lunes, 9 de marzo de 2009

José Mª Amigo Zamorano: 'Sin dejarse vencer' (8)

-Este cuentecillo que estamos escribiendo es en recuerdo y homenaje de Concha Tristán, que militó en el FRAP por una república popular y acaba de morir-



Se quedó un rato pensativa.
Mas tarde soñó que volaba.

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La vida en aquella casa no tenía muchos altibajos; podría decirse que era monótona y aburrida: los hijos estudiaban (no todo lo el padre quisiera), la mujer hacía los trabajos de la casa e iba al mercadillo los miércoles y el hombre escribía o leía (a veces en voz alta). Veían la televisión... En fin, como la mayoría de las familias.

La golondrina desde su encierro oía las lecturas del señor de la casa sin poner mucha atención. Sin embargo una que se refería a la madre de Golondrina Fiel. Era el cuento de 'El Príncipe Feliz' que había mentado el clavel. Le emocionó mucho y derramó abundantes lágrimas. El final de madre e hija era trágico: el sacrificio por una causa hasta la muerte.

Aunque es mas corriente de lo que suele creerse, pues lo hacen miles de seres, si no millones, toda la vida. La diferencia en la heroicidad, como en las desgracias, radica tan solo en el fulgor doloroso del instante de bravura, en unos casos; en otros el sacrificio es una resistencia gris sin brillo, pero no menos heroica a lo largo de toda la existencia de esos seres. Esa es la diferencia, ese el grado.

Le vino a corroborar este pensamiento la lectura de esa historia que narra la decisión de un ave de lanzarse a los cielos, aun herida, a riesgo de perecer en el intento, con tal de sentir el aire, la altura, la sensación de libertad.

Gesto valiente, brillante como el filo de la espada, pero su fulgor ciega sin dejar ver que es un gesto gratuito, ajeno a generosidades. Inútil, por tanto. Es rayo que ilumina cegando. Locura de los valientes. Para algunos la única sabiduría. La de los héroes. La de los arrojados. La de los valientes. No quería quitarle ella mérito, pero tampoco se uniría a la postura de los que esconden la otra, la de los de abajo que no brilla como el oropel, siendo valiosa, oro puro para los suyos, que es la de todo el común. Esta abre caminos a los que viven en el infortunio, en la desesperanza, elevándolos por encima de todas las desgracias. Muchos héroes hay que deambulan cabizbajos. Y sólo necesitan que las condiciones maduren para que, también, surja en todo su esplendor la capacidad que encierran en esa apariencia pálida. Se mostrará con clara intensidad que estaban hechos de pequeñas heroicidades que habían llegado a un punto de cocción preciso dando como resultado la magna obra que ya latía por debajo.


Descubre que ella es así: late, nunca mejor dicho, bajo la superficie.




(proseguirá)