domingo, 5 de septiembre de 2010

Iswe Letu: Menos que el pedo de una hiena vieja (4)

4.


Cualquier pretexto era bueno para no salir a la calle. Se pasaba todo el tiempo con su esposa, a la que contaba una y otra vez la escalada por la parte más empinada del ya mentado risco. Ella lo escuchaba poniendo suma atención en lo que decía, preguntándole, de cuando en cuando, sobre cierta parte que no entendiera del todo o que le agradara oír; como, por ejemplo: qué sintió cuando despertó después de su noche de amor, cómo tenía ella el rostro cuando la contempló antes de salir a pasear, de si estaba tapada o por el contrario dormía a pierna suelta, de si la besó o no, de si la acarició o no, y, si lo hizo, dónde la tocó y ella qué actitud tomó, tal vez se estremeció, le dijo alguna palabra, lo invitó a quedarse, o... porque no se acuerda apenas de nada, solo que le oyera entre sueños que se iba a dar un paseo. Y lo que si recuerda es que se ovilló en la cama porque sintiera que le acariciaban su 'chocho', esa fue la palabra que utilizara Beatriz riéndose, 'chocho'; con esa risa alegre y cantarina, que siempre era el comienzo de una serie de caricias y roces que acercaban los labios de ella hacia el pene del Ángel que se endurecía de repente y que a ella le producía una sonora carcajada a la que se iba acostumbrando; y que, ya, ahora, en lugar de desconcertarle, como antes, se estiraba y alargaba sus manos para acariciar los cabellos de la cabeza de ella; o bien ella ponía hincapié en que describiera el canto del halcón peregrino, su plumaje, el pico, el vuelo rápido rozando su cabeza, el peligro que pasó, en quién pensó, si pensó en ella, aunque fuera un momento, confesándole él que si, que pensó en ella, cómo no iba a pensar en ella, con lo que la quería y ella lo besaba y le daba las gracias; si bien para sus adentros se decía que, en este punto, se contradecía ya que unas veces decía que no había pensado en nadie más que en 'su pellejo', esa expresión utilizó 'su pellejo' cuando se lo contara la primera vez, pero que quizás, y apartaba esos pensamientos, no hubiera oído bien... y muchas más preguntas; al tiempo que declaraban una y otra vez amor eterno en aquellos días... nada del otro mundo en dos enamorados recien casados... de modo que así estuvieron esos días como en un nido, un nido de amor.

El cuarto o quinto día, cree, a la hora de comer, la televisión, en la segunda cadena, daba un reportaje sobre la vida de animales en la naturaleza como era costumbre; y como era costumbre un conocido ecologista narraba, con mucho detalle, los avatares acerca de la existencia del animal que hubieran programado; y un fotógrafo acercaba su objetivo al nido o madriguera del animal en cuestión; y al fotógrafo siempre le acompañaba otra persona.

El reportaje llamó la atención de los sentados a la mesa desde el primer momento por varios motivos: porque en este caso se trataba del halcón peregrino, porque los paisajes les resultaban conocidos y porque la persona que acompañaba al fotógrafo era Ángel.

El fotógrafo decía a los televidentes que, pocos días antes, le había llamado Ángel por teléfono comunicándole el hallazgo del nido del ave predadora, su intento fallido por llegar hasta él y cómo, ambos, con cuerdas, desde la plataforma del risco, conocido por esa zona como Risco del Suicida, habían llegado hasta el nido y habían sacado numerosas fotografías.

Beatriz miró a sus padres y a continuación a su esposo y exclamó:

-¡Anda, si es verdad todo lo que has contado! Mira, Ángel, eres tu.

Aquel, pensó, no podía ser él sino un monigote puesto por la televisión para rellenar el reportaje de pocos minutos. No podía ser su persona aquello que resumía en un breve instante sus inquietudes de macho en la noche de bodas, su salida del tálamo creyéndose un ser que no había dado la altura ante la hembra, porque la risa de ella cortaba de raiz sus ansias, porque la risa de ella le transportaba hacía un rincón de menosprecios y ridículos, tanto que quedó corrido y cortado por la risa de ella, o bien la risa le hacía deribar a su cerebro hacia especulaciones acerca de redes lanzadas por una hembra con objeto de ser mantenida, y, sobre todo, que su palabra valía menos que el pedo de una hiena vieja...

-Me voy a la habitación. Te espero -eso es todo lo que dijo el aludido.

Se fue rumiando la frase leída y aprendida en un libro sobre animales africanos acercándose a la conclusión de que es mejor hacer que decir. Los hechos quedan. Las palabras se van como el humo.

Beatriz desconcertada por las palabras de su esposo se quedó en la silla viendo la tele sin verla. Luego, indecisa, más que marcharse se deslizó en silencio, temerosa, y con un nudo en su garganta, donde su esposo le había indicado. Abrió la puerta y vio con sorpresa a su marido desnudo. Más salido que un garbanzal. Por supuesto, con el pene tieso. Angel la desnudó inmediatamente, nervioso, anhelante, casi con prisas, diciéndole:

-Hoy me voy a transformar en halcón peregrino. Voy a cubrirte una y otra vez para que nadie diga nada de gatillazos. Hoy van a ser otros labios, no los de tu boca, los que laman mi polla. Ponte de rodillas en la cama, cariño, te voy a joder al estilo halcón. ¡No! ¡No digas nada! Mejor así. En silencio. Las palabras valen menos que el pedo de una hiena vieja.

Aquel episodio lo almacenó en la faltriquera de su memoria para siempre. Con él llegó a la conclusión, creemos haberlo escrito varias veces, que su palabra no valía nada. Como humo. Menos. 'Menos que el pedo de una hiena vieja'. Una frase que leyó una vez en un libro, como ya hemos dicho, sobre animales africanos. Porque, aunque no era un hombre muy leído, le gustaba mucho la naturaleza y cuando su trabajo de escayolista se lo permitía leía todo lo que la biblioteca de su pueblo tenía sobre animales y plantas.

Eso, 'menos que el pedo de una vieja hiena' era el valor de su palabra, se repetía cuando lo recordaba. Aunque estuviera basada en hechos, como fue el caso que hemos narrado.
 
Otros, por lo que constató en el pueblo de su esposa, eran los dueños del valor de la palabra y la repartían conscientes de que se creería como verdad absoluta.
 
Fin

1 comentario:

Bogador y caminante dijo...

La televisión todo lo jode. Aunque en este caso y al fin de cuentas (o al fin del cuento) la joda de la televisión fue arreglada de buena manera por Ángel.