lunes, 17 de enero de 2011

El 'Nunca se sabe' de Isabel Escudero, por J. Mª Amigo

Con fecha de octubre del 2010, la prestigiosa editorial valenciana Pre-Textos ha editado la obra de Isabel Escudero 'Nunca se sabe', título sugerente y juego de palabras muy usado por el común de las personas de habla castellana. Consta de 12 partes, a saber: 'Harapos I, II y III; 'Flor de vejez'; 'Ceniza de rosas'; 'Farolillos y candiles'; 'Poca cosa'; 'Ropa tendía'; 'Tu y yo'; 'Aullidos'; 'Coplas libertarias'; y 'Adivinanzas'; además un epílogo de rótulo 'De las mujeres'.

Poemario compuesto, generalmente, con poemas que denominan de arte menor; es decir: de pocos versos: coplas, proverbios, canciones, acertijos que, como la autora escribe, 'imitan al pueblo (que, al no ser nadie, es el solo dueño de la lengua viva) en los juegos de sabia polimetría, asonancias y otros trucos'. 'Y, en cualquier caso, -seguimos leyendo la introducción de Isabel Escudero- poco pueden parecerse a lo que hoy día se produce y se vende como poesía, ¡qué se le va a hacer!'.

Pero la raíz, el origen de estas composiciones, no está solo en el pueblo sino que, en numerosos casos, son expresión de los sentimientos que embargan a la creadora y otras, las menos, emanan de haikus o josrasani japoneses de Abbas Kiarostani, Taneda Santôka e Issa Kobayasi.

 (Este último tiene el mismo apellido que Takiji, escritor comunista japones nacido en 1903 y muerto, tras brutal tortura por la policía secreta, el 20 de febrero de 1933; su novela 'Kanikosen, el pesquero', en el que se reflejan los jóvenes japoneses sin empleo o con empleo precario, ha estado en el primer puesto de ventas en Japón y traducida y editada en España en marzo de 2010)

Otras influencias tiene la poesía de Isabel: la lírica tradicional, Antonio Machado, los cantaores andaluces, y sabemos, por otros poemarios, de José Bergamín. En este, nosotros hemos creido hallar influencias del poeta yanqui Robert Mezey: juicio aventurado pues, tal vez, no lo haya leído en su vida. Decimos aventurado, ya que nosotros no somos expertos en este tipo de poesía y puede que el arte menor toque, en otros paises, los que en el nuestro.

Las tres primeras partes y la siguiente (con poemas más largos que destacan del resto del libro), creemos nosotros, son las más líricas. Las tres primeras estás dedicadas a la memoria de Miguel Angel Velasco, poeta balear muy querido por Isabel Escudero y Agustín García Calvo. 'Harapos I' es, a nuestro juicio, un tenebroso vaivén, un ácido transcurrir de versos que reflejan el recuerdo doloroso del joven muerto y de la certidumbre en la caducidad de la vida, pero no de la vida en general, que se sabe desde que uno nace y es una sabiduría que resbala pues los muertos son los otros, sino la propia, la personal, la particular en cuanto que se ve acercarse peligrosamente.

Pondremos algún ejemplo. Y que la poetisa y la editorial nos perdonen ya que nuestra intención es dar a conocer la obra.

¿Qué pasa?:
lo mismo, lo de siempre,:
tu sombra, el agua,
el viento que aulla,
para nada.
---
Sin dejar huella:
vivir es verlas caer,
hojas y almas revuelas.
---
Entre dos muertes ando:
esa que ha de venir
y esta que va pasando.
---
Escalofrío:
sola en mi lecho,
me ha besado la noche,
blando murciélago.

Pero poco a poco, a lo largo de los tres 'Harapos', la tristeza, o la amargura, o el mal sabor de boca, se va atemperando casi hasta desaparecer. 'Los muertos mueren y las sombras pasas; lleva quien deja y vive el que ha vivido, yunques sonad, enmudeced campanas', aconsejaba Machado. Luego, aparecen de cuando en cuando: son rachas o ráfagas que llegan y pasan. El epílogo es como una explosión de alegría y es una gozada de los sentidos leer por ejemplo: 'Guirnalda de flores y frutos'. Los temas de estos poemillas titulados 'Nunca se sabe' ocupan, prácticamente, todo el arcoiris de las preocupaciones del Hombre: religión, política, economía, vida, muerte, amor, odio, celos...

Solo hay que dejar mecerse, llevarse, por la música y el ritmo de la palabra, de las palabras, sumergirnos y bañarnos en los recuerdos, que nos suscita la poeta extremeña, de la niñez o juventud, de pájaros, flores y plantas, de aromas... y volar, volar...

Al cerrar el libro podemos exclamar, pero no irónicamente como lo hacía el poeta, yanqui cómo no, Mark Strand:

La tinta chorrea de la comisura de mis labios. 
No hay alegría como la mía.
He estado comiendo poesía.