miércoles, 18 de enero de 2012

El Padre de Husein o la inmersión en el olvido (7)


---Viene del post anterior

G)

Miró en derredor. No había nadie. Y extrañado y algo temeroso diose cuenta que no se oía nada mas que el suave y sordo suspiro o lamento, o lo que fuere, procedente del convento. Los grajos habían desaparecido. En el cielo reinaba el sol y los buitres. Se sintió, sin saber por qué, huérfano en el mundo, inerme ante cualquier peligro. 

Mas, para dárselas de valiente y dominar su irracional temor, decidió rodear el parque con parsimoniosa lentitud. 

Eso de dar un rodeo  -hay que explicarlo- lo hizo porque otras veces, la mayoría, saltaba la cerca e iba directamente hasta la fuente a beber o simplemente para contemplar salir el agua a chorro por el caño. 

En ese momento no, torció a la izquierda, con la sensación aparente de tranquilidad. Conteniendo las ganas de acelerar su andadura para verse entre gente.  Poco a poco fue avanzando. Siempre con la punta de acero del cayado bien visible y apuntando atrás. Con el fin de que los potenciales fantasmas pudieran apercibirse que, el que iba delante de ellos, no era un ser débil e indefenso sino que poseía un arma y estaba dispuesto a utilizarla. Por lo que antes de agredirlo lo pensaran muy mucho. 

Ya había recorrido una cuarta  parte del contorno de la valla del parque cuando observó que, del lado opuesto, alguien saltaba la cerca. Se fijó de reojo en el individuo. Era el Padre de Husein que se dirigía hacia él hablando. O eso creyó. Continuó andando aparentando ignorarlo. Eso si, en su cerebro tenía grabado los ojos negros de mirada feroz. 

A pesar de ello contuvo las ganas de echar a correr. Apretó los dientes para no dar voces de auxilio. Los músculos de la mano se tensaron en torno al cayado. ¿Era peligroso el Padre de Husein? No, no lo era. Para nada. Al menos él no había oído nada que le inclinara a pensar lo contrario. Mas el Padre de Husein era marroquí, ¡un moro, joder! Y había que tener cuidado con ellos. La mayoría eran -lo habían dicho pero lo repetía- violentos, extremistas, sectarios, ladrones, traicioneros... 

Muchos llevaban navajas escondidas. Y hasta cuchillas en la boca. Sabían esconderlas manipulándolas con la lengua. Y esto no eran habladurías, se podía leer en 'El pan desnudo' novela del marroquí Mohamed Chukri

¿Qué era sacar la cosa de contexto y de quicio?... ¿Qué lo recordaba, ahora, muerto de miedo?... Bueno, quizás, pero el Chukri era marroquí, ¿o no?... Por lo que había que precaverse de ellos, pues en cualquier momento... 

El que nosotros narremos esto así y con estas palabras no quiere decir que estemos de acuerdo con semejantes opiniones. Reconocemos, eso si, que nunca está mal actuar con prudencia en semejantes casos. Además, vamos a ver: ¿de dónde ha salido el Padre de Husein?, ¿qué quería?... Y sobre todo, ¿qué quería de él?... 

Llegado a este punto en las elubraciones miedosas, aceleró el paso y pudo comprobar que el roce acelerado de los pantalones le llegó claramente a sus oídos. Prueba fehaciente de que, el que le seguía, tenía malas intenciones. La solución era echarse a correr para distanciarse del perseguidor. El otro haría lo mismo, pero le ganaría unos segundos. Y ese tiempo era oro para él ya que, antes de que lo alcanzara, estaría llegando a las primeras casas que, a escasos metros, se divisaban pudiendo ser auxiliado por cualquier vecino. 

Desesperado emprendió una loca carrera. Para su desgracia se dio cuenta que no había sorprendido al perseguidor, al contrario lo sentía ya muy cerca. El roce de los pantalones le martilleaba el oido multiplicándolo con fuerza de fiera. Hasta la respiración del Padre de Husein parecía que salía de su propia nariz. 

Aterrorizado abrió la boca para dar un grito grande, agudo, potente... aunque se desgarrara la garganta. Mas lo que se oyó claramente fue un ruido metálico, como el de un portón al cerrarse. Se sobresaltó. Tanto que le hizo pararse en seco. Y con la inercia, casi se cae. Tuvo que agarrarse al hierro de la cerca del parque. 

Miró para atrás. 

Empuñó con fuerza el bastón y... no había nadie tras él. 

(Seguirá) ---

El Padre de Husein o la inmersión en el olvido (6)


---Viene del post anterior

F)

Para olvidarse de todo lo que acababa de presenciar se fijó en el convento San Tunante que, a la derecha, se alzaba algo deteriorado por el paso del tiempo. San Tunante se construyó en el siglo XVI y albergó a un superior, y veinte monjes tunantes, teniendo como propiedades dos casas, varios censos, un tinte con dos calderas, tres prados, una huerta, 307 ovejas, 67 carneros y una mula. 

Los grajos sobrevolaban la fábrica eclesiástica y con sus graznidos apagaban un poco el lamento o suspiro que, viniendo del edificio monjil, desde hacía varios días, atemorizaba a habitantes de 'Las Huevas de Marraquest'. 

Algunos atribuían esas respiraciones profundas a monjas tunantas o doncellas calentorras, emparedadas, como castigo, allende los siglos, por la Inquisición. ¿La causa?: copular con monjes tunantes. Si bien, otros, la mayoría, se reían de ese miedo, diciendo que algún pájaro, sumido en sueño invernal, lamentaba o lloraba la muerte de la primavera.

El caminante no se interesaba mucho por los sonidos del convento de San Tunante porque, decía para él, que de lo que hay que preocuparse es de los vivos y no de los muertos. 

Miró a los grajos negros, monjes tunantes del cielo, que volaban de convento a risco y viceversa. 

Mas arriba, en el cielo azul purísimo, los buitres seguían trazando sus imaginarias líneas geométricas circulares y los aviones dejaban su estela de blanco humo en rectas trazadas con precisión de delineantes que, poco a poco, devenían en puntos blancos que iban deshilachándose. Demostrando, de ese modo, la definición de recta como sucesión de puntos. Luego se desvanecían en el azul del cielo. 

El parque, en cuyo centro hay una fuente a la que acuden vecinos para proveerse de agua, forma, como quien dice, una rotonda rodeada, al este, por el risco mencionado, al oeste, por el convento de los tunantes y al sur por un prado, en cuyo fondo se alza el famoso Castillo Palacio de Mas Gallo, con sus crestas torreonas al cielo, al que no le falta mas que el pico para cacarear. 

En el parque una mujer llenó el cántaro y, mirando con desconfianza, con recelo, hacia el convento, presurosa se fue. La palabra sería 'Juyó'. En expresión de nuestro amigo y recordado escritor, ya muerto, Eusebio García Luengo.

(Seguirá)---

El Padre de Husein o la inmersión en el olvido (5)


--- Viene del post anterior

E)

Atravesó la rotonda y siguió caminando hasta donde terminaba el asfaltado de la calle. A esta la atravesaba un camino de tierra que, torciendo a la derecha, llegaba hasta un parque flanqueado a derecha por el convento de los monjes de San Tunante; a izquierda se elevaba el Risco San Tuno. Le llamó la atención el vuelo de los buitres sobre el cielo azul quienes, moviéndose lentamente en círculos. Irían a darse algún festín de carne putrefacta. O lo que les saliera a su vista de ojos carroñeros.

Cuando bajó la vista del cielo al suelo vio con repugnancia, entre sorprendido y miedoso, una rata que salía del prado. Su andadura espantó a un potrillo, quien descansaba echado en tierra y levantándose, relinchando de miedo, corrió a galope tendido fuera de la vista del roedor. Él miraba al bicharraco. Paralizado por el asco y el temor. La rata, a sus ojos subjetivos, se hacía mas gorda y el rabo se alargaba y se alargaba... 

Camina parándose de trecho en trecho, levanta el hocico puntiagudo moviéndolo a un lado y a otro. Olía algo. Parpadeó, queriéndosela quitar de la vista. Pero ahí seguía. Mirándolo. De repente la rata se decide por fin a llegar hasta él y se pune a roerle un zapato. Eso no podía consentirlo. Por mas miedo que sentía. Algo tendría que hacer. 

No se movió del sitio al haber oído decir que las ratas pueden llegar a saltar hasta la garganta de uno y morderle. En un arranque de acción agarró con fuerza el cayado y se lo jincó en la misma barriga del repugnante roedor entre grititos de dolor del animal. 

Con asco y odio le dio una patada y lo envió, latiendo aun, de regreso al prado.

-Toma, para que no vuelvas a quebrarme la música del agua cantando en la cascada.

Allí debió de morir ya que al poco dejó de convulsionar.

Impresionado y todavía con el pulso latiéndole a cien por hora en sus venas se metió en el susodicho camino de tierra encaminándose hacia el parque. Anduvo unos pasos y sin saber por qué volvió a mirar la rata muerta. Lo que vio le erizó los pelos y un estremecimiento, como un calambrazo, recorrió todo su cuerpo: varias ratas estaban zampándose a la muerta. 

-¡Lo que hubieran hecho conmigo si me pillan desarmado!

(Seguirá) ---

El Padre de Husein o la inmersión en el olvido (4)


---Viene del post anterior
D)
Lo recordaba porque un vecino, al fondo, paseaba con dos perros enormes. Que se pusieron a correr en su dirección ladrando como fieras hasta que el amo los llamó. Y por los prados  se veían, echados al sol, vacas, cabras,  caballos...

La urbanización, 'Pradera de los Monjes', se halla situada en la parte norte del pueblo. A las afueras. Antes fue pradera. Pradera de un convento. De ahí el nombre. La propiedad la ostentaron, antaño, los monjes de ese convento. Ahora prado, monjes y arroyo han desaparecido. En su lugar se levantan casas adosadas. Que, justo, cuando las estaban edificando reventó la 'burbuja inmobiliaria'. 


No es raro, por tanto, ver chalés sin vender. Otros, numerosos, ya comprados, están de nuevo en venta. Los letreros aparecen por doquier. Y con la explosión de la crisis capitalista algunas farolas se cayeron, cajetines de tomas de luz están arrancadas; cables enteros de cobre han sido robados por manos anónimas, aquí y allá se ven, levantadas, losetas de las aceras, con el peligro de tropezar al andar. 

Todo ello lo sabía el caminante. No tenía por qué fijarse en ello. Salía a pasear. Nada mas. 

Después que la rata lo cabreara despertándolo de su arrobamiento incipiente contemplando el fluir el agua, dudó si seguir su paseo o irse a casa. Decidió continuar su paseo. Se  desvió de la cascada hacia la derecha donde se abría una calle empinada. Calle a medias, pues por la parte derecha había casas, todas sin vender, con acera, silencio y soledad; y por la izquierda, sin acera, prados donde vacas y caballos se habían declarado en huelga de hambre. Obligados por la sequía. Llevaba, mas de 50 días sin llover y los prados estaban rechisecos, agostados. Los animales se acercaban, mansamente. Relinchaban, mugían. Imploraban alimento y lo seguían tras de la cerca de alambre. 

Casi al final, una rotonda. 


En el centro habían colocado un enorme predrusco. Feo, marrón claro, escatológico. Sin gracia alguna. Por no decir horrible. Al diseñador de la urbanización, por lo que se ve, le debió parecer de perlas ponerle a las rotondas -todas tenían la mierda pedregosa- esos adornos. 


Piedras deformes. Trepadas por roedores. Escondrijo de escorpiones.


Suponemos que baratas. Hay muchas por todas partes. 


¿Habrán hecho negocio con ellas encareciendo las casas?

(Seguirá)---

El Padre de Husein o la inmersión en el olvido (3)


---Viene del post anterior

C)

Siguió su andadura ayudado del cayado. El cayado, o garrota, o cachava... Una herramienta que, algunas veces, llevaba sin necesidad... Bueno, no es cierto del todo, en ocasiones le servía para subir a los tesos; teniendo, como tenía, una punta de acero, se hundía en la tierra sirviéndole de apoyo para continuar la subida. También, en ocasiones, podía servirle como arma de defensa. Un buen golpe dado con fuerza, contundente, certero, en el lugar apropiado... Si la ocasión lo requería... Si no había mas remedio... Podía atravesar la barriga de algún ser vivo... 

Se estaba volviendo un poco agresivo... Nada propiciaba estos pensamientos... salvo la rata. 

Mas... pensándolo bien... la crisis se agudizaba pasando, aceleradamente, de la necesidad al hambre y... y sin remontarse a tiempos mas lejanos, hace dos o tres días, llevaron en helicóptero a varios jóvenes ladrones que, al parecer, robaron, según se decía, con violencia inaudita en un chalé... Pero a él no le importaban los del chalé, no pero...  no le gustaría que la tomaran con su persona... Eran marroquíes. Los ladrones. Podrían haber sido de cualquier otro sitio. No destacaba la procedencia de esos muchachos por racista, que no lo era, sino por el hecho en si. Aunque tenía que decir que... De estos individuos se contaban muchas cosas y cuando el río suena... Por ejemplo: que no se integraban, que eran muy sectarios, y muy violentos, y odiaban a los españoles, y hasta querían conquistar otra vez España para la causa musulmana...

-¡Coño, que son moros! -le había dicho de sopetón un vecino- No ves que no aprenden español... ¡Qué diferencia con los rumanos, por ejemplo!

-Pero hombre el idioma rumano es de raiz latina, como el castellano. Es lógico que aprendan antes los rumanos el castellano.

-¡Qué no, joder, que son moros! Con eso basta.

Él no comulgaba con esas posturas tan... Tenía profundos principios de tolerancia y respeto hacía otras culturas... Admiraba la civilización árabe. Incluso, sabía que el castellano tenía miles y miles de palabras de origen árabe... Estaba por tanto agradecido a lo árabe... La numeración era invento de ellos... En fin... sus principios ideológicos eran una barricada que impedía el paso a prejuicios racistas. 

Pero no era solo por conviciones ideológicas, o filosóficas, o históricas, o lingüísticas... hasta la realidad ponía de manifiesto que ladrones, criminales, asesinos... había en todas las razas. Por ejemplo: rumanos, búlgaros, albanos, colombianos... esos también robaban... No todos, claro... Que exageración por su parte... Ciertos elementos... De entre ellos sobresalían albanos y colombianos. Y los colombianos, para qué negarlo, son de habla castellana. Por no hablar ya de delincuentes españoles...



Bueno, pues por todo ello no venía mal llevar el cayado de punta de acero. Sobre todo por si aparecían animales: un perro, una vaca, un toro, una yegua, una potrilla... para espantarlos. Se lo había aconsejado hasta el médico diciéndole:


-Nunca se sabe lo que puede aparecer yendo por el campo solo. Nunca se sabe.

(Seguirá) ---

El Padre de Husein o la inmersión en el olvido (2)


---Viene del anterior post

B)

Las última palabras se perdieron en el aire porque el vecino se iba alejando mientras hablaba y el mañanero caminante siguió su vereda rumbo a la nueva urbanización. 

El día era soleado, y tibio, a pesar de estar muy adentrado el mes de enero. Se dirigió, como siempre, dentro de la urbanización, hacia una diminuta cascada cuya agua procedía de arriba, de las alturas, de los tesos que se elevaban en la parte norte del témino municipal -denominado de cachondeo 'Las Huevas de Marraquest' (por los numerosos emigrantes marroquies que se habían asentado en él)- agua que se precipitaba, abriéndose paso, entre zarzales y hierbecillas, hasta una tubería subterránea que hacía las veces de cauce de un primitivo arroyo, condenado a la oscuridad para construir los chalés adosados. 

Se detenía siempre, como hemos dicho, y se detuvo ahora, contemplando el fluir cadencioso del agua, escuchando arrebatado su murmullo. Acordábase de otros arroyos, en otros tiempos lejanos de su infancia cuando soñaba con una vida risueña, libre de angustias y desasosiegos. A ambas márgenes del arroyuelo brillaba, plateado, el hielo de la helada nocturna, despertándole mas recuerdos de su niñez. 

Le costaba despegarse del agua, abandonar sus añoranzas. Se le hacía dificil allí, precisamente allí, rodeado de casas de nueva construcción que él había ayudado a levantar. Soñaba con un hogar suyo, propio. Sin tener que pagar a nadie un alquiler. Dinerito mensual que bien podría destinar a sus padres que tanto lo necesitaban y a la casa que estaba construyendo en su aldea. Como el Padre de Husein, que había dicho el vecino. Y en ese punto recordó la tristeza y desesperación del Padre de Husein en la marquesina de la parada de los autobuses tapada la cara con las manos como para no ver el mundo, para no verse parado. 

Pero el camino sigue, el paseo continúa. Como la vida. Y no es posible detenerse en recuerdos o en sueños para siempre. No son mas que eso: recuerdos de un tiempo ido que no volverá jamás, por mas que uno quiera resucitarlo. 


Está muerto. No hay manera de reanimarlo. Pero da gusto tener algunos instantes de felicidad... 


La mirada a la cascada fue, en este caso, mas corta que otras veces porque de la tubería asomó una rata que cortó en seco su éxtasis de recuerdos y ensoñaciones. Impidiendo, la fea aparición, que ahondara, o se recreara, en otra vida. 


Maldijo al bicharraco y enfurecido, rabioso, le tiró piedras y mas piedras... 

-Siempre hay ratas que le amargan a uno la vida, los sueños... -dijo en voz alta.

(Seguirá)---