Un emigrante se ha quemado a lo bonzo. En el Levante español. Dicen, que lo habían engañado las mafias. No encontraba trabajo y quería volverse a su patria. Pero no tenía dinero para el billete de retorno al viejo solar abandonado...
En una mesa de la terraza de un bar le comentan, algunos clientes, este hecho a un camarero, también rumano.
--Bueno, bueno... No tenía pasta... ¡Qué cosa!... Pues que se hubiera puesto a trabajar, como los demás hacer...
--En España decimos que no ha tenido lo que se tiene que tener: cojones.
--Yo también creer.
--Pero el pobre se encontró, al parecer, con el horizonte cerrado por todas partes.
--Cogió miedo. Se desesperó.
--Yo, la verdad, no sé que hubiera hecho...
--En cualquier caso, es una muestra de la angustia en la que viven muchos emigrantes...
--El poeta Vladimir Mayakovski hizo un cuento para niños con dos personajes (niños los dos): uno, atildado, muy leído y escribido; el otro, menos culto pero que se enfrentaba con valentía a los problemas; concluía el poeta que, éste, sí, valía para la vida; el otro no.
--Mayakovski tenía una ideología: era comunista. Por lo tanto sabía a dónde ir: quería jóvenes para hacer la revolución y destruir el capitalismo.
--Cuando citas a Mayakovski quieres decir que, el que se ha quemado, no vale para esta vida dura de explotación capitalista...
--Creo que al lanzar el líquido inflamable se ha confundido de objetivo.
--¿Por qué?
--Ya que tenía el material: gasolina y lumbre... podía haber quemado otra cosa; por ejemplo, y en primer lugar, a los mafiosos que lo habían engañado. Luego... luego hay otros muchos objetivos... que han hecho méritos suficientes para perecer en la hoguera...
--Lo que pasa es que, ¡el pobre!, no tiene ideología, no tiene faro que lo oriente... Es como si viviera sin espíritu.
--Claro, y puede quemar cosa
--Hasta a su propia alma o familia... ¡pobre hombre!