miércoles, 14 de marzo de 2007

José Mª Amigo Zamorano: Siguiendo a Omar Khayyam 12




12.
Salen en fila india tiesos, serios, circunspectos, pagados de sí mismos y de su saber. Un poco engreidos y un si es no es... cansados, eso si, de no hacer nada, sino de discutir acerca del sexo de los ángeles...

¡Bueno, qué exageración por mi parte! también discuten, de guinda a brevas, de alguna que otra cosa importante.
Se sientan en la taberna. Apenas hablan. Les sirven vino blanco. Lo prueban a sorbitos cortos. Se miran. Intercambian algunas palabras. El vino es bueno y lo reconocen. Llegan, luego, numerosos platillos con diversas tapas. Que comen con aparente desgana... al principio. El vino se agota. Uno de ellos grita: ¡¡Más vino!! Y se ríen.
La conversación se anima. Las voces se elevan.

Omar Khayyam suscita la discusión sobre los astros. Los sabios, -los ha contado, son sesenta y dos- discuten, se acaloran, se contradicen, ora negro, ora blanco... ¡Qué paridas defienden!

Khayyam piensa para sí:

--¡Ay, Vino, Vino! ¡Ardoa de los Vascuences! Tu logras siempre, pero siempre, que se enreden, que se líen, que se embrollen, con fervorosa y encarnizada lógica palabrería... ¡quién lo iba a decir hace un momento con lo finos, serios y fríos que érais o sois!... los setenta y dos sabios... que sin cesar discuten en las academias... academias que un poeta calificó de "horribles blasfemias"...

--¡Ay, Vino, Blanco o Tinto! ¡Ardoa Beltza o Txuri de los Vascos! eres el alquimista, el mago, el taumaturgo, que trasmutas en anhelante oro el pesado plomo de nuestras cotidianas, grises y, muchas veces, amargas existencias.

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