4.
¡Amigos!, ¡alimentadme con vino, con vino tinto de momento!, ¡haced lo posible para que sea bueno!, ¡que se transforme en suave y rutilante rubí el ámbar luminoso de mi rostro!; pues así, con esa aureola, mi paseo, mis paseos, serán como un baluarte inexpugnable, contra el que se estrellarán todas las flechas venenosas del egoísmo, de la vileza, de la cerrazón...; en resumen: toda la podredumbre del mundo.
¡Amigos!, ¡alimentadme con vino, con vino tinto de momento!, ¡haced lo posible para que sea bueno!, ¡que se transforme en suave y rutilante rubí el ámbar luminoso de mi rostro!; pues así, con esa aureola, mi paseo, mis paseos, serán como un baluarte inexpugnable, contra el que se estrellarán todas las flechas venenosas del egoísmo, de la vileza, de la cerrazón...; en resumen: toda la podredumbre del mundo.
¡Ah!... y que cuando muera se me lave con vino, frotándome bien, para que llegue su aroma hasta el último resquicio, hasta el mas escondido vericueto de mi cuerpo; así, con esta vaharada que saldrá por todos los poros de mi cuerpo, ni se acercarán a rezarme todos esos seudomísticos, meapilas e hipócritas que tanto hacen sufrir al inocente...; permanecerá, por lo cual, puro, el barro de mi cuerpo, para modelar, una vez más, otra copa de vino.
¡Ah!, por último, y ya no os molesto mas, que no se os olvide además, que sea construido mi ataúd, con tablas de madera... pero madera de las cepas de la vid.