domingo, 15 de agosto de 2010

José Mª Amigo Zamorano: El, Ella, y El Otro (4)

4: El bastonazo

Y fue con un suboficial con el que Él tuvo unas palabras de las que salió marcado para siempre. Le había llamado el capitán a su despacho para decirle que, como pronto volvería al cuartel de Viriato,  en Zamora, que se pasara por su casa. Allí le encomendaría algunas labores. Para lo cual tenía que llevarse del cuartel algunas herramientas y le mandó que las fuera recogiendo ya. ¿Cuándo? ¡Inmediatamente!

Cuando lo contaba a unos pocos solía agregar:

-¡Qué labores ni que cojones! ¡De chacha para la mujer del capitán! Así serví a la patria. Aunque no me quejo porque apenas pisé el cuartel.

Pero prosigamos: venía Él del despacho del capitán. Y absorto, meditabundo y distraido, como iba con sus pensamientos, pasó de largo, sin darse cuenta de que allí, a su lado, estaba el Sargento 'Chusco'. Este se le quedó mirando y de repente voceó:

-¡Soldado! Ya no se saluda a los mandos.

-¡A sus órdenes, mi sargento! Es que no le he visto.

-¿Tan invisible soy? Pues para que otra vez me veas bien, vas a dar 100 vueltas corriendo al patio.

-Pero es que...

-¡Ni es que, ni hostias! ¡Inmediatamente!

-No puedo, mi sargento. Tengo que cumplir...

El sargento, que tenía un bastón en la mano, enfurecido, le dió con él en la cabeza y otro bastonazo con saña en la cara, tal que lo tumbó sin conocimiento en tierra. De resultas de los golpes le quedó una cicatriz en la parte izquierda de la cara desde el ojo al labio. Su tiempo de cura en el hospital lo volvió huraño, desconfiado, cruel y hasta altanero al reflexionar, como reflexionó, llegando a la conclusión de que había que andarse con cuidado y no contar más que con sus propias fuerzas.

Altanería, dicho sea de paso, pensó El Otro, para con los compañeros de cuartel, quizás en venganza por tener que servir de criada, todo el tiempo, de la esposa de su capitán. Por lo que su hombría quedó en entredicho. De criada y de otras cosas: carpintero, albañil, electricista... Otros dicen, riéndose, que se vengó del Sargento 'Chusco' follándose a la mujer del capitán. Pero eso... ¿quién lo sabe? Se dicen muchas cosas. Como se contaba que cuando pasaba el Sargento 'Chusco' cerca de El musitaba:

-¡Hijo de puta, algún día me las pagarás!

Todo eso se lo contaron a El Otro soldados de su reemplazo que estuvieron, después de El Ferral, en el cuartel de Viriato. Lo dice para que conste al no ser testigo presencial pues, tras la jura de bandera, lo enviaron a Valladolid. De modo que lo que sabe lo sabe de oídas. También le contaron que su crueldad para los nuevos reclutas, por parte de Él, fue proverbial: untarle de mierda por la noche introduciéndole excrementos entre las sábanas, era una novatada que a muchos de los soldados repugnaba, no a Él que gozaba viéndolos sufrir cubiertos de vergüenza. Y otras no menos crueles y repugnantes. Tan despiadadas fueron que la mayor parte de los compañeros terminó mirándole con suspicacia.

Se iba acercando poco a poco, la mirada baja, taciturno. Desde su puesto de verduras lo miraba y sus recuerdos de otro tiempo acudían al teatro de su memoria cuando los clientes se lo permitían. El día se había vuelto gris, hacía bochorno y la atmosfera era neblinosa en esos momentos. Decían que era polvo del desierto. Polvo o no, lo cierto es que hacía calor, mucho calor.

(seguirá)