10.
Se hallan reunidos, en torno a una mesa, ante unas jarras de vino, en un rincón de la taberna el alfarero, Rustem, Al-Jalil y un platero al que acaban de despedir del trabajo. Son los amigos de Omar Khayyam. Algún día los retrataremos. Rostros tristes, serios, taciturnos, como sumidos en hondas y graves preocupaciones. Llega Omar Khayyam. Fuera, el sol hace del día una promesa radiante. Y la temperatura, suave, anticipa el otoño. Y, fuera también, en la terraza, debajo de una parra, otros feligreses como ellos, en otra mesa beben y ríen de lo lindo. Dentro el tabernero se afana tras el mostrador. De repente uno de ellos exclama:
--¡Tabernero! ¡Otra ronda de vino!
--¡Ya es hora! Hoy, amigos, vuestra mesa parece un velatorio. ¡Caray! No sé que os pasa.
Mientras esperan al tabernero uno de ellos, quizás Omar Khayyam, no se le ve bien, les dice a sus camaradas:
--Algunos de nuestros buenos, leales y fieles amigos se han ido marchado. Se los llevó la Muerte, con su guadaña, cuando ellos menos lo esperaban. Y nosotros, claro, tampoco la esperábamos. Solíamos reunirnos aquí, a charlar, a cantar, a beber; a beber y a cantar y a charlar; aquí, como todos sabéis, en esta taberna. Pero oídme bien, Amigos Borrachos, tan solo cayeron una o dos rondas, una o dos rondas nada mas, antes que nosotros, así que los recordaremos bebiendo a su salud.
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