viernes, 12 de diciembre de 2008

José Mª Amigo Zamorano: Lectura de un poema de Mustafá Fersi

Una lectura antirracista
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A estas alturas de la Historia sabemos con certeza
de la existencia de regias rapaces cerniéndose en el cielo
que observan los vientres de madres deshonradas
como almacenes en reserva de carnes delicadas
y ven en subasta las uñas del holgazán del barrio
sumamente apreciadas en estas épocas de crisis
conque periódicamente nos castiga el lucro del Capital.

Hay seres abatidos en cualquier rincón del mundo
soñando historias gloriosas con propios sinsabores;
y hay también quien recoge esas ensoñaciones
para lanzarlas al sendero seguro de los vientos
en ráfagas de compromiso contra las indiferencias
a fin de que manos que pueden moverse a recogerlas
no lo hagan ellas al compás que marcan siempre
los dictadores de la tragedia de esta aldea global.

Sabemos que antes de que nuestras conciencias
se agosten o se agrieten o se sequen como labios
expuestos a las inclemencias furiosas del siroco
tenemos que dejar constancia escrita ante el horror
de tantas fiebres, miserias y asesinatos en acecho
por culpa de este sistema piramidal capitalista
que pone en el ara del altar de su templo ideológico
el beneficio privado de ellos cual dios omnipotente
para que vayan pasando gentes a mostrarle pleitesía.

Y yo... miro, veo, bebo, como o zampo cual gorrino
entierro mi fuerza creadora en el estéril suelo de pereza
hogareña y doméstica sentado en la estúpida fatuidad
del jornalero que no tiene siquiera zapatos que calzarse.
El egoísmo me ha carcomido el empuje hacia los otros
y eterno masoquista me extravío aceptando la miseria
que en derredor veo en los demás congéneres primero
y luego en la mía cuando ya me comen voraces los piojos.

Y tu... que miras, ves, bebes, comes o zampas cual cochino
dices, escribes, cosas sin importancia con palabras bonitas;
palabras, tan solo palabras para llenar tus horas de ociosidad
y te atreves a escuchar tu voz con delectación ególatra
y osas criticar sin medida según tu propia ambucia
y bebes sin control hasta hartarte de inane desvergüenza.

Y él... mira, ve, bebe, traga o zampa cual marrano
de la mañana a la noche ignorando afanes angustiosos
imperiosa necesidad de satisfacer el hambre y la sed
en un desierto de solidaridades del que es, él, fiel reflejo
sobre todo cuando se disfraza de amor por sus amigos.

Y aparecen velados, casi ciegos, por cobardía, egoísmo
y la brutal indiferencia mis ojos, y los tuyos y los de él;
ninguno de los tres, a qué negarlo, le hablamos al banquero;
no le dijimos ni esta boca es mía, ¡ay!, no lo hicimos ayer:

"No abuses del botín de tus robos ¡detente un poco, avaro!
pues de lo contrario tu mismo sufrirás en carne propia
las iras producidas por los fardos demasiado pesados
sobre agrietadas espaldas de trabajadores del mundo.
Y atiende bien, su dolor por esfuerzo excesivo en su epidermis
explotará más pronto que tarde delante de tu jeta delicada
a la que no le valdrán para nada tus piadosas mascaradas".


Y a esa madre indigna que ha abandonado a su hijo
no reprobamos su conducta antier, ¡ay!, no lo hicimos
ninguno de los tres, para qué vamos a negar lo evidente:

"Cuida de tu inocente vástago, mujer, cuídalo apartando
esa miríada de moscas asesinas de su rostro purísimo,
mira que ese descendiente, mujer, es tu reencarnación,
tu propio corazón latiendo de miedo en sus entrañas".


Y ni a los parados y hambrientos de esta crisis de superproducción
les dirigimos palabra alguna al confundir prudencia por cobardía;
reconozcamos la verdad de nuestro propio mutismo de anteayer:

"Para coger el arma de la nacionalización de la banca, ejem ejem,
hay que saciarse primero hasta adquirir la fortaleza suficiente
a fin de asir la herramienta con valiente y arrojada certidumbre;
al tiempo que aprenderemos a ganarnos el pan con dignidad
sin tener que recurrir al denigrante recurso de alargar la mano".


Y nos queda, por fin, el holgazán de nuestra clase obrera, que lo hay,
que vive, ahí, sin pudor, de la ayuda de cada vecino del contorno,
limpiándose las uñas, sentado en el poyo, a la puerta de la casa;
ni a ese sinvergüenza nos atrevimos a decirle algunas frescas:

"¡Trabaja, vago más que vago!, verás así la maravilla de la luz;
bendecirás la vida que brotará tierna y luminosa de tu esfuerzo;
empuña la hoz y el martillo con decisión de entrega comunera;
coge lápiz y fusil, útiles necesarios para sostener la densidad
de tu revolución personalísima dentro del cogollo de la lucha;
hay camaradas y hermanos en todas las partes del mundo
luchando sin cesar y a veces muriendo contra el Gran Capital
o contra sus lacayos disfrazados de líderes políticos o sindicales.
La Libertad está, ahí, y te espera para coronarte de gloria;
la Libertad te espera, ahí, fuera de tu parasitaria holganza;
esfuérzate, pues, un poco, forjando con tus camaradas,
con tus manos, con tu sangre, con tu sudor, con tu vida, otra vida
en que los niños no vean las moscas voraces comiéndole la cara;
una Vida ajena a rostros macilentos nacerá de tus brazos;
la Vida sin pobres asustados late ya en tus manos ociosas.

Pero la Vida, seguirá su derrotero aunque te quedes sentado".

No se lo dijimos, ¡ay!, ayer, con claridad, a todos ellos, no.
No le dijimos, ¡ay!, que el Hombre sin costuras ni remiendos
con el que soñamos, digno, no es otro que ellos mismos;
dignos, si, si son dignos de verdad y no pobres piltrafas
sentadas, a las puertas de su casas, con las bocas abiertas,
tragándose el sol de la pereza infecunda con miles de moscas,
entonces no tendrán ni el valor del pedo de una hiena vieja.

Y a estas alturas de la Historia lo sabemos con certeza
mayor aun de la que tenía el poeta árabe Mustafá Fersi
de cuyo poema 'Ayer... mañana' (*) hemos sacado algún
renglón de lo que nos hacemos culpables. Hemos dicho.

Fdo: José Mª Amigo Zamorano

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(*) Antología poética 'Diwan africano. Poetas de expresión francesa'.
Autor: Rogelio Martínez Furé. Editorial Arte y Literatura.
Ciudad de la Habana, Cuba. 1988.