viernes, 23 de febrero de 2007

José Mª Amigo Zamorano: CAGASANGRE (15): 'Epílogo'

Eusebio García Luego

15) Epílogo



-Calma - se dice - de aquí hay que salir airoso como sea.

El aire si que lo tiene claro; es un aire preclaro. Adivina la razón no comprendida. Porfía siempre interiormente. Volver atrás no puede.

-Por fin has llegado sin pellejo y maltratado; y, como el aire que te acompaña, merced a las ráfagas, zarandeado.

-Me metí con la esperanza de un nuevo amanecer.

-Pero has llegado por tortuosa vereda.

-Si, como todos los pobres comedores de manzanas -todos soy yo- los tronchados por el hacha del verdugo; me veo en situación angustiosa -como siempre- mirando las amapolas de la orilla como un órgano genital siniestro.

-¡Ya! ... lo que querías era arrendar un camino de viejísimos anhelos; bueno, arrendar lo que se dice arrendar, no, porque no tienes un duro; deseabas eso si un consuelo a pesar del aviso de los taludes que siempre se elevaron a tu paso con mirada indiferente.

Fue en septiembre en Puebla de Alcocer.

Fue en septiembre y... Si, si, para qué buscar otro mes y otro pueblo donde morirse de asco: en septiembre y en Puebla de Alcocer, nido de águilas, puede uno morir, con esa digna repugnancia o con ese repulsivo orgullo, como se quiera decir, sin que a los demás les importe nada; como en otro sitio cualquiera.

(Esa es la localidad natal de D. Eusebio García Luengo en el nordeste de Badajoz y a nadie de sus habitantes le va a importar un comino si muere o no; además, siendo como es, paraíso de águilas, la muerte es bienvenida porque alimenta sus estómagos vacíos y sirve de entrenamiento a sus garras para, valga la redundancia, desgarrar con más tino y economía de movimientos)



*Del articulo "Septiembre" de Eusebio García Luengo - ABC (anuario/almanaque) 1 de enero de 1956



José Mª Amigo Zamorano: 8 de agosto de 1996

(homenaje a Eusebio García Luengo)

José Mª Amigo Zamorano: CAGASANGRE (14)


14) soga


Se puso rojo. Como las nubes que por el este anunciaban tormenta.

"Siente entonces mas que nunca, el vaho de la tierra mojada y su terrible voluptuosidad. Estos meses de transición son difíciles y están llenos de asechanzas. Nos enturbian el ánimo con una melancolía parecida a la de la caída de la tarde. Septiembre acelera y espesa la angustia vespertina...", "... no sabiendo qué camino tomar y haciéndonos las preguntas mas trascendentales. Los primeros escalofríos nos sumen en reflexiones pues un cielo tormentoso tiene, a veces, mas poder que muchas páginas de filosofía. Las mudanzas naturales gravitan sobre nuestra alma y preña nuestra experiencia"*.

Se puso rojo como un tomate. Y cambió de dirección: giró en redondo. En la blanca llanura un punto negro agrandaba el volumen como bola de nieve que desde la cima del monte cae a velocidad vertiginosa. Con tal inercia que el cerebro le paralizó como la muerte.


Y que cambió de dirección, giró en redondo, en el preciso instante en que deshizo el punto su consistencia, su sustancia ... en un millón de carcajadas.


Se puso rojo y se lanzó al abismo donde el coro de ruiseñores, grajos, jilgueros, pardales y demás aves cubrió el sonido del cuerpo al botar sobre el talud.


Mientras las águilas se lanzaban en picado para hacer su desayuno matinal, ella se acercó, varonil, a la vera del precipicio y mirando hacia abajo meó, meó con odio, meó como un machote.


Más tarde volvió a refugiarse, pudorosamente, entre las rocas donde se acurrucó llorando amargamente.


El Neme se compadeció de ella, bajó del cielo y la cubrió; la cubrió con amor, la cubrió también como un machote... en su imaginación.


José Mª Amigo Zamorano: CAGASANGRE (13)


13) amarra


Se paró y cortó el hilo de sus reflexiones al haber creído oír unos pasos. Miró a su alrededor sin percibir nada excepto que el día se había aclarado.
Había llegado a la pingorota; no podía subir más. Algunos jirones de niebla aún posaban sobre los tejados de las casas. El humo iba saliendo de cada vez mayor número de chimeneas y se elevaba en espiral recto al cielo entremezclándose con la neblina. Toda la pajarería comenzaba a desperezarse.
Extendió la vista por el horizonte: a sus pies tenía postrada toda la Siberia extremeña.
El castillo por esa parte se abre en un abismo profundísimo. Se sentó a su vera y tiró una piedra que resbalaba por el talud abajo oyéndose perfectamente los golpes consecutivos en el silencio de la amanecida hasta que su sonido se perdió confundiéndose con esa primera algarabía de las aves.
Sentía deseos de tirarse de cabeza al infierno. Mas estaba convencido de que no lo iba a hacer porque era un cobarde. Solo de pensar el suicidio se le puso la carne de gallina. Y se estremeció al mirar la pared del roquedo abajo. Con cuidado se fue retirando del precipicio y dándose la vuelta se dispuso a volver a casa.

Frente a él, a pocos pasos, entre dos altas piedras, su cuñada, María, la novia de Neme, acaba de desnudarse, de despojarse de su vestido negro. Vestido de luto por la muerte del Neme; muerte que sentía como si de su marido se tratara.

A pesar de los años transcurridos se mantenía fiel a su memoria y odiaba a sus asesinos; con un odio grande, casi omnipotente que se espesaba y se podía cortar con un cuchillo cuando se referían delante de ella a su amado asesinado de una manera salvaje; odio digno, limpio, exuberante, que se notaba cubriendo, casi sexualmente, su rostro, pálido y serio, de amargura; los cabellos negros y el negro pañuelo que los envolvía hacía aún más blanca y fina la cara y más rojos y mas duros sus labios; no vio a los asesinos, no los conocía, los intuía, los presentía, los olía y si de ella dependiera haría lo que habían hecho con su herrero y aún mas, muchísimo mas.
La moza, no cabía duda, imponía respeto.

-Mira, mírame bien, Segis. A ver si ahora, por fin, se te empina, se te endereza y la puedes meter hasta el corvejón, como "Neme", ¡cabrón! -dijo, desafiante, acariciándose sus genitales.

José Mª Amigo Zamorano: CAGASANGRE (12)


12) maroma


Se separó de repente como si le hubieran dado un puñetazo; le temblaron las piernas y cayó de rodillas al darse cuenta del lugar, el pozo del Tío Mataburras donde arrojaron al Neme.

En el frente le llegó la noticia que Neme, casi curado, fue secuestrado por una de esas bandas criminales llamadas "escuadras del amanecer" y asesinado; su cuerpo lo encontraron, pocos días después, arrojado a un pozo, el pozo al que se había asomado; por las desolladuras de pecho, vientre y piernas debió ser arrastrado varios kilómetros; había sido mutilado y tenía los testículos introducidos en la boca.

Desconcertado por su debilidad se levantó sacudiéndose el barro de las rodillas y mirando en derredor por si alguien hubiera podido ver su ridículo derrumbamiento. Nadie estaba a la vista lo que le tranquilizó un poco; vio, eso si, la mole del castillo. Sin saber por qué se dirigió pendiente arriba, empinada cuesta entre olivares, dispuesto a llegar a la pingorota.

"La luz de la luna, a ras del horizonte, alargaba fantásticamente los carrascos. La aceituna apuntaba en los olivares lejos aún de granar. Y la bellota tampoco ha granado ya que su dulzor cuaja hacia noviembre. El airecillo un poco mas fresco sube desde los olivares"*.

Una vez en el castillo subió peldaño a peldaño hacia los torreones. Una piedra resbaló hasta uno de los fosos. El ruido del golpe, sobre el agua del foso, ¡plas!, se difundió en la mañana, que despertaba de su letargo, por toda la fortaleza.
Recordó por asociación otra piedra lanzada por él a uno de los niños que le apedreaban, y que sin querer, le dio en la frente; ver la sangre manar, echar a correr, mearse y llorar fue todo uno.

También rememoró otra de las veces en que su anhelo cae sin remisión, como la piedra del castillo al pozo, pero en la otra línea paralela, la de los deseos incumplidos: aquella vez fue en Badajoz, en la única ocasión que visitó la capital; tenía entonces 18 años; se metió en una manifestación obrera; y cuando la Guardia Civil y la Guardia de Asalto arremetieron contra los manifestantes hubiera deseado tirarles piedras o cualquiera otra arma arrojadiza que pillara a mano; e incluso ofrecer su pecho a las balas de los policías, generosamente, para que se acantonaran en su corazón y no dañaran a pobres mujeres y hombres y ancianos y niños que protestaban del hambre que padecían, como había padecido y padecía él; pero se marchó huyendo en carrera desesperada, como alma que lleva el diablo, y escondiéndose por el laberinto de callejas desembocó en el barrio de putas, justo donde no quería ir.


José Mª Amigo Zamorano: CAGASANGRE (11)

11) Guindaleza


Segis abandonó sin mucha perseverancia el cerco a María.

Mas tarde le tiró los tejos a Marta, hermana de aquella, que, primero se negó, luego lo hizo a regañadientes, y después lo aceptó como un deber que hay que cumplir tarde o temprano: era Marta de rostro parecido al de su hermana pero de carácter bonachón, motejándola algunos de inocentona: casi el polo opuesto a María; sin que esto quiera decir que no se entendieran; al contrario, se querían mucho y se llevaban muy bien; eran, además de hermanas, amigas.

-¡Y pensar que fue ayer la boda! - exclamó entredientes.


No se le iba de la cabeza lo que su mujer dijo, fingiendo "¡la muy zorra!", de una manera candorosa, pero él captó la ironía sin atreverse a decirle nada:
-No te pareces en nada, pero en nada, a "Neme".



Esa observación le amargó la noche; no se podía ver libre de Neme ni en la cama de matrimonio.



Había envidiado su predicamento con las chicas; reputación que él no tenía; si, si, se apellidaba "amoroso" pero ... ¿y qué? ...



No, no había sido feliz en la vida, e intuyó que, de ahora en adelante, tampoco lo sería: mal empezaba su coyunda: su mujer le dijo en la cama, con su semblante inocente, algo que a él le pareció dicho con mucho retintín, ¡qué decía retintín!, -a él ya no le engañaría, "¡la muy puta!", con esa cara ingenua- con burla casi descarada; a la que, eso si, no supo responder a pesar de repetírselo dos veces:

-Tú, tú por lo que se ve, no te pareces a "Neme".
-Tú, tú por lo que se ve, no te pareces a "Neme".



Frase que lo había despertado inquieto y luego lo empujó fuera del domicilio conyugal. ¿Qué habría querido decir con eso? ¿Qué era "El Neme" mas hombre que él?... La habría matado pero no tuvo redaños. Ni fuerza moral para ello. Además el miedo lo atenazó.
Miedo que había sentido durante la comida de boda, produciéndole escalofríos y un sudor que le corrió por todo el cuerpo, pues una parte de los convidados -había creído advertir- habló bastante y en voz baja del herrero, pareciéndole percibir una miradas acusatorias que, sin ningún funda...

Le obligó a aparcar sus recuerdos el brocal de un pozo que surge, como por ensalmo, del centro de la tierra y se le atraviesa desafiante en su trayectoria. Apoyó las manos en él y miró extrañado al fondo. El agua semejaba un espejo frío, acerado, y dispuesto como un imán a atraerse a todo aquel amoroso que deseara encamarse en su seno. Al lado de su cara temblaba la luna de deseo. Las paredes del pozo, donde no alcanzaba la luz del día, producían una sombra negra que le pareció primero turbadora y luego espantosa.

José Mª Amigo Zamorano: CAGASANGRE (10)


10) Cordel


Y en la guerra, ¿a quien se pareció en la guerra Cagasangre?...: ¡ah, en la guerra!: Cagasangre no cagó precisamente mucha; su paso por ella no fue ni muy glorioso, ni heroico, ni tan siquiera sangriento que digamos: no fue nada: en la primera refriega fue cogido prisionero por los republicanos, enviándolo a un campo de concentración en Valencia donde pasó toda la contienda.


Allí hubiera deseado pasarse a ellos, con armas y bagaje, pero no lo hizo. Y hubiera deseado ser todo un guerrillero como el llamado Campesino al que vio una vez de visita al barracón de prisioneros donde él estaba: ¡que apostura! ¡que soberbio porte! ¡que arrogancia!: barba espesa, ojos negros, fuerte, seguro, altivo y -se le quedó prendido en la memoria- aquella chamarra de cuero negro.


Recuerda que se acercó a un prisionero:
-¡Eh, chico, ¿no serás de Segovia?
-Si, señor, para servirle.
-¿Me conoces?
-No, señor.
-Yo si te conozco: tu eres hijo de la señora... -
no recuerda el nombre que pronunció- que ha sido abandonada por tu padre. Dile a tu progenitor, cuando lo veas, si lo llegas a ver alguna vez, dile de mi parte, que pronto entraremos en Segovia y lo primero que vamos a hacer es la reforma agraria. No se te olvide. Dile que te lo ha dicho Valentín González, aquel que arriaba mulas y burros. Él me conoce.


Y se dio media vuelta y se fue con la misma majestad con que entró.
No se le olvidó ese corto diálogo.
Pero no se hizo guerrillero. Continuó su cautiverio en manos de los rojos.
Y doblemente cautivo: lo fue, entre los prisioneros, de un capitán franquista apodado Arrutia que le taponaba los dos orificios extremos de su cuerpo cuando le venía la capitana gana.
Luego terminó la guerra y volvió a su pueblo como un héroe.
Lo colocaron de conserje y se fue acercando a María, la novia de "Neme", que no le hizo ni caso. Es mas lo echó con cajas destempladas.
Era María, de un genio terrible como ya se ha dicho.