lunes, 24 de noviembre de 2008

Carlos Marx: Opresión inglesa de la India en 5 trozos (II)

II. La organización de las obras públicas

Carlos Marx
Dominación británica de la India


Bajo este título escribió Marx un artículo que nosotros lo hemos dividido en cinco partes:1. Una Italia de proporciones asiáticas; 2. La organización de las obras públicas; 3. Laisez faire, laisez aller; 4. Destrucción de la organización social; 5. Base del despotismo feudal.


Lo ponemos aquí, en el blog 'Africano' porque sirve para comprender lo que los estados coloniales, los estados imperialistas y otros de menor cuantía, hicieron en África, muy semejante al saqueo al que sometiron a la India. Y al mismo tiempo nos puede valer para librarnos de ese concepto de que lo primitivo está tocado con un aura de bondad, de pureza, de ingenuidad... y por ende ponernos a llorar añorando lo pasado como plañideras, como lloricas reaccionarios.


Está bien constatar las salvajadas y brutalidades de imperio inglés, anotar todo lo que arrasó por el simple afán de lucro. Pero conviene también dejar constancia de lo que la sociedad anterior tenía de malsano. De modo que así, de ese modo, se puede uno acercar a la verdad objetiva. Eso hace Marx en Londres un viernes, 10 de junio de 1935.


El que quiera tenerlo para él sin mezcla aguna, le quita los títulos y tendrá el original mondo y lirondo.


Guerras civiles, invasiones, revoluciones, conquistas, años de hambre: por extraordinariamente complejas, rápidas y destructoras que pudieran parecer todas estas calamidades sucesivas, su efecto sobre el Indostán no pasó de ser superficial. Inglaterra, en cambio, destrozó todo el entramado de la sociedad hindú, sin haber manifestado hasta ahora el menor intento de reconstitución. Esta pérdida de su viejo mundo, sin conquistar otro nuevo, imprime un sello de particular abatimiento a la miseria del hindú y desvincula al Indostán gobernado por la Gran Bretaña de todas sus viejas tradiciones y de toda su historia pasada.


Desde tiempos inmemoriales, en Asia no existían, por regla general, más que tres ramos de la hacienda pública: el de las finanzas, o del pillaje interior; el de la guerra, o pillaje exterior, y, por último, el de obras públicas. El clima y las condiciones del suelo, particularmente en los vastos espacios desérticos que se extienden desde el Sahara, a través de Arabia, Persia, la India y Tartaria, hasta las regiones más elevadas de la meseta asiática, convirtieron el sistema de irrigación artificial por medio de canales y otras obras de riego en la base de la agricultura oriental. Al igual que en Egipto y en la India, las inundaciones son utilizadas para fertilizar el suelo en Mesopotamia, Persia y otros lugares: el alto nivel de las aguas sirve para llenar los canales de riego. Esta necesidad elemental de un uso económico y común del agua, que en Occidente hizo que los empresarios privados se agrupasen en asociaciones voluntarias, como ocurrió en Flandes y en Italia, impuso en Oriente, donde el nivel de la civilización era demasiado bajo, y los territorios demasiado vastos para impedir que surgiesen asociaciones voluntarias, la intervención del Poder centralizador del Gobierno. De aquí que todos los gobiernos asiáticos tuviesen que desempeñar esa función económica: la organización de las obras públicas. Esta fertilización artificial del suelo, función de un gobierno central, y en decadencia inmediata cada vez que éste descuida las obras de riego y avenamiento, explica el hecho, de otro modo inexplicable, de que encontremos ahora territorios enteros estériles y desérticos que antes habían sido excelentemente cultivados, como Palmira, Petra, las ruinas que se encuentran en el Yemen y grandes provincias de Egipto, Persia y el Indostán. Así se explica también el que una sola guerra devastadora fuese capaz de despoblar un país durante siglos enteros y destruir toda su civilización.

(seguiráGuiño