jueves, 30 de agosto de 2007

José Mª Amigo Zamorano: La Roja


Vieja, viejísima, valetudinaria

Era roja. Por eso no le gustaba. Decían que era viejísima. Pero ahí estaba. Como siempre. No muy lejos de donde él pasaba.

Posiblemente pensaría, si pensase, que vivía en una hondonada. Y no lo era del todo, pues en la dirección Norte/Sur, y viceversa claro, el terreno dejaba pasar el viento a su capricho sin ningún accidente que se lo impidiera. Y si procedía del Sur le daba igual. Bueno, no le daba igual pues se esponjaba, se coloreaba aún más y, a pesar de su vejez, se volvía hermosísima, en una palabra: gozaba.

A él, no. Con ese viento cálido, el Viento Sur, muelle, pegajoso, se sentía mal, muy mal; todo lo contrario que con el Viento Norte que avivaba su ser.

A La Roja el viento helado del Norte la empequeñecía, la ajaba… las arrugas se le pronunciaban tanto, como el terreno cuando se cuartea.

Si ese viento duraba mas de lo normal, La Roja -la llamamos así, pues ella nunca le dijo cómo se llamaba- transformaba su vestimenta: el sombrero se arrugaba, el tronco adquiría un color verde ceniciento… como si quisiera prepararse para volver a la tierra. Parecía protegerse… no no, no lo parecía, se protegía. Era como refugiarse en los pliegues de su propia naturaleza. Y si el viento se prolongaba varios días… casi se ahogaba, empequeñeciéndose de tal modo, como si presintiera el fin de sus días. ¡Vamos, que se veía irse con viento helado!

De hecho, se dice, y es una verdad contrastada, que la muerte suele anunciarse. El próximo infeliz al que ella tiene entre ceja y ceja, lo nota. Y llora impotente. No puede hacer otra cosa. A un viejo escritor que conocimos le ocurrió lo mismo: cuando se despidió de nosotros un verano lloró, lo que nunca había hecho: ‘No sé, no sé… -decía con lágrimas en los ojos- si volveremos a vernos…’. En diciembre se murió.

La Roja, sin embargo, no era capaz de echar tan siquiera una lagrimilla. Eso si, todo su cuerpo se estremecía. En lo único que se parecía él La Roja es que no lloraba. Y remedando el título de una novela de Norman Mailer, se decía, para si: ‘Los hombres duros no lloran’. Y no lloraba. Se estremecía, pero apretaba los puños.

Como esa mañana que, después de desayunar, sintió como si la vista se le fuera… Bueno, tampoco era así, mas bien fue como si sus ojos se desplazaran de su recta cotidiana. Y experimentó la sensación de que el salón de la casa se transformaba en un sepulcro, estando él en el medio, metido en un ataúd, y las plantas, que el salón tenía: judíos, espatillum, plantas del dinero, geranios, aspidistras… estuvieran allí adornando su cadáver. Era un aviso, pensó. Y se fue de mala ostia, obsesionado, a dar un paseo.

A La Roja, si retornaba el Viento Sur, toda su angustia se le desvanecía. La llevaba el viento cálido. Alzaba su cubierta, a modo de brazos, y bailaba poniéndose aún más atomatada si cabe. Como en este momento que la miraba. Su ser, acariciado por el viento, se esponjaba. Respira, quizá, los aromas del tomillo y del romero que, este, le trae. La envuelven hasta que se trastorna y tórnase tierna avecilla. Nunca mejor dicho, pues parecía volar meciéndose de un lado para otro. Levitaba en un paraíso juvenil. Y no lo era. Ya hemos dicho que era muy vieja.

El lugar donde había nacido y crecido era singularmente peligroso pues estaba, justo, al lado de un barranco. En el filo. Pero en momentos, como el que acabamos de narrar, en que soplaba el Viento Sur, ella era un ser ajeno a las siniestras curvas que da la vida. Lo decimos porque, su ego, la cegaba hasta extremos inauditos: era, precisamente, esa vanagloria de la felicidad propia, la que la convertía en presa fácil de las insidias de su entorno: su filosofía, no escrita ni expresada en lenguaje comprensible para el común de los seres, a pesar de considerarse, como se consideraba, de la misma naturaleza que los demás, hacia tabla rasa de diferencias, tratando con igual rasero a propios de extraños: a la misma altura que a ella misma; sin embargo, no se daba cuenta de que, a pesar de ser iguales, también hay, aunque solo sea una brizna, algo que nos diferencia; en ella la diferencia estaba o radicaba en esa posición límite: a la vera del abismo: en el mismo filo; y cualquier movimiento en falso podía precipitarla cuesta abajo.

También tenía otros factores negativos, sin ser consciente de ellos: al Oeste, le cerraba paso al horizonte, impidiéndole extender la vista, una elevación del terreno, un peñasco, por lo que nunca supo de puestas de sol y su variedad de rojos… ¿y para qué los quería si para roja ya estaba ella?

Tampoco por el Este el terreno era, precisamente, un paraíso de verdor: allí lo que había era un terraplén, en el que, hasta las hormigas, resbalaban...

¡Hormigas, gusanos… mierda que se arrastra!, pensó él con rabia.

Su habitat, por lo que observaba, lo componían: tres puntos negativos por un solo positivo; a saber: Viento Norte, peñasco y terraplén constreñían a La Roja; y solamente el Viento Sur le alegraba el corazón.

No era La Roja un ser de aventuras andariegas. Tampoco lo que la rodeaba invitaba a la aventura. Cabía, eso si, la posibilidad de escalar el peñasco como otros de su clase; o bajar la hondonada, para a continuación elevarse hasta un roquedo desde donde otras rojas la saludaban moviéndose. Le estaban diciendo que, desde allí, podía ver todas las mañanas la aurora, el amanecer, el alba… que a ella le sonaban a gringo.

Todo lo anterior, como habrán podido colegir, era una simple elucubración del que, como él, la contemplaba todos los días paseando, porque ella, lo que se dice ella, nada decía.

Y es que los seres, no todos porque sería una exageración, pero sí la mayoría de ellos, son sedentarios y no se mueven del terreno donde nacen, crecen y se reproducen, hasta que mueren sin preguntarse, jamás, nunca, el por qué de haber nacido en ese sitio... Es decir, hacen lo mismo que han hecho sus padres que antes hicieron los padres de sus padres… Lo ven natural... Lo siguen por instinto…

De la misma manera ella, La Roja, se había adaptado allí. En ese lugar. A la vera del barranco. Al pie del precipicio. Y de allí no se movería, relampaguease, tronara o lloviese. Si llovía, eso quería decir que el agua correría abundante y mejor para ella. Si el año era escaso de precipitaciones, se aguantaba sin un quejido, sin una protesta. Ella, La Roja, era vieja, viejísima, valetudinaria. Tenía callos en el alma y mas conchas que un galápago... Pero vivía ¿o no?... Luego, le había ido bien la cosa. Sin necesidad de puestas de sol, ni de amaneceres, albas, auroras… Y declaraba su rojez con naturalidad, aunque a él no le gustara, y no le gustaba. Con el orgullo de haber sobrevivido a cataclismos geológicos, eras glaciales, sequías, inundaciones... A él no le gustaba nada, nada, nada...

-Bien -se dijo el caminante que la contemplaba- estás orgullosa de ser Amapola, Amapola Roja, Roja… De resistir cataclismos… ¡Ya!… Pues… ¡A ver si resistes el de mi bota! ¡Roja de mierda!

Y aplastó a la roja amapola.

domingo, 26 de agosto de 2007

Dominique Ngoye-Ngalla: Oración para dar sepultura en Mandú

Tomado de:

Africano

Ngoy Dominique: 'Oración para enterrarse en Mandú'

Cuando la oscura noche haya descendido
a mis párpados cerrados para siempre
y este mondo y humillado esqueleto
pida volver, regresar a sus orígenes,
permíteme oh Dios misericordioso
que escoja mi descanso entre las ruinas
de Mandú olvidadas por sus hijos ingratos.
El tifón de las pasiones o el miedo a la muerte
los repartirá por toda la superficie de la tierra
y así, cuando de noche se les aflija el corazón,
recapitularán lloriqueando.
Allí, recostado bajo de una sencilla sepultura,
como tantísimos otros pobres de la tierra
jóvenes y ancianos antes del éxodo aciago,
esperaré la hora, el tiempo del veredicto.
En ese fúnebre montículo tan solo habrá
flores silvestres y una humilde cruz latina.
El caminante al mirar esta tumba modesta
leerá, con el llanto en ciernes en sus ojos,
aquí reposa Dominique Ngoye-Ngalla
un don nadie manduano que no realizó
gran cosa para su patria
sino amarla con devoción.
Que la paz sea con él
y descanse tranquilo.


Ngoy Dominique

(Versión de José Mª Amigo Zamorano, libérrima, de la poesía 'Oración para enterrarse en Mandú'; de 'Poemas rurales', 1974)


jueves, 23 de agosto de 2007

Relación de Quinto para una Fiesta del Gallo en Fuentespreadas (Zamora)




Relación de Quinto del 44 para una Supuesta
Fiesta del Gallo en Fuentespreadas (Zamora)


Mercado Romano en Fuentespreadas



Despedida del héroe

El héroe cantó ante el gallo tutelar.
El viento agavilló algunas estrofas.

(quiere decirse que no todas están aquí escritas y varias de ellas el viento no guardó un recuerdo fidedigno)
"Pido a todos los presentes
que presten gran atención
a esta humilde relación
que del corazón me brota
como dolorida nota,
como cencida canción.




Es mi Pueblo, es mi Tribu,
como siempre es de rigor
para todo buen cantor
que se precie de castado,
el primer ser saludado
por ser el gran luchador.




Membraré a la Autoridad
que el Pueblo nombre regente
del Pasado y del Presente
como dos fogatas puras,
aheladas aunque duras,(*)
del recuerdo consecuente.




¿Qué puedo de decir de ustedes
sacerdotes y maleros
de la magia pregoneros?
No, no os amo y os lo digo.(*)
En mi mente no concibo
serpiente sin agujero.




Es mineral y fue alondra,
fue ruiseñor y es ya nada:
fue mi madre, fue mi amada.
Anhelada, mas ya muerta.
Viva siempre aunque yerta:
mariposa renovada.




Y hasta el viento conoce
que donde lanzo mis ojos
con dulceza los recojo
prendidos de otra mirada
del mismo huego brasada
ferida por cruel abrojo.




Los abrojos que rasguñan
a mi también me arañaron:
mi corazón desolaron
con tan grande crueldad
que maldigo la maldad
que los dioses me enviaron.




Maldigo hambrusia y helaje,
la emigración y su brillo,
soledad y su martillo,
el harmatan, el siroco,
la holganza de unos pocos,
las guerras con su cuchillo.




Maldigo la fuerza escura
que impulsa nuestro destino
en pos de un amargo sino
ya lejos de nuestra tierra
que nos ama y que nos cierra
vereda de cierzas y vino.




Dadme ánimos. Dadme vida.
Dadme vino de palma
que, en la carne, alegra el alma.
Corónide. A la orquesta
le pido: ¡empiece la fiesta!.
Reclamo las notas del alma:




Tocad la Internacional.
Gaya viva, que no muerta.
Esperanza. Alba. Puerta
abierta que al pueblo acorre.
Mientras, mi caballo, corre
veloz, una veredita cierta...



hacia la Muerte"


(*) Aquí el viento olvidó las notas y se han colocado otras.
Las palabras destacadas en rojo están en desuso.



Tomado de: http://senocri.blogcindario.com/2007/08/00067-relacion-de-quinto-en-fiesta-del-gallo-de-fuentespreadas-zamora.html

miércoles, 22 de agosto de 2007

José Mª Amigo Zamorano: Corrida del Gallo, Añacea del Gallo


Por J. Mª Amigo Z.

Corrida del Gallo, Añacea del Gallo en Guarrate(*) (Zamora)
La, así denominada, ‘Corrida del Gallo’ o ‘Fiesta del Gallo’ es digna de ser estudiada por esos que indagan en las tradiciones y costumbres de los pueblos, como hicieron el antropólogos inglés Bronislav Kasper Malinowski o el español Julio Caro Baroja y otros. Ahora, más urgente el estudio si cabe porque está desapareciendo, obligada por la disminución alarmante de comunidades campesinas en el mundo entero.

Siempre nos ha obsesionado este festejo de algunos pueblos de la provincia de Zamora (España) que, creemos, es una preparación o introducción al mundo adulto. Pareciéndonos, quizás nos confundamos, a ceremonias iniciáticas; teniendo puntos de contacto con las que celebran numerosas aldeas africanas que se rodean de ritos secretos, o semisecretos, algunos dolorosos o sangrientos: recordamos la extirpación del clítoris en las niñas que terminan la pubertad. Aquí, ya se ha perdido esa aureola secreta, misteriosa (si es que la tuvo alguna vez), pero guarda un cierto sabor añejo a sangre derramada.

Nosotros, como puede leerse, la hemos rebautizado con una palabra en desuso ‘Añacea’ para darle más antigüedad al asunto: en vez de ‘corrida’ o ‘fiesta’, añacea.

Si no nos falla la memoria, creemos recordar que se celebra, o celebraba, en invierno, apellidándola ‘del gallo’ por ser este animal un elemento esencial de la ceremonia, al que todos miran, del que todos hablan y al que todos se dirigen, no en vano anuncia el amanecer con su kikirikí; es decir: la apertura de un nuevo día y el fin de las tinieblas que hunde al mundo en la oscuridad, escondiendo la podredumbre que por doquier se alza; y donde se fraguan, también, las más siniestras canalladas. Lo llevan a las afueras del pueblo. Y, atado por las patas, lo cuelgan de una cuerda que une dos vigas, colocadas a ambos lados de un camino cualquiera. Hacia allá se encaminan, a la caída de la tarde invernal, los habitantes de la comunidad. Luego, acuden los quintos. Todos los de la quinta de ese año. Lo hacen a caballo, vestidos de militares y con espada al cinto.

La fiesta, en si, no comienza hasta que el capitán (el mayor de los jóvenes que entran en quinta) presenta, dirigiéndose al gallo tutelar, desde su caballo, al resto de sus compañeros. Lo hace en verso. A veces, son solo ripios. Pero eso, es lo de menos. Luego de terminada la presentación, le pide a la orquesta (siempre hay, o había, una orquesta que eran unos pocos músicos colocados al lado del camino) que interprete una pieza mientras ellos galopan un buen trecho del camino. De regreso de la primera cabalgada, uno tras otro, los componentes de la quintada, todos a caballo y con espada al cinto, van recitando unas composiciones poéticas llamadas ‘Relaciones’ pidiéndole, cada uno, a los músicos que toquen algo mientras invitan a sus caballos, espoleándolos, a una nueva galopada.

(Por cierto, así nombra, 'relación', su monumental poema, Martín Fierro, el poeta argentino José Hernández: “Y atiendan la relación / que hace un gaucho perseguido, / que padre y marido ha sido / empeñoso y diligente, / y sin embargo la gente / lo tiene por un bandido”)

El último en declamar su ‘relación’ es el capitán.

La forma de estas ‘relaciones’ se ajusta a cánones predeterminados: en primer lugar se enumera (hace una relación) la vida del mozo que, éste, quiere destacar; y se reparte el gallo a trozos, simbólicamente, pues el ave sigue vivito y coleando en la cuerda, a pesar de los intentos de cortarle el cuello que, con las espadas, hacen los caballistas; espadas que no saben manejar. En el reparto, las partes mejores se la llevan la madre, el padre y la novia (si la tiene): el corazón (generalmente para la madre), los muslos (al padre)...; y las partes peores se las entregan, imaginariamente, a las personas más detestadas: patas, tripas, plumas...

Las composiciones serán mejores o peores dependiendo del bardo que las escriba. Porque hay, o había, ciertos campesinos a los que se les daba muy bien eso de componer coplas, tanto que muchos mozos acudían, de varios pueblos a la redonda, para solicitar sus servicios poéticos.

Si, a pesar de la escasa natalidad, ha pervivido esta tradicional justa poético/caballeresca, se debe a la incorporación de la mujer a la Fiesta del Gallo, a la Corrida del Gallo: cuando escaseó el número de mozos, las mozas cubrieron el hueco. Y es que, en este terreno, como en otros, la mujer ha metido la cabeza para no volverla a sacar. Se venían de los más alejados núcleos de población, hasta el pueblo de sus padres, para participar en este festejo de origen iniciático. Con todo, hay que decirlo, el abandono del campo sigue goteando, es continuo el derrame; hay años que no se puede realizar esta celebración porque tan solo hay un mozo o una moza o nadie... Por eso decimos que es urgente que se recojan en libros estas fiestas... Que se publique el mayor número de ‘relaciones’... Para ello hay que hurgar en la memoria de las gentes... A lo mejor, tal vez, ya se ha hecho... Nosotros lo ignoramos...

Eso sí, en otro post, lo prometemos, escribiremos una relación hecha por nosotros en octavas reales como lo hizo José Hernández en su Martín Fierro.

Del texto: José María Amigo Zamorano


Podéis consultar la página de Guarrate sobre la Fiesta del Gallo en: http://www.fuentelap.com/la%20villa/pueblos/guarrate/hojas/gallos.htm

martes, 21 de agosto de 2007

Literatura antirracista: 'Emmanuel Bundzeki Dongola'


Oración y arrepentimiento
de un pequeño cristiano

Señor,
¿por qué has hecho esta mañana
tan gris, tan triste?
¿Acaso porque pequé
anoche?
¿Hasta ese punto estás enfadado,
Señor?



Ni siquiera el arrogante gallo
cantó su kikirikí esta mañana.
Ni aún los pequeños gorriones
abandonaron bajo el techo su nido.


Señor, Señor,
pequé, lo confieso.
Pero no es mía toda la culpa
cuando hundí mi mirada en el fondo de sus ojos.
(Oh, Señor, esos ojos

hubieran podido obligarme a hacer cualquier cosa,
hubieran podido obligarme a comer carne el Veirnes Santo,
hubieran podido obligarme a abandonar mi cruz,
hubieran podido obligarme a faltar al respeto del Santo Padre-el-Papa)
La besé y olvidé la hora del catecismo.



Señor, Señor,
pequé, lo confieso.
Confieso
que encontré las largas trenzas de su negra cabellera
más hermosas que las de la Santa-Virgen-María.
(Oh, Señor, me avergüenzo de mi mismo)
Hazme sufrir el castigo de los pecadores,

no tengas piedad de mi.
Reconozco mi irreparable, mi imperdonable, mi mortal
pecado.



Pero, Señor,
ten piedad de mi tío, que desea una buena cosecha de vino de palma para su dote;
ten piedad de mamá, que necesita una extraordinaria cosecha de maíz y yuca;
ten piedad de esa esmirriada hormiga negra, que carga su pesada cruz de paja.


Señor,
reconozco mi irreparable, mi imperdonable, mi mortal
pecado.
Pero, a ellos, Señor, a todos los que no hicieron nada,
devuélveles ese sol resplandeciente que hace la alegría de sus vidas;

devuélveles ese cielo azul purísimo que les hace embriagarse de amor
y dale a mamá el sol que tanto desea para su cosecha de maíz y yuca.


Pero, a mí, no me dejes vivir
porque falté a la clase de catecismo el domingo.

Emmanuel Bundzeki Dongola



(El poema 'Oración y arrepentimiento de un pequeño cristiano' está tomado del libro 'Diwan africano. Poetas de expresión francesa', de Rogelio Martínez Furé. Editorial Arte y Literatura, La Habana, 1988. Nosotros le hemos puesto signos de puntuación y hemos cambiado algunas palabras. Pocas. Lo demás, es de Rogelio Martínez Furé, incluso su traducción al castellano. Mas, si uno quiere leerlo tal y como venía en el 'Diwan' con que le quite los signos y las mayúsculas, lo tiene logrado)

lunes, 20 de agosto de 2007

Jean-Joseph Rabearivelo: 'Amanecer'




Camaradas, amigos, una pregunta tan solo:
¿No habéis visto ya a la aurora dirigirse,
como una coqueta, al paraíso de la noche?
Pues contemplazla ahora mismo, que retorna
por los anchos senderos del cardinal Este
invadidos, llenos, de gladiolos floreados:
toda ella embadurnada, maculada, de leche
como una niña criada antaño por terneras:
sus manos, que sostienen una antorcha,
están negras y azules cual labios infantiles
hartos de masticar las moras de las zarzas.



La anteceden, se escapan, alzando el vuelo,
los pájaros que, en la celada, ella encerró.



Jean-Joseph Rabearivelo

('Amanecer', versión libre, muy libre, por José Mª Amigo, de este poema del libro 'Presque-Songes', 1934)

domingo, 19 de agosto de 2007

José Mª Amigo Zamorano: El África zamorana

Texto contra el racismo

Oíd una verdad aún no proclamada:

Los arenales de la Tierra del Vino

fueron traídos en sacos desde Tumbuctú.

Y los cardos, picos y espinos

son la flora africana de Zamora.

Firmedumbre, para quien sepa oír,

difundida por los tam tam al viento

y recogida por los ruiseñores y jigueros

de nuestras choperas, negrilleras y alamedas.

Esto, claro está, llena de carraña

al vigía chupacirios europeo.

Y en frémito deyecto asobará

venganza, promoverá desbarradas

que tarde o temprano terminarán

por incendiar nuestros oasis

si antes no lo amaromamos.

Y esta es otra verdad que nadie

se ha atrevido a proclamar aún.


Fdo: José Mª Amigo Zamorano



sábado, 11 de agosto de 2007

Iswe Letu: Una Dama en la Cumbre


Salió a pasear su ociosidad. Mas, antes de seguir su sendero, quería dejar constancia que le hubiera gustado tenderse en prado de fina yerba, al lado de una piscina hecha para él solo.

Ya antes de comenzar la cuesta, la vio en su cama o en su casa o en su nido, que todo viene a ser lo mismo donde uno descansa.

Salió, como digo, a dar una vuelta por el pueblo; a ver, cómo, la vida corría sin necesidad de su concurso; a comprobar, una vez más, que el fluir de la existencia sigue imparable sin importarle que, garbanzo o un pimiento, más o menos, entre en la cocedura.

Con esta amarga conciencia, de realismo extremo, caminaba calle arriba oyendo el rodar y rozar de coches sobre el asfalto mojado. Con el calor que hacía, seguro que saltaba de contento ante el doble despilfarro de agua. Doble porque, por una parte, el agua venía saltando tapias de jardines privados y, por otra, tenía su origen en el desbordamiento de setos, por donde pasaba la tubería de goma, del llamado riego por goteo, que los empleados del ayuntamiento hacen pasar al lado de las plantas que el ayuntamiento puso hace años o de los alcorques de árboles plantados en la calle.

Árboles y plantas, adornaban de manera irregular todo lo largo de la calle. Adorno irregular, si, pues, puestos, como lo fueron, hace años, que ya he dicho, no habían sido cuidados con el debido esmero y, claro, numerosos se secaron, quedando de planta a planta, claros demasiado patentes, lo que hacía de esta irregularidad, para qué negarlo, un verdadero adefesio.
Pero bueno, irregular o no, las fincas, con sus casonas a ambos lados de la carretera, lo agradecían. O, por lo menos, seguro que su precio se había incrementado un poco más. A los dueños, posiblemente, les importaría, un bledo, unas plantas mas o menos; ya, de por sí, sus jardines estaban de flora a rebosar. Y, por cierto, bien protegidos, por muros de considerable altura, impidiendo que su intimidad fuera violada por miradas impertinentes. De modo que, los setos y árboles callejeros, ni los veían.

Había salido a pasear.

Dicen los higienistas que es muy bueno para la salud…
Y él decía, porque tenía su opinión al respecto, que, igualmente bueno para la salud… ¿igualmente bueno?... ¡no!, mucho más, era tumbarse en una hamaca bajo palmeras rumorosas y ruborosas de playas caribeñas, por ejemplo, como las de Cuba; o tirado en arena suave y blanquísima de paraíso tropical cualquiera (para qué discriminar a nadie) con olas de movimiento cansado mecidas por brisa con aromas de jazmines (u otros aromas cualesquiera, buena gana de relegar a unos por otros) Agua casi en calma chicha…

Bueno, sí -lo reconocía- es verdad la bondad del pasear, sin necesidad que higienistas u otros ‘istas’ lo digan; pero siempre en unas determinadas condiciones… "porque, pienso yo -se decía- el solo pasear, sin más ni más, no vale… porque, vamos a ver, ¿alguno ha tenido en cuenta el efecto malsano que puede tener el cabreo que produce, en el caminante, como yo, la cara insultante de las mansiones citadas, exhibiendo, obscenas, su riqueza?…" No. No lo han tenido en cuenta. "Son científicos de andar por casa, de tres al cuarto, de pacotilla, o... me callo porque sino… la lío".

"Pero… -y se paraba- no, no, yo lo voy a decir… Voy a decir lo que hago frente a esas putas casas: aprieto los puños, arrugo el ceño y sigo adelante, ya de mala leche, todo el camino. No me queda otro remedio. Aunque bien quisiera asaltarlas, nacionalizarlas, municipalizarlas, comunizarlas… Pero sigo el paseo. Y eso que estoy convencido de que estaría mejor junto a una piscina echado a la bartola. O zambulléndome en el agua sin que nadie pudiera atisbar ni un pelo de mi poblada piel de mono hecho hombre. ¡Ah, qué gozo, qué placer!... sería tirarme en la yerba todo lo largo que soy… ser acariciado por el aire y el suave y húmedo césped…".

Sin ir mas lejos como esa que se veía ahí arriba. Y que la había atisbado nada más emprender el camino calle arriba. En ese rascacielos verde. Como un abeto, grandísimo. Exhibiendo su veraneo en la cúspide. En la cima. En lo más alto. Y en medio de la finca. De esa mansión. "Para envidia de los que vamos a ras de suelo", pensó.

La miró fijamente: allí estaba con su colorido binario: como una gran dama: de blanco y negro: en actitud lánguida: desmadejada: suelta: toda tumbada, como a él le hubiera gustado hallarse, en lugar de pasear respirando el humo, la mierda que despiden por los tubos de escape, a veces, casi a chorros negros y otras, en suaves humos de un gris blanquecino, los automóviles que pasan continuamente.

Respirando muerte lenta, pero muerte.

Y además, para mas INRI, contemplados, desde los ventanales de los palacetes, porque algunos lo eran, por ricachones que, a esas horas, se levantarán de sus camas o poltronas. O permanecen en ellas riéndose de los que, como él, observan con envidia, no sólo porque quisiéran poseer la casa, sino yacer con su matrona y, si fuera posible, en el propio tálamo.

"Pero no tenemos otra alternativa -se dice para si- que seguir zambulléndonos en el aire viciado, ya que no podemos hacerlo en la propia piscina, por el humo de los coches. Muchos conducidos por hijos, sobrinos o nietos de esos mismos gandules que, sin haber dado un palo al agua, tienen todo el agua que quieren, piscinas enteras… ¡hostias!"

Se paró en mitad de la cuesta. Miró hacia atrás. La volvió a ver. En el abeto rascacielos. El negro de su vestimenta se disimula un poco con el verde oscuro del rascacielos, pero el blanco, ¡ah el blanco!, cae hacia un lado. Como escurriéndose. Una demostración palpable… "¡Alto ahí! -exclama para sus adentros- Más que palpable, que más quisiera yo, visible... de cómo se deja acariciar por el viento de la altura. De esa altura donde goza del verano, sin importarle lo más mínimo lo que puedan murmurar, para murmurar ya lo hace ella, los mirones como yo, que la contemplo alelado."

Su equilibrio sobre el abismo da hasta miedo; y envidia y rencor por no poder estar donde ella se halla.

No se puede aguantar más y coge los prismáticos. Como un viejo verde. Como un voyerista. Es un placer que se puedo permitir. Ese sí. Un instrumento que le hace volar de nido, de ventana en ventana. Ahora lo ve perfectamente. No es lo que pensaba. Ni por asomo. ¡Pobre! La cigüeña está muerta en el abeto centenario. Su cuello y su pico caen de un lado, nido abajo. Eso es lo que semejaba una postura desmayada, desmadejada, tumbada…

"Los del chalé, por lo que se ve, se han cansado de oír el machaqueo del ajo de la cigüeña. Y, como está en su finca, la mataron. ¡Malditos! ¡Ricos tendrían que ser para ser buenos! Una república les bajaría..."



jueves, 9 de agosto de 2007

Iswe Letu: La Llama

La mía. La llama. Ilumina mi noche. Si, si, la que me ilumina.
 
Esa que ilumina mi noche como una radiante columna.
Pues esa, radiante columna, se derrumba por el día.
Si, si. Se apaga. Nada más ver a mis semejantes.
A la masa de los míos. Con caras duras. Como las rocas.
Con caras, duras como las rocas. Mis semejantes. Los míos.
Endurecidos. Caraduras. Mis semejantes. Los míos. Mis iguales.

lunes, 6 de agosto de 2007

Artenavas 07: Las Navas del Marqués, varios olvidos y un inciso

Por José Mª Amigo Zamorano

Cuadro de Aute en Artenavas 07

Las Navas del Marqués


En el post anterior hablamos de una visita que hicimos a una exposición de arte contemporáneo que, con el rótulo de Artenavas, comenzó allá por el año 2002, con ínfulas de feria de arte, en Las Navas del Marqués y que ha terminado con tan solo 14 expositores.

Fue, como acabamos de decir, en la villa abulense de Las Navas del Marqués. Villa que está situada, casi, en la Sierra del Guadarrama, a pocos kilómetros de El Escorial. Lope de Vega en unos versos decía: “Yacen al pie de Guadarrama helado / Las Navas del Marqués ese es su nombre / donde el florido prado viste un prado / que no hay escarcha o nieve que lo asombre”. Un pueblo que mas que mirar para Ávila, se inclina hacia Madrid de donde le vienen los forasteros en el verano y el trabajo todo el año. Se hizo tristemente célebre a últimos del pasado año y principios de este, pues el Ayuntamiento del PP (el alcalde y el secretario están imputados) Al parecer desde el Ayuntamiento consintieron la tala de 4 o 5.000 pinos cuando ya el Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León había prohibido construir, una denominada Ciudad del Golf, en ese sitio protegido donde anida la cigüeña negra y otras aves. Ya en años anteriores, su castillo (tiene uno llamado Magalia) recibía la visita del que fuera presidente del gobierno de España, Felipe González. Y como se viera, aquel, por entonces, envuelto en casos de corrupción, algún que otro malicioso dio en llamar al castillo, la cueva de Alí Babá.

Por otra parte, por aquí anduvieron el escritor Lope de Vega (citado más arriba) y el humanista, asesor de Felipe II, Arias Montano. En el año 1917 se encontraron, veraneando, Dámaso Alonso y Vicente Aleixandre. Se hicieron amigos y Dámaso Alonso inoculó el veneno de la poesía a Vicente Aleixandre. Todos sabemos el resultado: V. Aleixandre, premio Nobel. Por los años cincuenta, pasaron por él pueblo numerosos personajes, de los cuales destacamos, porque nos da la gana, al escritor extremeño Eusebio García Luengo o al director de cine Bardem, donde escribió el guión de una de sus películas más emblemáticas: Calle Mayor.

Varios olvidos:

Bien, cuando hicimos esa rápida mirada a Artenavas 07 se nos pasaron por alto, en un primer momento, 3 artistas que exponen en la exposición que membramos: Aute, Canogar y Casañé. Un olvido no intencionado, pero injusto sino lo remediáramos. Es lo que tienen las prisas, que son como miradas a medias y, como dice el refrán: las medias, no son buenas ni para las piernas… Olvidarnos de ese Aute, tan famoso… y por tanto de sus círculos concéntricos del dolor que manan lágrimas… de este Diego Canogar, ¡Ah, Canogar!... de casta le viene al galgo… sus esculturas de hierro se tienden en el espacio como telas de araña. O ese Albert Casañé, cuyo hierro sale de sus manos adquiriendo blandura algodonosa.


Un inciso sobre José Luis Menéndez:

Curioso, que fueran, sobre todo, escultores del hierro,herreros modernos del Arte, los que se nos olvidaran ya que su buen hacer, sin menospreciar a los restantes artistas, nos había complacido. Particularmente José Luis Menéndez. El de raíces férreas, cabellos de hierro al viento, endurecidas entrañas y nervios de acero que se hunden en la tierra.

José Luis Menéndez que, suponemos, al tiempo que trabaja, medita. Y sus meditaciones nos llegan con esas claves metafóricas, con esos sms que se van introduciendo en el ordenador de nuestro cerebro. Nos gusta creer que son el espíritu de su creador, José Luis Menéndez hecho Hombre: El Hombre fuerte como el hierro. El Hombre, creador del mundo en que vivimos, desafiando a los cielos de donde procede el rayo destructor. El Hombre, con mayúsculas, hecho además Mujer que se enfrenta, al tiempo que se ofrece, (recordamos otra mujer: la del monumento al poeta Curros Enriquez, en La Coruña, quien, con el torso desnudo, desafía al Destino, quizás al Mar Incógnito) Decimos que se ofrece, porque lo engendra con placer y lo pare con dolor. Esa mujer, que desafía los vientos tormentosos de la Vida, con sus cabellos al viento y la mano abierta para seguir abonando y sembrando la tierra, es capaz de sacrificarse, si fuera preciso, en acto heroico de pervivencia de la especie; no por casualidad el corazón lo tiene a la altura de la vulva y los testículos. Homenaje, pensamos, de José Luis Menéndez a su padre, a su madre, o a él mismo.

Una conjunción de barras de hierro, retorcidas, que se engordan y adelgazan para lograr, como un mago del hierro, de la materia inerte un acto, vivísimo, de objetivo dramatismo.

En fin, asi es el Hombre de grandioso. Y lo sabe. Y es consciente de esa elevada estatura, capaz de las más grandes hazañas.

Mas, no queda ahí su reflexión, sino que la transforma en meditación dialéctica. Lo decimos porque el Hombre, lo mismo que se eleva a las alturas, se abaja hasta las más repugnantes y criminales acciones: ama y odia: acaricia o hunde a sus semejante, con la daga asesina, en la más negra noche que es la muerte: señor, por tanto, de la Vida y de la Muerte: de la Paz y de la Guerra. Así nos habla, nos grita, José Luis Menéndez en sus creaciones: ¡mirad al Hombre!

Sobre el hierro vuelca sus reflexiones, sus inquietudes más profundas, porque le parece la materia más apropiada: permanente y degradable: hueso y carne: igual que el artista como individuo: podrá pervivir en el recuerdo de las generaciones futuras, enraizarse en el recuerdo de la Humanidad; o, como las raíces, hundirse en el polvo, en la tierra y desaparecer: es la caducidad: el final de todo ser vivo: volverse elemento químico: hacerse Nada creadora para seguir alimentando la Vida a las futuras generaciones.

Eso significan sus esculturas de hierro hechas raíces, convertidas en cabellos, transformadas en huesos y vísceras... Es el Hombre: fuerte como sus huesos, débil como su carne y quebradizo como las finas hebras de pelo.

Aunque, tal vez, por qué no, este artista, al que no conocemos de nada, al que no hemos tratado en ningún momento, no haya pensado, jamás, en estas cosas, ni haya visto, no oído, nunca, nada sobre el monumento a Curros Enriquez. También podría ser. Sin embargo, nos gusta verlo así... Qué se le va a hacer. Alguno tenía que laborar sobre los grandes temas del Arte...

jueves, 2 de agosto de 2007

ARTENAVAS 07: Continuamente Debilitándose


ARTENAVAS 07: Una Exposición Venida a Menos

Por José María Amigo Zamorano

El 19 de julio se inauguró la sexta edición de Artenavas. Con este nombre se conoce a una exposición de artes plásticas que la villa de Las Navas del Marqués programa como una de sus actividades culturales de verano. El evento comenzó en el año 2002 con cerca de 80 artistas ¡casi na! Y amplia publicidad en prensa, radio y televisión y ha ido reduciendo sus participantes de año en año, como si en su camino, en vez de fortalecerse, se hubiera ido debilitando, adelgazándose de tal modo hasta quedar en puro hueso. Tal es así que el pasado año y este son solo 14 los creadores que se han presentado. Son los siguientes: Luis Eduardo Aute, Diego Canogar, Albert Casañé, Luis Castelo, Santiago Costales, Gabriel Fuertes, Alvar Haro, Evelyn Hellenschmidt, Ángeles Mauriño, José Luis Menéndez, Bruno Mezcua, Eduard Resbier, Faustino Ruiz de la Peña y Jorge Varas. La edad de estos artistas oscila entre 40 y 50 años; y solo uno, el más conocido de todos ellos por otros menesteres artísticos, Luis Eduardo Aute, pasa de los sesenta.

Sería legítimo preguntarse que ¿a qué obedece este adelgazamiento, esta escuchimización numérica? Y lo sería porque no lo sabemos. Como no sabemos cuál era el fin que se quería conseguir. Qué objetivos se marcaron. Como tampoco sabemos qué impulso inicial llevó a los dirigentes del Ayuntamiento a montar una exposición de tal magnitud. Decir que nos extraña esto sería mentir, dado el continuo oscurantismo de sus decisiones a que nos tienen acostumbrados los jefes consistoriales del PP navero..."No lo sabemos", se refiere a mi: yo no lo sé. Y, a mi, me parecen "oscurantistas", cuando no se hace un debate al viento dándole toda la publicidad posible, con luz y taquígrafos como se dice ahora. Eso creo yo que es Democracia en la que todos pueden opinar. No en vano "Democracia" significa "Gobierno del Pueblo". Y como creo que no se ha dado pues... en ese sentido iba lo de "No lo sabemos". Un plural muy particular: el mío. Y que nadie se apunte que me borro, como decía Unamuno.Bromas y plurales aparte... Decíamos más arriba que los expositores de Artenavas 07 son gente madura. Su experiencia, es de suponer, está garantizada por una vida de trabajo a lo largo de esos años, por numerosas exposiciones, y premiada con diversos galardones. Aunque, pienso yo, no están, por la edad, en la mejor posición para transmitirnos, con frescura, los nuevos ideales del arte. Tienen ya callos en sus manos. El tierno colorido de lo que a la Humanidad le inquieta en este momento se logra con carne más fresca. Lo decimos porque el hombre, como persona, individual e intransferible, se hace en la niñez. Y esa, a todos ellos, les queda muy lejos. Se sabe que es, en esa etapa de la vida, cuando se van cristalizando los caracteres que luego paren al artista. Un ejemplo de ello está en uno de los artistas que exponen, Luis Castelo, sus dos obras son: las fotos de un ornitorrinco y una rata. Este expositor nació en Barruelo de Santullán, Palencia, 1961. De niño sus padres lo trasladaron a Madrid. Se interesó por la naturaleza desde su infancia. Su padre, taxidermista de profesión y cazador de afición, le pone en contacto con el campo y los animales. Entablará relación con los que serán más tarde notables biólogos, le encargarán capturas de especímenes diversos para sus investigaciones en el Museo de Ciencias Naturales de Madrid. Aquello le permitió conocer desde muy temprana edad animales poco conocidos por otros niños de ciudad: lagartos ocelados, tritones, serpientes, eslizones o ranas de San Antonio. De ahí, de su niñez, le vino su inclinación hacia los animales. Se hizo en la niñez. Y allí quedó. Todo lo demás tiene esa impronta. Esto no quiere menospreciar su valía en el manejo de la fotografía; que además utiliza la técnica que llaman digitográfica y que según la revista Diorama es grabar con luz en soporte magnético/binario.Y como hemos nombrado a este hijo de taxidermista para comprobar que el artista se hace en su niñez, a los demás les pasa igual. Escribiremos algunas cosas de cada uno de ellos: Canogar, ¡ah, Canogar! de casta le viene al galgo: sus esculturas de hierro son airosas, geométricas. Las cabezas, bien modeladas, un poco frías, de Santiago Costales están expuestas en el otro recinto, en Los Toriles; allí también expone, el escultor Jorge Varas, quien parece alumbrar con sus almas de aluminio a los tristes navegantes. El grueso de artistas, doce, muestran sus obras en el convento de Santo Domingo y San Pablo en periodo de restauración: así, Gabriel Fuertes, quien ha enviado varias de sus construcciones, un tanto insólitas, surrealistas diríamos; porque él dice que quiere abrir puertas, sin dar soluciones, vale; y Alvar Haro es un gran cromatista, sus dos cuadros así lo atestiguan; una veterana de Artenavas es la alemana Evelyn Hellenschmidt, quien, como en otras ocasiones, trabaja el hierro con mimo, con primor, casi con exquisitez, colocando siempre al hombre en el centro, pero pequeñajo, como acojonado ante lo que él mismo ha construido; cuadros con estructura arquitectónica, como un arquitecto los planos de viviendas, asi son los cuadros que expone Ángeles Mauriño; de José Luis Menéndez, como de la artista alemana, se puede decir que ya es viejo en esta actividad cultural navera, y que trabaja el hierro a las mil maravilla transformándolo en raíces que se adhieren a la tierra o se elevan al cielo como cabellos agitados por el viento o se convierten en vísceras, costillas…; en el catálogo aparece, hay que decirlo, una escultura que no es la expuesta; de Bruno Mezcua dice el catálogo: "Llegué a una ciudad desierta..." y desde luego la casa está desconchada y sucia, triste, como vuelta en sí misma, aislada, miserable, puede ser un reflejo de esos barrios misérrimos que pululan por los arrabales de las grandes ciudades, o eso hemos querido intuir; otro artista influido por la fotografía es Eduard Resbier, cuyos dos cuadros, muy logrados, son: uno, la superficie del mar y el otro un paisaje de negrura azulada, en la que aparecen como luces alo lejos; Faustino Ruiz de la Peña es el individualismo hecho pintura descoyuntada, cuadros en el cuadro, sin relación aparente… parecen influidos por el cine y el pop americano, hasta se ve un sombrero vaquero del lejano oeste.

CONCLUSIÓN: a la exposición, aunque diminuta, escuchimizada, podría valer más en otro escenario; la come el convento con tanta piedra para tan poca obra; se la traga; luego, en Los Toriles, las esculturas no destacan apenas del color del fondo, por lo que pasan desapercibidas, como si estuvieran agazapadas, mimetizadas, como los animales en el campo cuando se agazapan para defenderse. Pero aquí su defensa sería que resaltaran. Y finalmente, no vemos que el artista, que dicen que es muy sensible a lo que ocurre a su alrededor, trate temas para la reflexión del público: la emigración y su drama de muerte en el mar, o su tristeza en un medio hostil, la guerra (recordamos ahora a Goya y Picasso, por ejemplo), el racismo, el paro, la falta de viviendas para los jóvenes, los bajos salarios, la homosexualidad, la censura, el terrorismo y sus víctimas... En fin, que no se comprometen con temas de nuestro tiempo.


miércoles, 1 de agosto de 2007

Del Bienestar, la Armonía y la Plenitud Vital: Concha Barbero de Dompablo



Si alguna vez se siente la imperiosa necesidad de seguir el consejo de Sócrates “Conócete a ti mismo”, hay que leer el libro de Concha Barbero de Dompablo, Palabras para el Bienestar. Un camino hacia la armonía y la plenitud vital, de Ediciones Obelisco, julio de 2007. Sabemos que, para muchos, no tiene sentido este consejo, porque siempre se sienten acompañados por uno mismo en el viaje de la existencia como un solo ser. De modo que nadan, como pez en el agua, no sintiendo las contradicciones como tales. Pero hay algunos, pocos, que si se sienten impelidos a meterse y hurgar en las propias entrañas, en los entresijos de su espíritu, con el fin, principalmente, de estar a bien consigo mismos: ser completamente felices. Ellos. Solo ellos. Siguen el dicho popular que reza: ‘La caridad bien entendida empieza por uno mismo’.
Una de esas personas es Concha Barbero que nos narra su experiencia en su viaje hacia el yo, el de ella, en el libro, más arriba citado. Un libro cercano a los denominados de autoayuda.

Comienza con la pregunta “¿Eres feliz?”, porque de lo que se trata, en este paso por la vida, es el de hacerlo en felicidad, completa si es posible. El final no podía ser otro que: “Vives el ahora”, “Te encuentras con tu ser”.
Mas, para llegar a ese feliz desembarco ha tenido que soltar lastre, descargarse de las lógicas anormalidades intelectuales que se le habían adherido al casco como lapas; se tuvo que diseccionar, analizarse, inspeccionarse, desprenderse de las mayores rebabas posibles, chocantes con la coherencia; ellas estorban el trayecto de todo individuo que aspira a ese paraíso con el que siempre ha soñado el Hombre con mayúsculas: la Isla de la Armonía y de la Plenitud Vital dentro de un mundo brutal, decimos nosotros.

Hay que aclarar que ese empeño no es revolucionario, para que las estructuras sociales y económicas que rodean, cambien, como Carlos Marx, por ejemplo, cuyo planteamiento hacia la felicidad era otro: la felicidad se obtiene haciendo que el trabajo de uno, el de Carlos Marx, logre hacer felices a millones de individuos; y no, por ahí no van sus tiros. La transformación interior a la aspira Concha Barbero de Dompablo, se refiere a pequeñas cosas que afean su entorno, a pequeñas actitudes malsanas, a errores diminutos de comportamiento que pueden hacer de la existencia cotidiana un infierno o, por el contrario, darle la felicidad. Es, pudiéramos decir, sin ironía, un cambio de andar por casa: el día a día de ella, con ella y con lo que le rodea. Hay que subrayarlo: es hacia ella, por ella y para ella, todo el esfuerzo que pone en la mirada. Si ella consigue la coherencia, alcanza a apartar las contradicciones de las que está llena nuestra existencia; y por lo tanto: se cambia todo, se transforma todo: se liman asperezas, se limpia uno de maliciosos comportamientos… y entonces: no se juzga, se perdona, se olvida, se ríe, se es responsable, piadoso, caritativo, comprensivo…

Nos va narrando su experiencia, su cambio… y cómo logra su empeño, con las consiguientes compensaciones que recibe por cada conquista alcanzada. De cuando en cuando nos aconseja para que también nosotros alcancemos el Éxito; que no está colmado de riquezas materiales, sino de felicidad, de gozo. Lo que llama Éxito es la consecución de la felicidad. Ese es el objetivo. Esa es su lucha, cuya palabra (lucha) no le gusta, sino paciencia, piedad, amor, perdón, olvido, armonía… Así estaría mejor el mundo. Se comulgaría con el Universo. Ella lo hace.

Palabras para el Bienestar. Un libro de 90 páginas condensa su experiencia.

Se podrá estar, o no, de acuerdo con este planteamiento, pero lo que si está claro es que plantea una cuestión a veces crucial: cómo ser coherente. Y cómo, para ello, para apartar las contradicciones, se necesita conocerse a uno mismo, analizarse...

Un libro que nos enfrenta a nosotros mismos y que, además, está bien escrito, con un lenguaje claro, sencillo, sin una palabra más alta que otra y con la cita oportuna, popular además, en su lugar apropiado... para ser su primer libro… es un buen comienzo que augura otros libros… interesantes de leer. Felicidades, Concha.