«Sobre siete colinas, que son otros tantos puntos de observación de donde se pueden disfrutar magníficos panoramas, se extiende la vasta, irregular y multicolorida masa de casas que constituye Lisboa. Para el viajero que llega por mar, Lisboa, vista así de lejos, se erige como una bella visión de sueño, sobresaliendo contra el azul del cielo, que el sol anima»
(Lisboa: lo que el turista debe ver. Fernando Pessoa.)
Lisboa, ciudad de los seis sentidos bañada por el Tajo, en la que uno puede libar su sabor añejo y sentir su olor contemporáneo, en la que uno puede impregnarse del color dorado de sus atardeceres.
Lisboa, ciudad con un halo particular, ciudad que otrora fue cabeza del imperio colonial, ciudad con historia y memoria, ciudad a la que uno desea volver acompañado de la mano y el recuerdo escrito de Pessoa o Saramago.
Lisboa, ciudad humana ya que ningún espacio tiene sentido fuera de la dimensión personal de quien la mira, ciudad con imán, ciudad que embriaga, ciudad dónde no se conciben los lugares, separados de quienes en ellos habitan.
Lisboa y su Chiado, la cultura que emanan sus calles, su luminosidad, con su Plaza del Carmo, testigo de la proclama de la Revolución de los Claveles después de sufrir los devastadores efectos del gran terremoto de 1775 y ser pasto de las llamas.
Lisboa y su fado, que flota en la soledad y en el ambiente melancólico de la nación que fue y que dejó de ser. Esa esencia que los portugueses llaman saudade y que es símbolo de su identidad, con esa fuerza hipnótica entre los foráneos que los lugareños no logran entender pero que tiene ese misterioso encanto que deja una huella inolvidable en el alma.
Lisboa y su Alfama, barrio humilde donde los haya, mítica e impregnada de las culturas de los pueblos que la conquistaron. Tremendamente rica en cultura y sensibilidad, sobre todo poética.
“Decididamente, viajar a Lisboa debería de convertirse en una peregrinación obligatoria”.
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(*) Make Martín o M.M. es una ex alumna que tiene en su haber ya numerosos artículos publicados en la prensa. Me ha enviado esta breve delicia sin publicar y, yo, José Mª Amigo Zamorano, orgulloso de ella lo pongo en este blog. Espero que no se ofenda.