Hoy ha sido el sorteo de la lotería de Navidad. Casi nadie puede verse libre de él. El que más y el que menos quiere escapar de las necesidades crematísticas que impone El Kapital. Es una ilusión. Una trampa. Un señuelo. Un cebo, para cazar incautos que somos casi todos. A este respecto, recordamos lo que hace tiempo le leímos a Marx (Carlos) en una de sus obras, creemos que la que se titula 'El 18 Brumario de Luis Bonaparte'. Entre otras muchas cosas habla de la lotería. Parece ser que el tal Napoleón III (El Aguilucho) había quedado las arcas del tesoro francés vacías y él necesitaba seguir pasándoselo bien. Ideó una estratagema: expuso en un escaparate varios lingotes de oro; imprimió unos papeles, como bonos, que fue vendiendo; el comprador lo hacía, claro, con la intención de conseguir aquellos lingotes por poco precio: apenas unos francos. Así se forró El Aguilucho, porque, como decía Marx, "con el brillo del oro les sustrajo, a los franceses, los opacos francos". ¡No era tonto el individuo, no!
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