30.
Pensando en su antiguo amigo Hassam el Sabbat que, desde el Alamut, luchaba por la pureza del Islam, Omar Khayyam se puso a escribir una rubayata; y antes de pasarla al papel pronuncia, en voz alta, el primer verso de la cuarteta:
--Decimos que esa copa tiene en si finura, armonía, belleza, que es una copa artística...
Y le vinieron a la boca esas palabras de una manera natural, recordando la copa de barro que le había regalado su amigo el alfarero. Fue la vez aquella, cuando le ofreció su asiento y él comenzó a moldear la arcilla que su amigo había colocado.
Pasado algún tiempo volvió a visitarlo y, ya terminada, se la regaló. Había bebido en ella. Había posado con suavidad sus labios en el borde, extrayendo la secreta máxima de sabiduría que en ella se encierra. En esa copa el vino sabía mejor, ¡Donde va a parar!
--... La Razón encuentra miles de conceptos para admirarla: y miles de sensaciones nos embargan cuando pasamos los labios y besamos su frente, como si fuera nuestra amada, con amor. Pero un día, un día, un día...
Aquí se paró poniéndose un tanto triste. Y es que, no se le olvida, fue un día en el cual le comunicaron que, a su amigo Rustem, le habían cortado la pierna. Se lo dijeron así, de sopetón. Estaba con ella en la mano y se le cayó al suelo, sorprendido por la noticia.
--... el Tiempo, loco alfarero, más ido que un garbanzal, toma esta copa bellísima, de formas armónicas, de finura exquisita, que, antaño, el Tiempo modeló, y, sin saber por qué, se divierte rompiéndola en mil pedazos.