martes, 27 de marzo de 2007

José Mª Amigo Zamorano: Siguiendo a Omar Khayyam 22

Tumba de Omar Khayyam
22.
Una de las veces, de las muchas veces, que he estado en un alfar -me interesa muchísimo el trabajo de los alfareros y varios de ellos son amigos míos- quedé impresionado nada más llegar: los cientos de platos, vasos, ánforas, copas, botijos, cántaros... me miraron colocados junto a la pared de la derecha; de pronto se pusieron a dar vueltas y vueltas alrededor de mí; de tal manera que me vi obligado a apoyar mi mano en la pared de la izquierda para no caerme mareado; lo achaqué a que había bebido unos cuantos vasos de vino.

El alfarero me cogió de la mano y me dejó en su asiento. Coloqué el pie, en el pedal del torno, las manos en la arcilla que el alfarero estaba trabajando y me puse a modelar. Miré las figuras alineadas y se pusieron a charlar conmigo. Me pareció normal. Y, como si estuviera en la tertulia de la taberna o de la bodega con los amigos, conversé con ellas. Era una sensación, dentro de lo inverosímil que pueda parecer, para mí, muy natural. Como si los espíritus de los ancestros hubieran penetrado sus formas.

Aunque no recuerdo con exactitud todas y cada una de las palabras, vinieron a decirme mas o menos: Omar Khayyam, tú, que tanto aprecias el trabajo artístico de los alfareros y lo demuestras, además, ahora, sentado ahí y modelando con el torno, contéstanos a estas preguntas (serían muchas más pero las que recuerdo son estas):

--¿Quién es el alfarero?... ¿Quién el vendedor?... ¿Quién el comprador?...

Ha pasado mucho tiempo desde aquel día. Sé que se debió a los vapores del vino. Empero, cuando entro en el alfar tengo la sensación de que cada una de las figuras es alguien a quien conocí en algún lugar...