lunes, 19 de febrero de 2007

José Mª Amigo Zamorano: CAGASANGRE (4)


4) Cable


Prosiguió, costanilla arriba, dando traspiés de cuando en cuando.
A poco se paró para izar la vista y se asustó, como un niño, de la casa que se elevaba frente a él.
Aún retiene en su memoria que tuvo que mendigar por las casas, "una limosnita por amor de Dios", durante días y días. Y a su remembranza acuden ciertas casonas, como esta, en cuyas fachadas imágenes feísimas le miraban burlonas sacándole la lengua, o le amenazaban con los ojos saltones y la boca abierta a punto de hincar los dientes, y le daban miedo, mucho miedo; hasta el extremo de acercarse, temblándole las piernas, con muchísimo cuidado, con suma cautela, al portalón mientras prendía sus ojos de aquellas gárgolas y, antes de tocar el picaporte, se santiguaba varias veces con prisa; en una de ellas -evocó- se asoma a la puerta un niño que desaparece asustado exclamando:
-- ¡Mamá, mamá!, ¡unos gitanos¡ ¡tengo miedo¡
Y poco después salió la dueña de la mansión:
-- ¿Qué quieren?
-- Ama, por amor de Dios, un mendrugo o corrusco de pan, que el Señor se lo pagará.
-- Dios le ampare, buena mujer - contestó y no les dio nada.
Conciencias piadosas les proporcionaron -a cambio de ciertos favores, como la recogida de cagajones por las calles- un cuchitril medio en ruinas en el que el frío, la lluvia y el viento se colaban, sin permiso ni adulación graciosa, inmisericordes, por grietas y oquedades de techos, paredes y puertas.
Allí su padre se puso a trabajar en lo que sabía: de zapatero remendón.