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La Esperanza vivió en nosotros, como en una ciudadela; y nosotros éramos, además, guardianes de la misma.
Ahora, sin llantos, alegrías, ni alharacas; con el corazón firme, sereno, iremos hasta su tumba común a postrarnos.
--¡Un momento, amigo!
--¡Habla! ¡Di lo que quieras!
--Lo voy a decir con toda energía y no quiero que lo olvides: "Edifica lejos de mí, tu ciudadela de silencio y letargo."
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