---Viene del post anterior
H)
El Padre de Husein se veía, si, pero a lo lejos, subiendo la cuesta que llegaba al Risco de San Tuno. Entonces se percató de que había sido él quien había cerrado el portón de golpe. El ayuntamiento rodeó ese risco con una empalizada y tenía varios portones a lo largo de la misma. Los cuales portones tenían un muelle potente que cerraba de golpe las entradas, produciendo un sonido metálico al ser la puerta de metal.
Contempló la subida del hombre sendero arriba, mientras se recuperaba de su cansancio por la carrera, por el miedo padecido y, por qué no decirlo, de su sonrojo... avergonzado por su irracional comportamiento.
Si, ¡qué vergüenza!, ¡qué vergüenza de hombre! Había sido dominado por el terror... Por nada... Por él mismo. Pues cuando el roce de los pantalones al caminar sonaba amenazante en sus oídos era su propio roce. Cuando le parecía la respiración acelerada del perseguidor acercarse a su nuca su propia respiración era la que lo perseguía.
¿Para que tenía el cayado?... ¿Le servía para algo?... Se le encendió la cólera y la pagó con su propio garrote intentando romperlo golpeándolo con el el hierro de la valla del parque. Inútil. No se quebró. Solo algunas marcas aparecieron. Furioso, cabreado, lo arrojó al suelo.
Su miedo anterior se asemejó, ¡que bochorno!, al de un gato capón que en lugar de sacar sus uñas, aprestándose a la defensa, echa a correr ocultándose en cualquier rincón de la casa. O algo similar. Las ratas podrían hurgar en todos los rincones, comerse lo que encontraran a mano y reírse en sus propias narices. No podría volver a soñar pues los sueños se los zamparían las ratas... Esas que su miedo agrandaba...
Se sublevó contra su propio miedo... Las ratas que... ¡Joder!, siempre las ratas nos... Poco podía hacer él solo, es cierto, contra todas las ratas del mundo pero... pero una por una... Se fue aquietando por momentos. Se agachó a recoger el cayado.
Luego sus ojos retornaron hacia el sendero por el cual subía el Padre de Husein. Casi trepaba ahora por la cuesta, ya que esta se empinaba mas y mas a medida que llegaba a la cumbre del risco.
Si, ¡qué vergüenza!, ¡qué vergüenza de hombre! Había sido dominado por el terror... Por nada... Por él mismo. Pues cuando el roce de los pantalones al caminar sonaba amenazante en sus oídos era su propio roce. Cuando le parecía la respiración acelerada del perseguidor acercarse a su nuca su propia respiración era la que lo perseguía.
¿Para que tenía el cayado?... ¿Le servía para algo?... Se le encendió la cólera y la pagó con su propio garrote intentando romperlo golpeándolo con el el hierro de la valla del parque. Inútil. No se quebró. Solo algunas marcas aparecieron. Furioso, cabreado, lo arrojó al suelo.
Su miedo anterior se asemejó, ¡que bochorno!, al de un gato capón que en lugar de sacar sus uñas, aprestándose a la defensa, echa a correr ocultándose en cualquier rincón de la casa. O algo similar. Las ratas podrían hurgar en todos los rincones, comerse lo que encontraran a mano y reírse en sus propias narices. No podría volver a soñar pues los sueños se los zamparían las ratas... Esas que su miedo agrandaba...
Se sublevó contra su propio miedo... Las ratas que... ¡Joder!, siempre las ratas nos... Poco podía hacer él solo, es cierto, contra todas las ratas del mundo pero... pero una por una... Se fue aquietando por momentos. Se agachó a recoger el cayado.
Luego sus ojos retornaron hacia el sendero por el cual subía el Padre de Husein. Casi trepaba ahora por la cuesta, ya que esta se empinaba mas y mas a medida que llegaba a la cumbre del risco.
El Padre de Husein arriba a los primeros peñascos del risco. Sube a uno de ellos y poniendo los brazos en cruz grita:
-¡Ala es grande! ¡Alá es Misericordioso!
Luego gatea a las rocas mas altas. Coloca como antes los brazos en cruz y grita:
-¡Ala es grande! ¡Todo Bondad y Misericordia!... ¡Sabrá perdonarme!
Y se lanza por el terraplén abajo botando como un muñeco. Salieron volando aterrorizados de entre las peñas los grajos hiriendo el silencio con la batida de sus alas y los graznidos. Y el que contempla la escena se mueve primero para atrás como si un resorte lo hubiera empujado y acto seguido, cuando los buitres se lanzan en picado a cebarse en el cuerpo del Padre de Husein, corre hacia adelante gritando:
-¡Noooooo!
Grito que quiso ser un alarido de dolor prolongado, pero que se cortó en secó.
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Fin de la primera parte
(Seguirá)---