El Otro lo contempló irse por donde vino. Por cierto, esta vez con la cabeza bien alta. Rareza que vecinos que pasaban por la calle lo notaron. Mirábanlo extrañados al pasar balanceando la bolsa de plástico como balaceaba al compás su cuerpo.
A El Otro, tras el mostrador de frutas y verduras, se le agolpaban los sentimientos: la indignación, el odio, la ira... Y las imágenes pasadas se le atropellaban queriendo salir al teatro de la memoria: el llanto por la pérdida de la novia, la mili, El en la enfermería con la cara ensangrentada, la amistad de ambos en la juventud...
Hasta sus últimas relaciones con Ella que casi no eran ni recuerdos sino sensaciones placenteras. Piel con piel. La sentía. Y se calentaba pensándolo. Qué se le va a hacer. Paciencia.
Eso de sus 'últimas relaciones' lo contaremos rápido porque para Ella y para la historia no es importante. Fue de la siguiente manera: El Otro militaba en el Partido y Ella se afilió al mismo, no por querer cambiar el mundo, sino para poder defenderse de los ataques que su marido y Ella recibían por parte de unos indeseables. Si bien El Otro pensó que otras motivaciones la empujaron a acercarse al citado Partido. Y su persona, según lo que pensó, no estaba lejos de esos motivos. Lo cierto es que no solo se afilió, Ella militó intensamente: acudía a las reuniones, cobraba cuotas, pegaba carteles, repartía propaganda...
Tanto se involucró que la nombraron miembro de comité del Partido. El Otro, por supuesto, apoyó su elección. En uno de esos repartos de propaganda, de noche, una noche fría, con las calles heladas, aterida de frío, le tocó de compañero (porque siempre iban emparejados recelando de fachas) a El Otro y entraron a una casa a buzonear; en esto estaban cuando entró un conocido nazi que a la sazón vivía allí y para no tener que enfrentarse con semejante sujeto se escondieron en un rincón, casi abrazados. Y la intimidad, los recuerdos, la ternura, el frío, hicieron el resto de besos y caricias y si no fue a más, porque no pasó de ahí, se debió a que se les hacía tarde y tenían que seguir el reparto. Hubo más ocasiones porque tanto uno como la otra solicitaban ir juntos. Solicitud que no pasó inadvertida para los miembros del Partido, comenzando las habladurías.
Aunque hay que decir, porque sino no se entiende, que cada uno se arrimaba al otro por distintas razones: Ella porque así se acompañaba de uno conocido y El Otro buscando el tiempo perdido y una pizca de venganza. Mas como luego llegaran a ellos las habladurías decidieron salier juntos las menos veces posibles. Hasta cortarlas definitivamente. Ninguno de los dos estaba predispuesto para recomenzar una pasión amorosa. La juventud que uno reclamaba había huido para no volver más. Y Ella era otra distinta, o eso creyó El Otro, a la que ejerció la pureza amorosa antaño. En cuanto a Ella, no quería de ninguna manera aventurarse a quedarse desnuda y sin marido. Fueron estas y otras razones -pormenorizarlas sería gratuito y cansado y que no aclararían el hecho que les estamos narrando- lo que les separó.
Y si nos atenemos a los hechos, lo cierto es que, tras la elección de la lista de militantes a la candidatura del Partido para las elecciones municipales, de la noche a la mañana, y nos ceñimos a los hechos como ya hemos dicho, Ella dejó de acudir por la sede del Partido. También es cierto que no la eligieron para ir en esa lista a futuros concejales. Y en este caso El Otro tampoco le dio su voto.
(seguirá)
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