Rogelio Martínez Furé
Nos hablamos a nosotros, y solo para nosotros, a nosotros que estamos, aquí, sentados, esperando a la muerte, sin mover un dedo.
Hablamos para nosotros solos.
Lo hacemos, porque si se lo contáramos a las fuentes o manantiales, ¡bueno bueno!, enmudecerían emocionadas y luego dejarían de manar avergonzadas; porque si se lo narráramos a los árboles, ¡no sé no sé!, temblando perderían su vegetación; y, ¿qué decir si se lo explicáramos a las rocas?... pues... conmovidas, perderían su fortaleza para siempre; y ni por asomo se nos ocurriría decirle nada de esto al obús de 75 ya que, entonces, indignado, haría explotar su mortífera carga sobre nosotros por cobardes; por supuesto, ni una palabra, ni una sola palabra, acerca del deshonor de haber colgado la conciencia de clase obrera o proletaria... o como cada uno de nosotros designamos la conciencia de clase oprimida por el capital... deshonor por colgar ese arma como un trasto inútil... ni una palabra, repetimos, de este vergonzoso hecho a las piedras... pues... qué sé yo... se desharían llorando en pura arena.
¡Oh, nosotros, que estamos viviendo esta crisis del capital explotador, que estamos viendo este latrocinio, el ladronicio mundial, global, sin mover un músculo de la cara!¡Escuchémonos... por lo menos!
¡Escuchémonos nosotros, que estamos bebiendo el jugo de estas uvas amargas y no podemos sorprendernos de que nuestros retoños tengas los labios agrietados!
Si, nosotros no podemos lamentarnos de que nuestros hijos hayan nacido sin coraje.
(*) Poema nº 195 de la página 10 del tomo II de la antología 'Poesía anónima africana' de Rogelio Martínez Furé; editorial Arte y Literatura, Ciudad de la Habana 1985.
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