viernes, 17 de febrero de 2012

José Mª Amigo: Cazando letras cobro 'Onitsha' de Le Clezio

Título: Onitsha
Autor: J.M.G. Le Clezio
Tusquets Editores
Barcelona, 2008


El libro que acabo de leer es de J.M.G. Le Clezio, Premio Nobel de 2008 al cual no había leído. Es mas, ¡qué vergüenza!, ni había oído hablar de él.

Sin embargo, un camarada de anhelos y esperanzas de allende los mares, me lo ha dado a conocer. Desde su blog 'Cazando letras' (http://letrasyespacios.blogcindario.com/) hizo una reseña de una de sus obras y me interesó.

Este camarada es siempre muy alentador en los juicios sobre mis escritos. Le pasa lo mismo que a otro amigo, también creo que de anhelos y esperanzas, natural de mi pueblo, Antonio Tejedor (http://lagartosquebrada.blogspot.com/) que, así mismo, es muy generoso con las redacciones que hago. Tienen mucho en común ambos: son profesores. Buenos pedagogos que siempre encuentran algo positivo en el alumno. 

Seguro que si se conocieran llegarían a ser amigos. Como mínimo.

El libro se titula 'Onitsha'. Onitsha es una población nigeriana. Es decir trata, en buena parte de la novela, sobre ese rincón africano. Por eso la he leído. Por eso me interesó el personaje. Por su imbricación con Africa. No por ser Premio Nobel. En modo alguno por el oropel. Es mas: me tiran para atrás todos esos galardonados. Debe ser envidia cochina.

Pero vuelvo a 'Onitsha'. Para eso tengo que embarcarme con Fintan Allen y su  madre, la italiana Maou, en un navío que parte de Burdeos y atravesando el estuario de la Gironda se adentra en el mar rumbo a Africa. Tengo que descubrir mis miedos y esperanzas. Contemplo la vida que bulle en torno del barco y dentro de él. Por mis ojos el mar se adueña de todo y se traga la tierra gala. Van apareciendo las islas Azores, las islas Canarias, Dakar (visitamos la isla Goree y nos angustiamos con los esclavos aherrojados en mazmorras hacinados en el fuerte de esta isla senegalesa), Freetown, Monrovia, Takoradi, Cotonú... Hasta que, remontando la desembocadura del río Niger, se llega a Onitsha. Allí nos recibe Geofroy Allen padre de Fintan y esposo de Maou, la italiana. Es un inglés que trabaja en la United Africa a quien el hijo, que se resiste a llamarlo padre, no conoce aun. Y su esposa ha tenido cierto trato, pero no ha convivido con él, maritalmente, mas que algunos días de vacaciones.

El África que encontramos, que se nos ofrece a la vista, no es el continente que imaginábamos, o que se ofrece al común de los mortales, con elefantes, ciervos, chacales, leones o cebras... pastando en la sabana, sino un campo sembrado de ñames y otro cultivos. La vida transcurre sin misterios entre el río, la pesca, las termitas con sus altos termiteros, el estudio en casa, las reuniones en el club; el club de los blancos, donde los hombres hablan mal de los negros y las mujeres se quejan de sus criadas negras. Y todo ello sin conocer a los habitantes de Onitsha, sin saber de sus anhelos, de sus esperanzas, solo tienen ante si el ordeno y mando. Y eso choca en la italiana Maou. Se comprende esa resistencia de ella a seguir con las costumbres de esa minoría. No ha tenido tiempo para aborregarse y tirar por tierra su sentido común, su humanidad universal. No ha sido domeñada. 

Y se enfrenta al maltrato a los negros. Una escena: se desarrolla en el club cuando unos negros, encadenados, están construyéndole una piscina a uno de los jefes blancos. 

"De pronto, Maou se levantó, y con un temblor de cólera en la voz, con el cómico acento franco-italiano que le salía en inglés, dijo:
-¡Hay que darles de comer y beber!; miren a esa pobre gente, ¡tienen hambre y sed! -Dijo 'fellow', como en pidgin.
Se hizo un silencio estupefacto durante un interminable minuto, la miraban, vueltas hacia ella, todas las caras de los invitados, y comprobó que el mismo Geoffroy la consideraba con estupor, ruborizado, con las comisuras de los labios alicaidas y los puños crispados encima de la mesa.
Gerald Simpson fue el primero en volver de su asombro, y se limitó a decir con aplomo:
-Ah si, muy cierto, supongo...
Llamó al boy y le trasmitió unas órdenes. En un instante, los guardias pusieron a los forzados fuera del alcance de la vista, detrás de la casa. . el D.O. añadió, mirando a Maou con ironía:
-Bueno, así está mejor, ¿no es cierto? Hacían un condenado ruido, ahora podremos estar todos un poco mas tranquilos."

Por esta y otras roceduras Geoffroy no vuelve a llevar a su mujer al club. Ella se vierte en otros conocimientos, como son: el de los habitantes del pueblo, los comerciantes del mercadillo, su hijo, la criada negra, la observación de la atmósfera... 

Su marido, aunque le molestó las salida de tono de su esposa, lo olvida pues su mente está ocupada en fantasiosos deseos de viajar a Egipto y Sudán en pos de las huellas de Meroe, el último reino negro del Nilo

(Por cierto, no es una elucubración del escritor sino que recoge las interpretaciones de numerosos historiadores que sostienen que las civilizaciones del Oeste africano proceden de la época faraónica. El senegalés Cheikh Anta Diop indagó y ahondó en este terreno. El escritor no lo cita, cosa que hace con otros africanistas: Leo Frobenius, Amaury Talbot, Nachtingal, Bart o Hasan Ibn Mohamed a-Wasan al-Fasi, mas conocido por Leon El Africano. Me informo por ahí de que J.M.G. Le Clezio -parece que es su estilo- suele engarzar con temas históricos sus relatos. Aquí se descubren tres: el Egipto Antiguo, el final del Imperio Británico y la Guerra de Biafra)

Decía que la esposa diversifica sus amistades y Fintan por su parte, como un niño cualquiera, se mete pronto en el ambiente, logrando hacerse amigo de los niños del pueblo, sobre todo de Bony. Y así, madre e hijo, poco a poco, se incorporan al entorno y llegan a quererlo. Geoffroy Allen se va separando del club y de la minoría blanca lo que concita enemistades. Los blancos presionan a la compañía para que lo echen. Y lo consiguen. Por lo que tenemos que abandonar Africa y regresar a Europa.

El libro, que tiene mucho de experiencia personal (leer biografía:  http://es.wikipedia.org/wiki/Jean-Marie_Gustave_Le_Cl%C3%A9zio) consta de cuatro capítulos: 1. Un largo viaje; 2. Onitsha; 3 Aro Chuku; 4. Lejos de Onitsha; y dentro de ella hay un relato de las ensoñaciones de Geoffrey, del que ya he hablado, sobre el último reino negro de Meroe, cuya páginas aparecen en columnas mas estrechas, una especia de narración dentro de la narración, técnica que se utiliza a veces y que, por ejemplo, la incorporó -que recordemos- Conrad en la famosísima novela 'El corazón de las tinieblas'. El desarrollo de la obra viene a mostrarnos el presente con ligeras incursiones al pasado que muestran al lector los puntos ignorados de la biografía de los personajes. Estas rememoraciones se colocan en la narración aprovechando cualquier acontecimiento que las suscita. Es decir: como nos viene a la memoria a cualquiera de nosotros: real como la vida misma; como me llegan a mi recuerdos de mi niñez leyendo las correrías de Fintan.

En las 254 páginas y con letra que no es pequeña se tratan varios temas: recuerdos de la infancia, opresión colonial del imperialismo, racismo,  explotación y maltrato de los negros, los inicios de la sublevación y el final del imperio. Principalmente. Los asuntos mas políticos e históricos aparecen sin apenas relieve, para mostrar que, en el día a día, los personajes no tienen conciencia de lo que representan, de las consecuencias políticas o históricas de lo que hacen; y menos de intuir la imparable desaparición imperial. Todos, menos el personaje de Sabine Rodes que posee conciencia clara de los hechos o posturas que perjudican el dominio del imperio británico sobre los paises coloniales africanos y vislumbra el final. 

A Maou le dice:

-Somos colonizadores, no bienhechores de la humanidad. ¿Se le ha ocurrido pensar lo que pasaría si los ingleses, a los que tan abiertamente desprecia, retiraran sus cañones y sus fusiles?

Al final de la novela se revela que es "oficial de la Orden del Imperio Británico". Y precisamente con estas palabras termina el libro de Le Clezio.  

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