lunes, 23 de enero de 2012

El Padre de Husein o... (segunda parte) - C -


---Viene del anterior post

C)

Axxia, cuando su hermano cerró la puerta, se puso a fregar mientras pensaba en lo que su hermano le había respondido. Era muy inteligente. Lo había demostrado en sus estudios sacando notas brillantísimas. Estudios que tuvo que dejar cuando su padre fue expulsado del trabajo. Y ahora, ya un hombre asalariado, seguía demostrando su valía en diversos trabajos. El último, de panadero. Y no solo en los estudios y en el trabajo, en el deporte era un campeón. No había quien le ganara en casi nada. Por eso, porque era sobresaliente en lo que participaba y porque además tenía encanto, simpatía, generosidad y don de gentes, era tan popular en el pueblo que, al padre, le citaban por el nombre del hijo:  Padre de Husein.

Pero Husein no estaba en casa mas que unas pocas horas, no convivía el tiempo suficiente para atisbar cambios que ella comenzaba a vislumbrar en su padre. La relación se reducía a las comidas y cenas. Mas comidas que cenas porque Husein llegaba por la tarde, cansado, daba un paseo por la calle con los amigos, paseo cortico, cenaba y se acostaba pronto ya que la panadería abría muy de madrugada. Por eso las apreciaciones de su hermano, para Axxia, eran un tanto superficiales; o si no superficiales les faltaban los datos de un roce continuado con el padre para tener valor de consuelo consistente o para considerarlas parte de un abecedario; y aun teniéndolas en cuenta, porque, de verdad, Axxia se quedó con las palabras de su hermano... Pero... Pero no pensaba que tuvieran peso como para desechar sus temores. 

Tenemos que decir que Axxia no había dejado los estudios por asuntos propios de la economía familiar, no. Lo hizo de una forma natural. Las mujeres no estudiaban, generalmente, en el ambiente en el que ella se desarrolló. Su madre tampoco lo hizo. Por eso, cuando su progenitora, por desgracia, murió cuando ella tenía apenas catorce años la sustituyó, enseguida, automáticamente, dedicándose a cuidar a su padre y a su hermano. 

Si un tiempo soñó con trabajar o estudiar o hacer algo como mujer independiente o autónoma, fue algo que pasó como esas tormentas de verano en el valle de sus padres que duran unos instantes y pasan a otros valles. 

Luego la prometieron a un mozo de su pueblo. En principio estuvo angustiada, si, temiendo que la emparejaran con algún vejestorio. Hubiera sido una lástima pues era una moza de buen ver: ojos azules, labios ligeramente carnosos, cara ovalada y pelo negro azabache, de mediana estatura, piernas firmes y cadera un tanto pronunciada. No se cumplieron sus temores: el elegido fue un primo suyo con el que había jugado de niña; e incluso, ya adulta, en las vacaciones de verano, habló con él varias veces. Si bien, aunque nunca lo pensó como marido, le gustaba. Era un buen mozo. 

Sus pensamiento iban por esos derroteros y algunas otras variantes casi de lo mismo; por ejemplo: en cómo sería su vida, allá, en Marruecos, cuidando de sus hijos, de su marido y de los animales domésticos. Iba a ser duro pero estaba ilusionada. 

Y estos cambios de su padre, o lo que ella creía que eran desviaciones del proceder ordinario de su progenitor, la inquietaban. Sospechaba que podían trastocar sus planes de futuro. Tenía ese runrun aun sin saber hasta que punto podían variar o perjudicarla, ni si lo que observada tenía un poso objetivo o eran meras apreciaciones subjetivas.

(seguirá) ---

No hay comentarios: