A ver si mi memoria ha acuñado bien esta moneda. ¿No habíamos quedado en que los dictadores árabes habían tomado sendas inadmisibles y antidemocráticas ante las razonables y justas protestas de sus ciudadanos? ¿No criticábamos que esos políticos trasnochados, y las fuerzas que los amparaban, desalojaran de las plazas de Túnez, Marruecos, Argelia y Egipto a jóvenes que gritaban y exigían democracia real, trabajo digno, justicia y dignidad? ¿No repetíamos una y mil veces más que las revueltas árabes eran movimientos, incluso revoluciones pacíficas que merecían toda nuestra consideración y apoyo? ¿No llamábamos la atención de gobernantes, ministros y diplomáticos y los criticábamos severamente ante las actuaciones de las fuerzas policiales de sus respectivos países? ¿Era eso o no era eso?
¿Cómo se entiende entonces que no pongamos el grito en el cielo, actos en la tierra y exijamos dimisiones y que se vayan todos, pero todos-todos, cuando la Policía Nacional (y tal), con nocturnidad y alevosía, como en los viejos tiempos de penumbra franquista, desaloja la plaza donde nuestros jóvenes, y no tan jóvenes, piden y exigen cosas muy similares a las que exigían y exigen los jóvenes y los ciudadanos árabes? ¿No gritaban también los jóvenes madrileños, por ejemplo, contra la corrupción y los privilegios y a favor de la democracia real, la justicia, el trabajo digno y contra los privilegiados y responsables que han llevado al mundo y a nuestro país a una de las peores crisis económico-sociales de toda su historia? ¿Dónde está su locura? ¿Qué vértice de su radicalidad no resulta admisibles? ¿Aquellos desalojos no estaban justificados y estos, los nuestros, en cambio sí? ¿Qué perversa lógica subyace a estas miradas? ¿Aquello eran dictaduras y esto es una democracia borbónica y naconal-católica? ¿Aquellas policías no tienen modales y la nuestra es un océano de cortesía y de saber hacer?
Nada de lo que exigen y hacen nuestros jóvenes y ciudadanos merece ningún reproche. Piden lo que todos vindicamos y exigimos: poder de la ciudadanía, derechos sociales, trabajos que no sea una forma encubierta de esclavitud, eliminación de la corrupción aléfica que nos rodea.
El movimiento por la democracia real ha ocupado también la plaza de Catalunya de Barcelona y otras plazas españolas. Sus vindicaciones se plasman en un papel que lleva por título: “Aquí, com a Egipte”. ¡Aquí como en Egipto! Quieren poner freno y plantar cara a toda “esta situación global que nos está matando de forma gradual”. Nos convidan a todos nosotros a resistir, a que vayamos a la Plaza de Catalunya, a que discutamos, a que pasemos a la acción. Afirman que todo está por hacer y que todo es posible, ¡y que la imaginación sea nuestro único límite! Convocan, nos convocan, a una asamblea ciudadana todos los días a las 22:30, en la Plaza de Catalunya, en nuestra plaza de la dignidad y la revuelta. ¿A qué esperamos?
Y si les parece mal, lo suprimimos.