Lo que nos donan u ofrecen por doquier los charlatanes de la feria imperante, no son más que trampas para claustrar las mariposas; orín o herrumbre colocado en las alas de las libélulas; ¿dádiva o venta?, qué mas da, para disfrutarlo en cautividad; desconoce el poder arrollador del agua que, fluyendo libremente del cangilón al cauce, esparce el mijo junto al trigo.
La conseja de la anciana que hizo mella en tu oído y lo dañó; los rumores cocidos en las fraguas de los herreros, sin conciencia de la eternidad de los metales; el falso aroma de los recuerdos: las telarañas de urbes antiquísimas; el polvo de los pilares derrumbados; la fotografía que no eres tú y te miente, descarada, mirándote... todo, absolutamente todo, lo que no te dejó crecer en libertad, arrúmbalo, arrúmbalo y para siempre en el sobrado.
Aparta los adornos, los espejos y los escaparates también.
Los adornos, en el cristal del tiempo, engañan aún mas que las pobrezas pintadas en las cabañas de arzobispos y banqueros.
Los espejos y los escaparates, también forman conjuntos sugerentes, escondiendo su brutal ambucia en oropeles, e incitando a cuchillos por mano de verdugo.
Renueva tu pacto con el diablo que te ayudó a desenmascarar los templos, donde imparten lecciones de amor los eunucos a parejas de enamorados o a simples necesitados de cariño, y salen, !que vergüenza!, ruborizados y confusos.
Reúne, en fin, a los que fueron en ti, buenos compañeros o amigos de "pecados veniales y mortales" (según el argot de aquellos tiempos) en ellos encontrarás los gérmenes que harán una gran revolución en tu persona...
De ti brotará un hombre nuevo y libre, como las mariposas o libélulas...
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