(viene del anterior post)
El Nakaz fue exportado a Europa. Leído, comentado y elogiado. Hasta prohibido en Francia, por ser demasiado avanzado.
Voltaire dijo: "El monumento más bello del siglo". Se decía de Rusia que estaba dando pasos pasos positivos hacia la Democracia, de la prudente mano de Catalina. Nacía una nueva era de Toleracia y Libertad. El espíritu, el perfume del Nakaz era ilustrado como Montesquieu y Voltaire; es decir: Libertad, Igualdad, Fraternidad.
Sin embargo era papel mojado. Letras, frases bonitas: javón para lavarse. La realidad era muy otra.
Ian Grey, en su biografía de Catalina, escribe: "Tras esta fachada de publicidad y alabanza, los actos de Catalina estaban determinados por su ambición personal". Conocía la dura esclavitud de los siervos. Más estos no le valían para sus proyectos. Ella se debía a los nobles. Y "no sólo no alivió su carga, sino que hizo eco a las demandas de la nobleza que exigía mayor poder sobre ellos".
El historiador no se queda ahí, sino que denuncia las acciones, los hechos concretos: en 1765, nada mas empezar a laborar el Nakaz, permite a los nobles el poder condenar a los siervos a trabajos forzados a perpetuidad; en 1767, año en que los diputados discuyen sobre los artículos del Nakaz y algunos mencionan la necesidad de liberar de sus cargas a los siervos, Catalina, a la chita callando, despacha un documento, en el que concedía a los terratenientes, latigar a los campesinos que denunciaran los malos tratos de sus amos.
Conviene reflexionar sobre la Historia, para desembarazarnos de las Catalinas y de sus productos publicitarios.