
Que estas palabras sirvan -así lo deseo- como resumen del pensamiento compartido por mis compañeros artistas, y para dar mayor ánimo -si cabe- a los organizadores de este noble empeño; de esta justa y necesaria manifestación de hermandad.
Nestor Basterretxea
Hondarribia, mayo 1988
(*) León Felipe
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