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Los dueños de la casa (uno de ellos ya se ha cita de paso) eran: el hermano de su mujer y su compañera, antaño amiga de ella. Una pareja muy compenetrada a pesar de sus discusiones, que las tenían, como cualquier matrimonio, pero que, como se suele decir, nunca llegaba la sangre al río. Pareja que, todo hay que decirlo, siempre lo habían tratado muy bien. El hermano de su mujer era, ya se ha dicho, más que cuñado, un camarada. O eso pensaba él. Tomada la anterior palabra 'camarada' en el exacto sentido político e ideológico que tiene. Y no lo pensaba en vano, pues le ayudó a salir en alguna ocasión de cierto aprieto con la dictadura franquista. De carácter fuerte, daba todo lo que tenía y, por tanto, exigía correspondencia. Su gran corazón no aguantaba las ingratitudes, o lo que él creía que eran, y por tanto no se andaba por las ramas a la hora de cantarle las cuarenta al ingrato. Es más, si no eran tales las deslealtades tardaba tiempo en desecharlas como prejuicios formados en su cerebro. Primero, antes de desprenderse de ellas, tenía que convencerse de su falso enjuiciamiento. Para ello le daba vueltas y revueltas, a veces con ironía que se apreciaba en el destello de sus ojos y en su sonrisa sarcástica. Todo lo cual eran muestras de su moral, de sus principios, adquirida y adquiridos en la lucha obrera. Moral y principios inquebrantables. Y, en lógica consecuencia, la amistad no la daba así como así. Y menos ahora que, tanto una como el otro, o el hermanamiento, o la camaradería, o... se consideran cosas banales y valen menos que el pedo de una hiena vieja.
-Pero, ¡qué dices! –le cortaba a veces su compañera- si tu no eres comunista.
-Yo soy machista leninista –respondía él con su irónica sonrisa y brillo en los ojos.
Estos cortes u otros los hacía ella para limar asperezas. Porque ella era, con su serenidad, con su juicio equilibrado, con su, pudiéramos decir, objetiva dulzura, la que contrarrestaba la radicalidad de él. Por eso se conjuntaban casi a la perfección. Dicho lo anterior no quiere este narrador que se sobreentienda como que la señora de la casa era una mujer como sumisa y obediente. En modo alguno. Sabía defender con perseverancia, con ahínco y hasta con rotundidad, si fuera menester, sus puntos de vista sin dar su brazo a torcer fácilmente.
Abrumado por las atenciones y por cada cosa que se le ofrecía a sus ojos y paralizado por la timidez innata, no se dio cuenta de la presencia del personaje. Es más, ni se le había pasado por la imaginación. Con todo y con eso estaba en la casa, allí, cerca de él, aunque lo descubriera más tarde.
Gallarta es la capitalidad del municipio llamado Abanto y Ciérvana. Desde una perspectiva histórica, tanto Abanto de Yuso como Abanto de Suso formaron parte hasta 1805 de los Cuatro Concejos del Valle de Somorostro dentro de la comarca de Las Encartaciones. Da al Norte con Ciérvana al Noreste con Santurce, al Este con Ortuella, al Sur con Galdames y al Oeste con Musques. Gallarta es un pueblo emblemático en la explotación del mineral de hierro, cuyas vetas fueron citadas hasta por Plinio el escritor romano. No quedan explotaciones abiertas desde 1993, cuando Agruminsa cesó la extracción de mineral. Esta población se trasladó de ubicación debido al avance de las minas sobre su antigua ubicación. En el municipio quedan amplias muestras de su pasado minero. Otros núcleos de población importantes dentro del municipio son Sanfuentes y Las Carreras.
A la derecha del Museo Minero aun se notaba, y se nota, la acción de la piqueta sobre el terreno.
Hay que decir que allí nació la llamada Pasionaria, es decir Dolores Ibárruri, mujer mítica en la reciente Historia de España, que fue responsable del Partido Comunista de España. Como también hay que decir que en esa cuenca minera surgió dicho partido, fundado entre otros por Facundo Pérezagua.
Cuando llegaron a Gallarta era de noche y había que cenar, por lo que antes de nada pasaron a la cocina.
(seguirá)