lunes, 12 de febrero de 2007

José Mª Amigo Zamorano: No, no es Cosa de Juego


No es cosa de juego

Eranse una vez la Audacia y el Valor que salieron a recorrer el mundo. Aquí arribaron, ya entrada la noche. Estaban, además de hambrientos, escuchimizados.



El hambre de las horas frustradas, les había excitado el águila huraña de la sangre, antaño, derramada. Vinieron, en venganza, a ponerse el mundo por montera.


Temblaba la noche en su morada oscura y tenebrosa. El viento, citado en sus ramas, zarandeó las hojas de los árboles Ellos, poco o nada poseían para temer perderlo en el empeño.


Tenían en el recuerdo, eso si, desde el seco tornado, burlón y violento... hasta el trallazo fulgurante del relámpago, en la espalda lacerada de la noche..



Desde el perro voraz de carne negra, la cal viva, el pimentón molido... hasta los poseedores de vergajos, con violación impune, en tiempo muelle...


Por lo que iban a beberse el mundo... y con solera vengativa... Mas una pequeña y breve escaramuza cruzose en su carrera, trizando el manso fluir de su camino alegre...



Fueron reducidos a solaz de espejos: juego de brillos y reflejos... Haciéndoles huir con más velocidad que el aire fugitivo...


Ahora gimen en sus cuévanos a gusto... Y se imaginan mordiscos feroces, lo que tan solo es un carnaval de escupitajos. No estaban preparados para el Arte...


Y es que, muchas veces, es difícil ser un Hombre

José Mª Amigo Zamorano: Recuerdo y Deseo


Recuerdo y deseo

Mi nostalgia es algo tristemente incierto: es un espacio enemigo desértico y un concierto de recuerdos.

Aunque son graznidos de cuervos los que se oyen, allá: en el fondo del paisaje de mis sueños matinales.

Pero desde aquí, desde este exilio, mi mirada está en los arenales del sendero de unas tarde calurosas.

Y en las hondas raíces de los luminosos almendros plantados en las laderas de los oteros nevados del invierno.

Colocamos, en el altar de la memoria, a nuestra tierra; y luego, como un deseo de lucha luminoso, en vanguardia primaveral, a los almendros.

Y un deseo: azar de halcones sorprendidos, asesinando cuervos, en un almendral aún deshojado y frío.

Por tanto... se nos adivina, parapetados en la colina, defendiendo la blancura revolucionaria del almendro.

José Mª Amigo Zamorano: La Serenidad de los Cactus


La serenidad de los cactus

Montada en una mimbre, alazana sobre todo, la Serenidad se ve a ella misma mirando en derredor, en la llanura del destierro.

En un bosque, de tiesos e indiferentes cactus, recoge una cosecha de orgullo, donde, junto a la Espera, se recorta como uno mas de ellos.

Y, sin lugar a dudas -se le nota enseguida por la soberbia- no quiere que sea precisamente el bosque lo que aquí se destaque

El ensueño rebelde, encabritado en las lágrimas de su pensamiento iracundo, escora hacia el viento agreste de los filibusteros.

Y ya se adivina, por el lugar inhóspito en el que vive, que son las milicias unidas del exilio su visión.

Y es el latido mas señalado y mas profundo y mas indivisible de su singularidad la trágica división que lo desgarra:

La del pensamiento virtual y con mayúscula: de certero y muy seguro porvenir (la tumba): libre de rebabas: puro.

La creencia firme, de su sueño rebelde, inclinándose a pensar que, la Espera y la Serenidad, han encubierto al Deshonor.

Y... ¿para qué decir nada del mañana?... No vale la pena al quedar aherrojada en sus instantes.

De momento para siempre.