Ahora España es un corral lleno de chorizos. Algunos van a la cárcel. Los de menor cuantía. Los banqueros y otros chorizos de postín, esos no van. Celebran su jubilación bien fortificadas sus cuentas.
Pero hay también chorizos entre los que han sido compañeros o camaradas, es decir dentro de lo que denominábamos pueblo.
En el PCE hubo muchos. Hay amigos que te cuentan sus fechorías. Pero en otros partidos de la izquierda extraparlamentaria también. No quiero citar el nombre de uno de ellos porque milité en él y me avergüenzo.
Los dirigentes se las daban de honrados a carta cabal. Esos, para mi, son los más despreciables. Ahora se han puesto un barniz de cínicos. Como los duros de la novela negra. Pero son simplemente chorizos.
Aún recuerdo que recogían dinero para el proyecto de un periódico de tamaño tabloide. No me viene a la memoria el nombre. Escribían, además del tuerto ese de juez (¿Navarro se llamaba?), los Dorronsoro, los Chivite y otros. Una mezcolanza.
Se publicaron algunos números. Se dio dinero para que el periódico fuera el germen de una izquierda radical y plural. Nada. No volvió a publicarse. Pero el que recibió la pasta... jamás ha llamado para decir dónde se quedó el dinero. Seguro, seguro que no se perdió. En algún bolsillo estará. De modo que esos que engañan a los camaradas o amigos son ruines y despreciables. Y nada bueno puede salir de ellos.
¡Olvidémoslos!
¡Que se pudran!