jueves, 26 de abril de 2007

Memoria Histórica: las últimas mujeres condenadas a muerte por el Ejército español


Memoria Histórica: las últimas mujeres condenadas a muerte por el Ejército español


A propósito del proyecto de ley sobre la Memoria Histórica y de los muchos y eficientes foros y asociaciones por la Memoria, me llama la atención el olvido (hasta los que ejercen la Memoria tienen sus olvidos, a veces harto significativos) de los últimos Consejos de Guerra sumarísimos que el Ejército español llevó adelante en vísperas ya de la muerte de su Generalísimo. Me refiero a los que tuvieron lugar en septiembre de 1975 en Madrid, Barcelona y Burgos, a consecuencia de los cuales fueron condenados a muerte once anti-fascistas y cinco de ellos asesinados mediante fusilamiento por cuadrillas voluntarias de la Guardia Civil y de la Policía Armada. Incluso muchos jóvenes peleones de hoy en día, que saben quién es Fernando Alonso, Ronaldinho o Bustamante se las trae al pairo desconocer aquéllos hechos y aquéllos nombres. Pese a todo, gracias a ellos y a muchos otros como ellos, esos chiquitos pueden hoy votar, vender sus fanzines contestatarios en la calle, manifestarse o hacer pintadas, todo ello sin que los maten a tiros en plena calle, los torturen o los encarcelen, todo lo cual fue moneda corriente en España hasta, y aun después, de la muerte de dictador.

Pero hoy queremos limitar nuestro comentario a una circunstancia, dentro de esa última barbarie del último gobierno de Franco y del único Ejército que existía y existe en España.

Apenas dos meses antes de la muerte del gran asesino, el Ejército español condenó a muerte a dos mujeres jóvenes (no he oído nada a las feministas sobre esta circunstancia) en el segundo consejo de guerra sumarísimo que tuvo lugar en la fecha indicada, en el acuartelamiento más emblemático, El Goloso, de la División más emblemática del Ejército español, la DAC (División Acorazada Brunete).

Esas dos mujeres se llamaban María Jesús Dasca, diecinueve años entonces y Concha Tristán, veintitrés años en la época. Y una vergüenza añadida para ese Ejército: Concha Tristán estaba embarazada. Tuvo a su hija meses después, en la cárcel.

Para evitar su fusilamiento, un médico íntegro y luchador donde los hubiera en su gremio, el ginecólogo Sopeña Ibáñez (varias veces detenidos por la Brigada Político Social de Franco) certificó que María Jesús también esperaba un bebé.

El gobierno de Franco, al mando del siniestro cabecilla Arias Navarro, decidió que de los once condenados, “sólo” asesinarían a cinco, todos ellos hombres.

En la posguerra fueron muchas las mujeres condenadas a muerte y un 10%, se calcula, de los fusilados fueron mujeres. Hoy, esas dignas asociaciones a las que nos hemos referido al principio, recuperan su memoria. Y nos parece excelente.

Pero las mujeres más cercanas, las últimas condenadas por el régimen franquista, que lo fueron además en consejos de guerra (por cierto, consejos de guerra, cuando se suponía que la guerra había terminado treinta y seis años antes) parece ser que molestan a algunos, quizás a los que más se beneficiaron política y económicamente con la transición a la prevista monarquía, prevista por Franco, desde luego. A los que se hicieron oportunamente monárquicos y así siguen.

Pero en kevinvazquez hay gente que no se olvida o que investiga y pregunta. Lo cual no es poco.

(texto tomado del 'blog de Kevin Vázquez. Mear fuera del tiesto')

http://kevinvazquez.blogspot.com/

José Mª Amigo Zamorano: Derrota y Esperanza (II)


Reconocer la derrota en su misma raíz es buscar el derrotero para salir de ella; hay derroteros de muchas clases pero, este del papel, este de la palabra, este de la reflexión, no es ninguna panacea, ni el más idóneo para salir del pozo oscuro de la noche, victorioso; si bien es verdad que de momento no hay otro; bien quisieramos que fuera un inicio, por tanto, de victoria sin que sea la victoria misma.

Y esperar a que la noria pueda verter su caudal al cauce, puede condenarnos a la consunción por la espera.

Y comenzar de cero es un acto heroico, muy difícil de llevar y soportar; se necesita una temperatura adecuada y un viento propicio para que la cocción se realice: el derrotero nos señala ya el lugar donde poner la mecha; buscar la arcilla, moldear hasta que salga el cuerpo deseado, es un tanteo imprescindible; desde luego muy superior a jugar con las palabras; eso si, se puede uno manchar las manos; mas luego, hay que ponerlas inmediatamente en el pentagrama de oro como modelo surrealista de contraste.

De manera que... a remover la tierra hasta encontrarla; o... esperar a que otros nos transformen en ánforas para encerrar el vino, por ejemplo, que nosotros jamás beberemos, pero otros degustarán con deleite.
Beber en una ánfora sagrada el vino de la resurrección debe ser divino. Y también el agua que la noria extrae de los claros veneros o venerillos que aún quedan por ahí.

¿O no?

José Mª Amigo Zamorano: Derrota y Esperanza (I)


Membrar palabras como gozo, noria, rubor -alba en suma- sería como reírse un poco de uno mismo.

Hoy, cuando el calabobos, la mollizna, el sirimiri, el orvallo... en fin, como queráis nombrar a la llovizna... que horadaba la firmedumbre de las rocas, ha sido derrotada por gotas de sombría incertidumbre, hablar de la luz es, como poco, impertinente.

Y digo impertinente con la conciencia clara de que son palabras impertinentes y además desterradas.

Eso si, sé que están prendidas al ojal de la amanecida y un día serán, para el alma de los desterrados, como enjambradas mariposas volando hacia un horizonte arcoirisado que, hoy por hoy, aquí y ahora, nos pregonan perdido para siempre.

Por eso, precisamente por eso, digo que son impertinentes.

Punto y aparte es una frase muy radical, pero... algún punto y aparte hay que poner, sino resulta demasiado estomagante el parrafo.

El puerto es una cárcel cerrada -celosamente enrejada- que guarnece la ruindad del tiempo gris de la derrota; gris, como la misma luz de las farolas que iluminan sus fachadas grises.

De modo que, repito, semejantes palabras, son una verdadera burla al tiempo presente, como un insulto muy gordo; y, según como se miré, podría sonar a bellísima canción al compararla con el pregón de bahorrinas que -en la larga y oscura noche de vomitonas (deyectas, por cierto)- anuncia el claustrado amanecer en este tiempo gris de las derrotas.