15.
Alza la vista del libro y mira al campo: las viñas, el bosque, las laderas de las montañas y al fondo, las sierras; todo tiene el color que anuncia el otoño: algunas hojas caídas, pocas, y el color anaranjado pero con muchos matices y no en todos los sitios: acá domina el amarillo, allá el amarillo limón, mas allá rojo; en todas partes se va adueñando el naranja; en las viñas abunda el morado de la uva tinta.
Los rayos de sol chocando con las hojas movidas por la brisa despiden destellos multicolores que aureolan el bosque; en los prados la hierba amarillea y, ya, asomando, brilla, la fugaz otoñada. Algún que otro pico aparece nevado y excepcionales vendimiadores, los más temerosos quizás, se dirigen con sus carros a las viñas. Todo anuncia la vendimia.
Retorna la mirada al libro. Antes de hundirse en su lectura recuerda desordenadamente el destino de algunos reyes: Amín que muere a manos de Mainun; Dahhak encadenado sobre el Monte Demawand; Nondhar nada mas hecho con el poder se encierra en sus habitaciones a comer y beber como un cerdo, sin preocuparse mas que de atesorar oro y más oro; el territorio convertido en paraíso de ladrones y bandidos; y a él, claro, lo matan; a Mardevig lo ciegan para deponerlo más tarde...
Pensando en su amada y embriagado por el ambiente se dice:
--Unas gotas de vino del color del rubí, del color de las guindas, del color de la esmeralda o de cualquier otro color; un pedazo de pan, un buen libro de versos y tú, tú... tú, mi querida amiga, en un solitario lugar, como este, son más valiosos, para mí, mucho más, donde va a parar, que los reinos de todos los sultanes.