'La gallina ciega', si, 'La gallina ciega'. Así se llama una obra de Max Aub (1). Tiene 429 páginas en la reedición que acaba de sacar a luz el diario Público.
Pues bien, llevaba leyendo 331 y no había encontrado aun su nombre escrito. Tentado estuve de cerrarlo, cuando al pasar la página lo hallé: allí estaba Eusebio García Luengo citado en la siguiente pregunta: '¿Por qué García Luengo v. gr., no me dijo: soy Eusebio? No lo comprendo'. Y nada más, dentro de un corto apartado o capítulo (si puede llamarse así) de la 'La gallina ciega' que luego reproduciré (2).
He leído esta obra solamente por ver si lo que Eusebio me había comentado era cierto.
Eusebio García Luengo, para los que no hayan oído hablar de él que serán la inmensa mayoría, fue un escritor nacido en Puebla de Alcocer (Badajoz) pero que vivió la mayor parte de su vida en Madrid. Republicano, estuvo muy cercano a los comunistas y sobre todo amigo del escritor comunista palentino César M. Arconada. Según Eusebio su marxismo era de 'impregnación de ambiente'. Conoció a practicamente todos los escritores de la República. Hasta vivió cerca de Azaña pues tuvo unas relaciones estrechas con el cuñado del presidente de la República, Cipriano de Rivas Cherif. Ambos eran muy aficionados al teatro.
Citar los amigos y conocidos a los que trató sería interminable: ya en esta monarquía heredada del franquismo el Presidente del Tribunal Consttitucional fue amigo suyo Garcia Pelayo se llamaba, Elena Soriano, Cela lo invitó a su boda, Gerardo Diego, Carlos Gúrmendez, González Figueroa... Y antes Arconada, Wifredo Lam, Neruda, Sender, Machado...
Citar los amigos y conocidos a los que trató sería interminable: ya en esta monarquía heredada del franquismo el Presidente del Tribunal Consttitucional fue amigo suyo Garcia Pelayo se llamaba, Elena Soriano, Cela lo invitó a su boda, Gerardo Diego, Carlos Gúrmendez, González Figueroa... Y antes Arconada, Wifredo Lam, Neruda, Sender, Machado...
Eusebio veraneaba en Las Navas del Marqués. Allí lo conocí por los años 90 del siglo pasado, entablé amistad con él y nos pasamos durante varios años charlando... Bueno, hablaba él solo. Y daba gusto oirle.
Creo que fue a raíz del discurso que tienen que leer los nuevos académicos para entrar en la Real Academia Española cuando me habló de Max Aub. Un nuevo académico entró en la citada institución y versó su discurso sobre Max Aub. No recuerdo el nombre de ese académico. Pero es un escritor muy connotado que ha escrito numerosas novelas. Algunas de peso, en páginas, considerable. Escritor al que no he leído. Un pecado que debo confesar. Aunque me condene al infierno. Este escritor, según los entendidos en los vericuetos de su novelería, es de un izquierdismo muy sospechoso, tanto que -siempre al decir de estos sabios en su escritura- tiene unas posturas de revisionismo histórico poniendo en el mismo nivel a los republicanos y a los fascistas que se sublevaron, arma en mano, contra el gobierno legal, legítimo, elegido en las urnas, de la República. En fin... eso dicen... de este literato que cogió la llave de Max Aub para penetrar en el recinto académico.
El ver resucitado a Max Aub no le sorprendió a Eusebio García Luengo. A pesar de ser un desconocido para la inmensa mayoría de los españoles. Como lo era el propio Eusebio. ¿Por qué no se asombró? Por dos cosas: una porque la vida da muchas vueltas y en literatura también y lo que hoy parece entoñado para siempre resurge, nuevo y luminoso, con las mismas galas de su juventud más joven; y segundo porque escribe muy bien. Esas fueron las razones de D. Eusebio.
Le dije que había leído algunas obras de Max Aub. Pocas. Que el FRAP lo había citado con admiración y respeto. Quizás por ser escritor valenciano. El FRAP tenía militantes valencianos relevantes. Quizás por eso... Sabía, eso si, que regresó del exilio a España -estaba refugiado en México- para dar una vuelta de pocos días y que se marchó diciendo que lo que mas le había gustado de la televisión española fueron las cartas de ajuste.
-No me extraña que dijera eso viniendo de él. No tenía pelos en la lengua. Si, efectivamente, a finales de los sesenta pasó por España. Yo asistí a la presentación de uno de sus libros.
-¿Lo conocías?
-¿Y quién no conocía a Max Aub?... Lo conocí y lo traté. Creo que llegamos a ser amigos.
-Pero no fuiste a saludarlo.
-No. No lo hice.
-Un poco desleal por tu parte.
-Bueno... Verás... Estuvo siempre rodeado de gente. Personas que ni lo habían conociddo, ni tratado, ni cristo que lo fundó. Y yo atrás, mirando. Con mi timidez incorregible. No me atreví. Me dio corte. El orgullo me pudo. Los tímidos somos muy orgullosos. Y eso nos paraliza.
-No te preocupes. Él tampoco se acordó de ti.
-Al contrario. Me cita en 'La gallina ciega'. Un familiar, que la ha leído, me ha dicho que me nombra reprochándome que no fuera a saludarlo. Yo no la he leído. Mi vista ya no me permite acceder a las letras. ¡Qué le vamos a hacer!
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El texto del apartado o capítulo o trozo o como quiera llmarse es el siguiente:
(2) "A firmar ejemplares de No que saca hoy Cuadernos para el Diálogo, en una librería (Cult-Art, ¡hazme el favor! Me recuerda el Pul-Mex de Puebla. Prefiero el segundo -una pulquería tal como su primera sílaba indica) de la calle Bravo Murillo, en el sótano, como debe ser. Parece que han repartido muchas invitaciones. Llegamos, bajamos, cien personas, ni tiempo tengo de quitarme la gabardina; me siento y me pongo a firmar ejemplares. Ni siquiera pregunto el nombre, me lo dan, añado 'sinceramente', 'con amistad', 'agradecido' etc., firmo. Otro. Otro. Otro. Ni siquiera levanto lacabeza para ver a quien le toca el ejemplar. Uno, otro, otro, otro.
Hasta que llega alguno que me toca de cerca: Gloria Fuertes -a quien hice avisar-. Luego, Luis Rosales: me quedo estupefacto, me levanto, flash, foto, abrazo.
-Gracias.
-¿Había sido conocido mío alguna vez?
Luego me enteré que allí había viejos amigos que 'no se atrevieron a acercarse'. Me doy a los demonios. ¿Cómo querían que los reconociera? ¿Por qué García Luengo v. gr., no me dijo: soy Eusebio? No lo comprendo.
A las dos horas no puedo con mi alma. Algún periodista -de los periódicos que ya se cansan de tanto ver hablar de mi- dirá. mas o menos: 'Un anciano medio calvo firma sin fijarse, como si no le importara'.
Si, sí me importa. Pero no puedo levantarme a hacer un discurso.
Todos, muy amables. Lo que quiero es meterme en la cama. Me duele la mano, la cabeza, los hombros, el alma. Pero estamos metidos en un engranaje."
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¿La obra? Bueno, es lo que es: impresiones de una visita. Impresiones que son muchas veces chispazos agudos, atinados, de la realidad de los años 70 del siglo pasado y de lo que ha venido a ser en el futuro. Una visión pesimista de los españoles, también. Entrevistas con numerosos escritores y editores. Merece leerse. No ha perdido gracia. Si actualidad, claro. Es necesario un comentario más pormenorizado que no es lo que yo quiero resaltar ahora.
Max Aub en 'La gallina ciega' páginas 331, 332; Diario Público, colección Voces Críticas, Barcelona 2010
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1 comentario:
Interesantísima anécdota. Amena, ejemplar, conmovedora.
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