jueves, 9 de junio de 2011

Mirabeau (*): Los negros, ¿son hombres o bestias de carga? (1)


Cuando se produjo la Revolución Francesa, representantes de las colonias de ultramar, acudieron a la Asamblea Nacional de los revolucionarios, en París, con la pretensión de ser diputados y ellos mismos determinaron el número de ellos que debía figurar en la tal asamblea. Sobre la cantidad se originó una controversia y entre los oradores que tomaron parte del litigio intervino Mirabeau. Las siguientes palabras, pronunciadas por Mirabeau, que copiamos, con una nota, aparecen en el libro de Aimé Césaire 'Toussaint Louverture. La Revolución Francesa y el problema colonial' (2):


"Me limitaré al único asunto que debemos examinar, quiero decir la determinación del número de diputados de Santo Domingo. Hago observar que, ante todo, hubiéramos debido examinar, y antes de juzgarla, la cuestión de saber si se debía admitir a los representantes de las colonias. Sobre esta cuestión puedo decir: nunca las colonias han asistido por representantes a los estados generales, por lo tanto no debían de haber aparecido en ellos, sino convocados por el rey. Ahora bien, sus diputados aparecen contra esa convocación y a pesar de las órdenes del rey.
Sin duda no es esa razón para excluirlos,  pero hay una invencible para que no puedan ser admitidos, sino en virtud de un acta del poder legislativo, el cual requiere, incontestablemente, la sanción real.
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Hago además que observen que se ha hecho caso omiso de esta segunda e importante cuestión:
-¿La elección de diputados es válida?, ¿Sus poderes están en la debida forma?
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En fin, ni siquiera se ha tratado de explicar por qué los hombres de color libres, propietarios, que cooperan en los cargos públicos, no habían sido electores y no estaban representados.
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Ante todo pediré se me explique en qué principio se basan para esta proporción de la diputación de las colonias. Los colonos pretenden que la cantidad de sus representantes debe ser en razón de los habitantes de la isla, de las riquezas que ésta produce y de sus relaciones comerciales. Pero, en primer lugar, recuerdo este dilema irrefutable: ¿pretenden las colonias situar sus negros y su gente de color en la clase de los hombres o en la de las bestias de carga? Pero la gente de color es libre, propietaria y contribuyente y sin embargo, no han podido ser electores. Si los colonos quieren que los negros, y la gente de color, sean hombres, que liberten a los primeros; que todos sean electores, que todos puedan ser elegidos. En caso contrario, les haremos observar que al proporcionar el número de diputados de la población de Francia, no hemos tomado en consideración la cantidad de nuestros caballos, ni de nuestros mulos, que, por tanto, la pretensión de las colonias de tener veinte representantes es absolutamente irrisoria.
A tenor seguido hago ver que se han atenido a generalidades desprovistas de principio y de sentido, a ensalzar lo que nos reporta Santo Domingo por su balanza comercial, los seiscientos millones puestos en circulación por ella, los quinientos barcos y los veinte mil marineros que ella ocupa.
Es así que ni siquiera se han dignado acordarse que, hoy, está demostrado que los resultados de las pretendidas balanzas comerciales son, por entero, falsas e insignificantes; que las colonias, aunque fuesen de una utilidad tan innegable como lo han negado y lo niegan los menores espíritus, las cabezas mas calificadas que se hayan ocupado de estas materias, es imposible concebir por qué reclamarían otros principios de la proporción de sus representantes que los que han servido para la fijación de esta proporción en todas las provincias del reino. En efecto, suplico a los disertos señores que han pregonado los seiscientos millones puestos en circulación por el comercio de esta colonia, les suplico  que me digan si han calculaddo la cantidad de millones que, por ejemplo, pone en circulación la manufactura llamada labranza y por qué, de acuerdo con su principio, no reclaman para los labradores un número de representantes proporcional a esta circulación.
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El número de diputados de las colonias debe estar en proporción con el número de electores y colonos elegibles, siendo así que este último número es tal que en mi opinión el de los diputados debe ser reducido a cuatro."
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(*) Mirabeau conocía muy bien la cuestión colonial. Su tío, el bailío (3), a quien admiraba mucho, había sido gobernador de Guadalupe en 1753 cuando no era mas que caballero. Este proconsulado antillano le había hecho sentir un profundo desprecio de los criollos, en tanto que fortificó su simpatía por los negros: 'No puede negarse', escribe el 10 de enero de 1755, 'que el negro es un hombre, y un filósofo que considere la humanidad a sangre fría en este país le daría, quizás, la preferencia al negro. Sé cuantos reprochen se han hecho a las gentes  de este color, pero cuando voy al fondo de las cosas no veo, yo que soy confesor de todo el mundo, mas que el crimen de los blancos'. El 7 de abril de 1757, el padre del tribuno, el marqués de Mirabeau, respondía lo siguiente: 'La esclavitud y el cristianismo no pueden llegar a una conciliación... Estoy seguro de que si mañana fuera yo ministro de la Marina, emitiría un edicto que le concediera la libertad a todo negro al recibir el bautismo y al incorporarse a una porción de la gleba por la que pagaría una renta proporcionada, según los lugares, al antiguo propietario, si lo tenía, o al estado si se trataba de un terreno que se concedía por primera vez' (cf. Louis de Loménie, 'Los Mirabeau, 1889). Es decir, que al intervenir contra los colonos y al estigmatizar el espíritu de casta de estos, Mirabeau hablaba con previo conocimiento de la causa.
(1) Título nuestro
(2) Ensayos. Instituto del Libro, La Habana, 1967. Impreso en la UNIDAD PRODUCTORA 08. Benjumeda 407. INSITUTO DEL LIBRO. 15 de diciembre de 1967. La Habana, Cuba. Edición de 10.000 ejemplares.
(3) Bailío: oficial real que, en Francia, administraba justicia en nombre del rey o de un señor.  (N. del T.)