lunes, 12 de marzo de 2007

José Mª Amigo Zamorano: Siguiendo a Omar Khayyam 9


9.
A Omar Khayyam le llegan noticias, preocupantes, de su antiguo amigo, Hassam el Sabbah, al que luego han apodado los cristianos, El Viejo de la Montaña; y que lucha encarnizadamente en pro de la pureza del Islam. ¡Cómo ha pasado el tiempo! ¡Parece que fue ayer, cuando estudiaban en Naishapur y junto con Nizam al Mulk, los tres amigos, firmaban un pacto de sangre, solemne y sincero, de ayuda mutua!
Preocupado, desde su palacio contempla, abajo, el ajetreo de la calle más cercana; levanta la vista y, un poco mas allá, al fondo, en el mercado, las voces de las vendedoras, pregonan sus mercaderías; y en varios lugares, bien situados, los santones, unos sinceros y otros simples embaucadores de incautos, predican en la plaza, ante un numeroso corro de gente, en nombre de Alá el Misericordioso...
--¡Ay, querido amigo!... también yo, lo mismo que tú, lo mismo que otros, sembré la semilla de la sabiduría, y me he sacrificado, esperando día y noche, sin apenas un minuto de descanso para que germinase... Empero yo cosecharé estas innegables verdades: que de algún lugar ignoto, y sin querer, llegué como el viento y... que a algún lugar desconocido, y sin que cobije el más absoluto deseo, me iré como el agua.
Y, decidido a que las elubraciones no lo aplasten, no le coman la moral, sale a reunirse con los amigos a la taberna.

José Mª Amigo Zamorano: Siguiendo a Omar Khayyam 8


8.
Desde los más remotos tiempos, el reino de las tinieblas, la oscuridad, la noche, ha entenebrecido la vida del ser humano; incluso, muchas veces, ha sido odiada por los hombres que, queriendo vivir eternamente, saben, y el reino tenebroso de la negritud se lo demuestra, que morirán sin remedio. Aunque mejor dicho, es por la razón de los hombres, que al final entienden al sueño como unas horas pasadas sin vida, horas negras, horas robadas a la luz, al jolgorio arcoirisado de las flores, al vino, mientras tanto la vida se les escapa a pasos de gigante.
Al amanecer, cuando la luz ha vencido brillantemente (nunca mejor dicho) a las tinieblas, Omar Khayyam se levanta, saluda al alba, que ya se le anuncia por oriente, henchido de alegría y dirigiéndose a su acompañante dice:
--¡Oh mi hermosa amada!: para empezar a olvidar las amarguras de las sombras, canta; pero solo para mi, no necesitamos auditorio ni aplausos y escancia vino en mi copa de arcilla. Recuerda que el transcurrir del Tiempo ha entoñado para siempre cien mil reinos de Djem y kais bajo la tierra.


José Mª Amigo Zamorano: Siguiendo a Omar Khayyam 7


7.
Venía de muy lejos... como si acabara de nacer. Se acercaba a paso rápido. Y, a cada zancada, se le veía crecer y acumular años en su rostro. ¡Envejecía por momentos!

Desde la taberna parecían esperarlo. Tenían que decirle algo al caminante. Se paró un momento ante el umbral. Iba a seguir su marcha, cuando, desde dentro de la taberna, le invitaron; Omar Khayyam, con la copa en la mano, dirigiéndose a él, dijo:

--Amigo, pasa, siéntate y descansa, bebe, saboreándolo, el vino en esta copa de arcilla y, creemos..., no, creemos no, estamos seguros de que gozarás de una felicidad que Mahmud no conoció. Escucha, atentamente, los melodiosos laúdes de los amantes: son los verdaderos salmos de David. No te preocupes por el pasado ni te entenebrezca el futuro. Que tu pensar no se alongue mas allá de estos placenteros instantes. He aquí, sin añadidos, ni remiendos, sin palabras fraudulentas, el secreto de la paz.