martes, 17 de marzo de 2009

José Mª Amigo Zamorano: 'Sin dejarse vencer' (y 11)

Final del relato 'Sin dejarse vencer'. A Concha Tristán, que fue condenada a muerte en 1975 por luchar por la Libertad y por la República, in memoriam.

...
-¿Y yo qué puedo hacer?

-Salir de ese encierro rompiendo los muros que te aprisionan. Para ello se necesita voluntad y determinación. La inteligencia te mostrará el camino.

-Eso... es más fácil de decir que de llevarlo a cabo... Pero... ¿qué se oye?...

-Son los gritos de los manifestantes que se acercan.

-Lo oigo. Dicen: ¡27 de septiembre, justicia popular! Lo oigo...

-¡Mira, mira! Se acerca a la acera, debajo de nosotros, un hombre con una pistola.

-¿Quién es?

-¿¡Quién va a ser!? Un partidario del asesino que mató a esos cinco jóvenes, con cuyos nombres nos ha bautizado la estudiante a mi y a mis hermanos. Por cierto, que aun no les he dicho que estás aquí. ¡Eh, hermanos! ¡He hallado a la golondrina de la bandada de las 100 a quien buscaban sus cuatro amigas! ¡Está aquí!...

Se produjo un movimiento en el jarrón por la alegría de los claveles, y por el aire movido por las alas de cuatro golondrinas que se posaron en el alfeizar; alfeizar al que acudieron los dos gatos de la casa atraídos por las aves; alfeizar donde la joven llegó llorando (acababan de comunicarle que la nota aparecida en Internet era un error) a proteger las flores y el jarrón de su madre.

Alargó la mano, pero no pudo impedir que se precipitaran al vacío el jarrón y las flores.

Fueron pocos segundos, pero la golondrina se vio colmada de una dicha infinita. Sintiose cual si volara libre y soberana por el cielo azul, purísimo, de ese día soleado de septiembre.

Hasta que chocó el jarrón con la cabeza del que se disponía a herir con su arma a pacíficos manifestantes.

Ahí quedó. Desmayado. En el suelo. Entre los trozos del jarrón hecho añicos.

Mientras, arreciaban los gritos de los manifestantes:

-¡Vosotros fascistas sois los terroristas!

Manifestantes que aplaudían vueltos hacia la ventana, donde una joven, flanqueada por un gato negro y otro blanco, lloraba embargada por la pena y la emoción.

Las cuatro golondrinas revolotearon con un clavel en el pico en torno a su hermana quien, aturdida, se recuperaba libre de encarcelamientos arcillosos, los cuales quedaron esparcidos por el suelo junto al clavel rojo.

Y colorín colorado... la golondrina siguió luchando por verse libre de cárceles de barro.

Y así acaba, sin decirnos si la pobre golondrina llegó a volar alguna vez.

Ni si vivió días felices o comió jugosas perdices.

Pero... ¿qué se le va a hacer? Lo mismo que lo oímos, os lo contamos.