jueves, 26 de abril de 2007

José Mª Amigo Zamorano: Derrota y Esperanza (I)


Membrar palabras como gozo, noria, rubor -alba en suma- sería como reírse un poco de uno mismo.

Hoy, cuando el calabobos, la mollizna, el sirimiri, el orvallo... en fin, como queráis nombrar a la llovizna... que horadaba la firmedumbre de las rocas, ha sido derrotada por gotas de sombría incertidumbre, hablar de la luz es, como poco, impertinente.

Y digo impertinente con la conciencia clara de que son palabras impertinentes y además desterradas.

Eso si, sé que están prendidas al ojal de la amanecida y un día serán, para el alma de los desterrados, como enjambradas mariposas volando hacia un horizonte arcoirisado que, hoy por hoy, aquí y ahora, nos pregonan perdido para siempre.

Por eso, precisamente por eso, digo que son impertinentes.

Punto y aparte es una frase muy radical, pero... algún punto y aparte hay que poner, sino resulta demasiado estomagante el parrafo.

El puerto es una cárcel cerrada -celosamente enrejada- que guarnece la ruindad del tiempo gris de la derrota; gris, como la misma luz de las farolas que iluminan sus fachadas grises.

De modo que, repito, semejantes palabras, son una verdadera burla al tiempo presente, como un insulto muy gordo; y, según como se miré, podría sonar a bellísima canción al compararla con el pregón de bahorrinas que -en la larga y oscura noche de vomitonas (deyectas, por cierto)- anuncia el claustrado amanecer en este tiempo gris de las derrotas.

 

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