Recordábamos anoche, viendo el programa de televisión '59 Segundos', aquello que nos contara nuestro viejo amigo, el escritor Eusebio García Luengo (que en paz descanse) sobre una delegación de mujeres republicanas que yendo a pedir clemencia, a esposas de militares franquistas, por sus hombres encarcelados y a punto de morir fusilados, asesinados, regresaban exclamando:
-¡Esas mujeres son peores que ellos!
Lo recordábamos porque, eso mismo, nos pareció a nosotros que eran esas mujeres que hablaban en la tele. Esa noche estaban solo hembras ya que el día anterior fue el Internacional de la Mujer Trabajadora. Un guiño a la mujer. Así. En general. Haciendo tabla rasa de diferencias. Pero las hay: mujeres y mujeres. Una perogrullada. Aunque tiene su miga. Su sentido común. No son lo mismo las mujeres del pueblo llano que las encumbradas en el sistema.
Trataron, estas televisivas personalidades femeninas, de la posible huelga de los trabajadores de los aeropuertos. Que ven peligrar su puesto de trabajo. Y desde esas pingorotas, desde esas cumbres, desde esas alturas en las que están instaladas como comentaristas, no encontraron razón alguna para la huelga. Y les dijeron de todo menos bonito a los trabajadores: que qué se habían creido ellos... amenazar con paros porque 'alomejor' (y lo entrecomillaban) perdían sus puestos de trabajo... 'alomejor'... que otros (4.000.000) ya lo habían perdido y esos, si, tenían razones para protestar... vosotros os jodéis... que eran secuestradores de las vacaciones del pueblo español... que el Ejecutivo tenía que ser firme y no temblarle la mano a la hora de castigar a los que no fuesen a trabajar... que por su culpa iban a perder buenos dineros los negocios de hostelería y... y a eso no había derecho alguno... que estaban impidiendo, obstaculizando, que otros pudieran obtener trabajo... que ya era hora de regular la huelga para que se vayan enterando de lo que vale un peine... esos sindicalistas...
Ninguna se puso en lugar del que se ve en paro, de aquel que siente cómo la hipoteca le va apretando el cuello hasta casi ahogarle, que ve peligrar su piso, y ser expulsado del hogar con orden de embargo y a sus hijos en la calle... Ninguna se mostró ni una pizca de comprensiva con la única arma que los trabajadores esgrimen para defender su comida... Ninguna tuvo clemencia con esos asalariados que tiemblan de miedo al despido... A ninguna les importó un comino que los 4.000.000 millones de parados fueran incrementados con algunos más salidos de la privatización de los aeropuertos... A ellas solo le preocupaban las vacaciones y los negocios hoteleros. Lo demás... ¡mano dura a los huelguistas, a los sindicalistas!
Pero, ¿por qué esa dureza con unos simples trabajadores? La explicación viene de que miran a los demás como enanitos desde sus cimas; hasta ellas no llegan las zozobras, penalidades, inquietudes, angustias... de los currantes a los que critican; se consideran encastilladas, amuralladas, defendidas por el foso de la llamada libertad de expresión atestado de hambrientos cocodrilos que impiden que otros lleguen a tumbar sus argumentos ejerciendo ese mismo derecho. Es su torre de marfil. Allí se encuentran a gusto.
Y además porque, valga la paradoja, ven peligrar, ellas, su 'mantenencia', su sustento, sus vacaciones, y para asegurse bien en el puesto, pegadas como lapas al sistema, tienen que demostrar ser más duras que los empleadores para los que trabajan o las contratan: los banqueros, los dueños de las empresas, los patronos de los diarios, revistas, televisiones, radios; es decir: la patronal, el generalato del sistema. Del sistema capitalista.
Todo ello en torno al Día Internacional de la Mujer Trabajadora. Y todo ello cuando se ha homenajeado con una película a esa diputada olvidada, Clara Campoamor, que tanto luchó por el derecho al voto para la mujer. En la II República. Y eso está muy bien. Y ya pueden votar y ser diputadas y senadoras y concejalas y alcaldesas y... ¿Y qué? ¿Ha cambiado el sistema? ¿Ya todos somos iguales? ¿No hay explotación del hombre por el hombre? ¿O de la mujer por la mujer? No, no, no. Aunque, si, es cierto, la burguesía, en eso, ha salvado su contradicción de sexo. Está más vertebrada que antes. La burguesía ya tiene dirigentes machos y hembras.
Pero... ¿y entre la clase obrera? La situación ha cambiado mucho menos. Siguen estando bastante inferiorizadas. Las mujeres.
No hay una mujer en general, sino mujeres de distintas clases: las burguesas y las proletarias. Las unas defiende el sistema y las otras deberían de luchar contra él.
Y cuando, entre el pueblo, oímos, muy a menudo, decir a alguna mujer:
-Tenemos que hacer una candidatura de mujeres.
Esa proposición no es una igualación de las mujeres del mundo, no, es una rebeldía contra cosas mal hechas por los hombres. O eso creen ellas. Porque entre hombres y mujeres del pueblo hay enfrentamientos, luchas, contradicciones. Empero son, como decía Mao, contradicciones en el seno del pueblo que hay que resolver. Porque no son irresolubles, no son antagónicas.
Mas existen, como ya hemos dicho, las otras, las burguesas, que cuando llega la hora de defender al sistema en que se hallan encuadradas se vuelven inmisericordes, duras, asperas, híspidas, cuando no crueles contra los enemigos de clase, como los obreros, que se aprestan a conmover los cimientos de su estatus de encumbradas matronas con huelgas y otras formas de protestar.
Y eso, ¡no! ¡Ni hablar! ¡Por ahí no pasan! Lo vimos y oímos ayer en la televisión. Por la noche. En el programa '59 Segundos'.
Y fue lo que nos hizo recordar aquello que nos contara, antaño, Eusebio García Luengo, de una junta de mujeres republicanas que fueron a hablar con esposas de militares franquistas a las que consideraban más asequibles y comprensivas que sus maridos y que exclamaron de vuelta de su misión:
-¡Esas hembras son peores que sus machos!
Fdo:
José Mª Amigo Zamorano