viernes, 30 de marzo de 2007

José Mª Amigo Zamorano: Siguiendo a Omar Khayyam 25

25.
Tras del Huracán Viene la Calma de la Muerte


-¡Zorra, mas que zorra!

Estos y otros insultos le decían a la moza que acababa de abrir la puerta de su casa. Miraba perpleja y asustada al grupo de mujeres, pañuelo negro en la cabeza, vecinas todas, que se habían congregado frente a ella.

-Pero... ¿qué he hecho? por que me...

-No te hagas la inocente, mal bicho- interrumpió la madre de Rustem que parecía encabezarlas.

-Juro, por Alá el Misericordioso, que no sé de que me acusáis.

-¡Será descarada! Has dejado abandonado y herido al que te traía en caballo; eso es de mala mujer.

-¡A saber lo que hizo sola por el campo a esas horas!

-¡Y metida en un soto; que varios la vieron!

-¡Y salir con un hombre... !

-¡Puta!... ¡¿No la veis!?... ¡Si es una puta!... ¡Que se marche del pueblo!

-¡Eso, eso! ¡Márchate!

-Pero si yo salí corriendo a avisar...

-¡Mentirosa! ¡Echémosla!

-¡Hay que apedrearla! ¡Solo verla... da asco!

Una lluvia de piedras caía sobre la infeliz moza, hiriéndola. Una de ellas en la frente y tan dolorosa que la obligó a refugiarse en casa. Empero, no por eso terminaron las pedradas, arrecieron en pared, puertas y ventanas. Luego, se hizo el silencio. Y cuando creía que todo se había acabado, oyó ruido en la puerta como si quisieran entrar. Miró por una ventana que tenía los cristales rotos y vio que, efectivamente, estaban intentando derribar la puerta:

-¡Hay que lapidarla! -alguien gritaba.

Se vio perdida, muerta y no encontró otra salvación que huir; huir por el corral, en la parte de atrás; y huir lo más lejos posible.

Anduvo corriendo, hasta que el cuerpo dijo basta, siempre con el grupo de vecinas enfurecidas en su mente. De cuando en cuando, volvía la cabeza por si venían persiguiéndola.

-¡¿Qué he hecho yo, Alá Piadoso?! ¡¿Por que me insultaban?!

Lloraba y corría.

Se tropezó y cayó dándose de bruces en la tierra. Fue como si todo el planeta se hubiera convertido en un mazazo y le hubiera golpeado. Se tocó la frente, la tenía toda cubierta de tierra al pegársele a la sangre de la herida. Y le dolía. Le dolía mucho. Le dolía todo: el cuerpo y el alma.

Se arrastró hasta un árbol que ahí cerca se veía. Apoyó su espalda en el tronco para descansar. Miró sus ramas. Era un almendro y estaba cuajado de flores. La tierra comenzaba a verdear con fuerza, con alegría, con ganas de vivir, de hacerse un hueco en la explosión primaveral.

Volvió a mirar las flores del almendro: un jilguero o ruiseñor cantaba; parecía embriagado de alegría, de amor, en medio de las flores; y se miró a ella: ensangrentado el vestido, herida, amenazada, huida... Se le fueron cerrando los ojos.

Cuando de nuevo abrió los ojos estaba anocheciendo. El dolor de cabeza seguía golpeándole; y ahora las sienes le latían con fuerza. Y seguía golpeándole el recuerdo.

Se levantó. Un camino se abría entre la cerca de una finca y el resto del campo. Echó a andar por él. Tras una revuelta, creyó ver, al fondo, un pueblo nebuloso: sería el humo que se elevaba recto de las chimeneas. No veía bien y lo achacó a la hora en la que estaba. ¡Qué cansada se sentía!

-Parece que estoy borracha.

Y la frase le hizo sonreír. Se tocó la frente. La tenía ardiendo y sangraba. Los labios resecos se le pegaban y los humedeció con la lengua. Tenía mucha sed. Si bebiera un poco de agua se pondría bien. Siguió andando. Al poco rato vio el brillo plateado de una charca. La luna se reflejaba en ella.

-¡Agua! - exclamó.

Y se encamino hacia ella dando traspiés. Se resbaló, cayendo y casi jincando la cabeza en el agua. Estaba dura, parecía hielo pero acercó los labios. Sintió un gran alivio y se tumbó todo lo largo que era, musitando:

-"Rustem, Rustem, amor mío, ¿qué es lo que te he hecho"...


Omar Khayyam había pasado una mala noche. Cuando se despertó quedó sorprendido por el día luminoso que nacía. Y comenzó a dar voces:


-¡Venga, despertaos!... ¡despertaos, durmientes!... ¡es la hora!... ¿No veis que la aurora arrojó, ya, con fuerza, la piedra al piélago nocturno, ahuyentando a los astros y a los heraldos negros de la noche, noche torturadora de los pobres; y el Rojo y Valiente Cazador de Sombras prendió en un haz de luz, cegando la torre tenebrosa del silencio?