En Euskadi, hoy, en estos momentos, gobierna, como un solo partido, el PP, partido de origen franquista (fascista para todo el orbe) y el PSOE, formación política de procedencia obrera y republicana (socialista para todo el mundo) Esta conjunción partidista podría bautizarse como PPSOE (partido popular socialista obrero español) Solo en el nombre.
Hace apenas nada, un día, ambos partidos, como uno solo, es decir como PPSOE, han consensuado un director para que dirija la TVE.
Ambos se colocan la medalla de la responsabilidad como guardianes del Estado, cuya forma es, en España, claro, la Monarquía. La Monarquía Borbónica.
Éste estado monárquico, surgido de la llamada transición, es decir del cambalache entre el franquismo (fascismo para el orbe) y la oposición a él más poderosa, tiene por jefe a un rey llamado Juan Carlos, con número de orden, primero (Juan Carlos I) nombrado por un dictador sanguinario, el general felón Francisco Franco.
Es un estado, por tanto, que dirige una persona nombrada por un fascista. Y para que se vea aun más la jugada, ese rey es, además, militar de profesión y, según la constitución que ese cambalache se dio, su jefatura llega hasta los ejércitos de tierra, mar y aire. Es un Rey, Jefe del Estado, Capitán General de los Ejérctos de Tierra, Mar y Aire.
Pues bien, este rey, jefe de estado y de las fuerzas armadas, jamás, nunca, ha condenado su origen: el franquismo (fascismo para el mundo entero) que sería como condenarse a él mismo.
Este estado de cosas es un estado de cosas capitalistas; es decir: domina por toda la rosa de los vientos la explotación del hombre por el hombre; la explotación de los trabajadores por lo patronos; la explotación del Trabajo por el Capital. Y este estado tiene un gobierno; es decir: un comité central de la burguesía; en la gobernación de ese estado se turnan el PP y PSOE.
Es lógico que, los que parieron este cambalache, se unan en momentos determinados y para cuestiones que consideran cruciales para salvaguarda de ese estado; por ejemplo: Euskadi donde la actividad de los independentistas hace temblar su edificio monárquico tan largamente construido.
Y para que nada se les vaya de la mano han amarrado bien ese instrumento que D. Agustin García Calvo denomina de Educación de Masa, la Televisión.
Aunque, a veces, alguno de los miembros dirigentes del Partido Popular (PP) que, como hemos dicho más arriba, es un partido de origen franquista (fascista es el nombre más universal con el que se conoce a esa palabra española); cuando, repetimos, a un cierto jefe del PP se le ocurre asomar la pata, al verse acorralado por los escándalos de corrupción, declarando que lo que quieren los denunciadores socialistas es irlo a buscar, a su casa, en un camión y tirarlo, por ahí, muerto, se hace el silencio. ¿Por qué? Porque todo el equilibrio PP-PSOE se tambalea. Y es que a lo que el Camps (es él quien lo dice) se refiere es a lo que los franquistas (es decir los fascistas de los que él procede) hacían, antaño, allá por los años 30 del siglo pasado con los trabajadores antifascistas españoles. Que los tiraban luego asesinados por cunetas o enterraban en fosas que aun se buscan (recordamos el caso del poeta Federico García Lorca). De eso hablaba el neofranquista de Camps. Y todos se han callado como zorros. En lugar de condenar esas palabras, abuchearlo o expulsarlo de la política, sus partidarios lo aplaudieron. Claro el PPSOE no arma la marimorena porque ve que eso no hace peligrar su estado monárquico.
Este hecho demuestra, además, gráficamente, que en el cambalache de la llamada transición quienes de verdad tuvieron la sartén por en mango fueron los franquistas. Desgraciadamente. Aun siguen. Dominando. Y así nos va con un jefe de estado nombrado por un dictador, un estado dominado por la burguesía y unas fuerzas políticas progresistas sumisas, cuando no colaboradoras de este tinglado.
Hace apenas nada, un día, ambos partidos, como uno solo, es decir como PPSOE, han consensuado un director para que dirija la TVE.
Ambos se colocan la medalla de la responsabilidad como guardianes del Estado, cuya forma es, en España, claro, la Monarquía. La Monarquía Borbónica.
Éste estado monárquico, surgido de la llamada transición, es decir del cambalache entre el franquismo (fascismo para el orbe) y la oposición a él más poderosa, tiene por jefe a un rey llamado Juan Carlos, con número de orden, primero (Juan Carlos I) nombrado por un dictador sanguinario, el general felón Francisco Franco.
Es un estado, por tanto, que dirige una persona nombrada por un fascista. Y para que se vea aun más la jugada, ese rey es, además, militar de profesión y, según la constitución que ese cambalache se dio, su jefatura llega hasta los ejércitos de tierra, mar y aire. Es un Rey, Jefe del Estado, Capitán General de los Ejérctos de Tierra, Mar y Aire.
Pues bien, este rey, jefe de estado y de las fuerzas armadas, jamás, nunca, ha condenado su origen: el franquismo (fascismo para el mundo entero) que sería como condenarse a él mismo.
Este estado de cosas es un estado de cosas capitalistas; es decir: domina por toda la rosa de los vientos la explotación del hombre por el hombre; la explotación de los trabajadores por lo patronos; la explotación del Trabajo por el Capital. Y este estado tiene un gobierno; es decir: un comité central de la burguesía; en la gobernación de ese estado se turnan el PP y PSOE.
Es lógico que, los que parieron este cambalache, se unan en momentos determinados y para cuestiones que consideran cruciales para salvaguarda de ese estado; por ejemplo: Euskadi donde la actividad de los independentistas hace temblar su edificio monárquico tan largamente construido.
Y para que nada se les vaya de la mano han amarrado bien ese instrumento que D. Agustin García Calvo denomina de Educación de Masa, la Televisión.
Aunque, a veces, alguno de los miembros dirigentes del Partido Popular (PP) que, como hemos dicho más arriba, es un partido de origen franquista (fascista es el nombre más universal con el que se conoce a esa palabra española); cuando, repetimos, a un cierto jefe del PP se le ocurre asomar la pata, al verse acorralado por los escándalos de corrupción, declarando que lo que quieren los denunciadores socialistas es irlo a buscar, a su casa, en un camión y tirarlo, por ahí, muerto, se hace el silencio. ¿Por qué? Porque todo el equilibrio PP-PSOE se tambalea. Y es que a lo que el Camps (es él quien lo dice) se refiere es a lo que los franquistas (es decir los fascistas de los que él procede) hacían, antaño, allá por los años 30 del siglo pasado con los trabajadores antifascistas españoles. Que los tiraban luego asesinados por cunetas o enterraban en fosas que aun se buscan (recordamos el caso del poeta Federico García Lorca). De eso hablaba el neofranquista de Camps. Y todos se han callado como zorros. En lugar de condenar esas palabras, abuchearlo o expulsarlo de la política, sus partidarios lo aplaudieron. Claro el PPSOE no arma la marimorena porque ve que eso no hace peligrar su estado monárquico.
Este hecho demuestra, además, gráficamente, que en el cambalache de la llamada transición quienes de verdad tuvieron la sartén por en mango fueron los franquistas. Desgraciadamente. Aun siguen. Dominando. Y así nos va con un jefe de estado nombrado por un dictador, un estado dominado por la burguesía y unas fuerzas políticas progresistas sumisas, cuando no colaboradoras de este tinglado.
No hay más que verlas gobernando en Euskadi, consensuando un director de televisión y callándose cuando un fascista quiere revertir la Historia. Así nos va.