jueves, 30 de noviembre de 2006

Iswe Letu: ¡Dadme pólvora y fusil!



Como no me gusta el césped de la derrota, pensando y soñando, quedé para errar por la sabana... Y en ella y en esto estaba: rumiando, meditando, reflexionando, ensimismándome... bueno, como queráis decirlo: soñando y pensando... cuando se me quebró la certeza, único báculo de apoyo que tenía.

De modo que me quedé tan sólo con palabras que se me adherían pastosas al cielo de la boca, y me bailaban en la cabeza preñadas de dudas. Y ya, cojeando en el camino, con la mustia flor de la tristeza en el rostro, pedí a gritos: ¡Dadme pólvora y fusil: mañana partiré! Fue sin convicción y por inercia.

No sólo volveré a vagar por la sabana -añadí- sino que llegaré hasta los países más lejanos para tratar de explicarme el por qué de tan dramática rotura. Pondré -proseguí- al desnudo, en primerísimo lugar, hambre y miedo, miedo y hambre que, hoy por hoy, rompen con facilidad las telarañas del sueño...

Y mas, ahora, cuando las babosas, que con la escarcha del otoño, se han reproducido como setas tras el muro derruido, están destruyendo, voraces, lo que aun queda en las huertas del octubre.

--¡Dadme pólvora y fusil -repetí mas convencido- mañana partiré! Lo juro, fue por inercia en un principio. A nadie le gusta morder el césped de la derrota. Comenzaré otra vez la vida, dispuesto a la pelea. ¡Qué se le va a hacer!: no hay más remedio. Yo no he inventado la necesidad de defenderse.


Iswe Letu: Basta de tristeza


Llevaba días sumido en profundas preocupaciones por el porvenir de la humanidad y por mi propio porvenir. Estaba sólo. En la soledad más absoluta, -pensaba. Más solo que la una. De pronto hallé una salida: ¡la caza!.

--¡Basta de rendirse a la tristeza! -me dije- "A buscar pájaros voy. // Y conmigo llevo las ganas. // En una mano la trampa // y en otra el dardo y la malla." -fui cantando con gran alegría por el camino.

Y en esto, apareció ella. Ella que era todo un jardín arbolado, fragante y florido. Bajo su enramada me paseo. Pero he guardado respetuoso silencio, sin revelar a nadie la más mínima palabra.

El murmullo de las hojas fue tan dulce como el sabor de sus labios. Era... creo que ya lo he dicho... lo volveré a repetir: un jardín frondoso, fragante y florido.

Luego al agua nos deslizamos. Y del agua salimos con el pez encarnado entre los dedos; pez que, brillando, temblaba entre los dedos.

¡Ah!, jamás me cansaré de repetírtelo: eres un jardín arbolado, fragante y querido. Bien sabes que bajo tu enramada, dichoso me paseo; y que siempre guardaré respetuoso silencio, sin divulgar palabra alguna... ni gesto tan siquiera.

--"A cazar pájaro fui. // Y conmigo llevé las ganas. // Y en una mano la trampa // y en otra el dardo y la malla." -volví a cantar recordándolo.

¡Qué alegría cuando apareciste tú!; tú, que eres un jardín frondoso, fragante... y querido por demás. Suelo decir muy a menudo: a la melancolía, ¡nunca más me rendiré!

Lo decía... hace algún tiempo... Pero rompió el círculo la cacatúa y se acabó el silencio y el jardín. Ahora vuelvo a sumirme en profundas reflexiones, por el porvenir de la humanidad y por mi propio porvenir